LA NACION

Shane Lowry casi hizo realidad la utopía de la vuelta de golf perfecta

El irlandés, puntero del British Open desde el primer día, ayer quebró el récord de la cancha de Royal Portrush, con 63 golpes

- Gustavo S. González

El público no escatimó las ovaciones que tenían archivadas para alentar a Rory Mcilroy, en Royal Portrush. Irlanda es Irlanda, y aunque Shane Lowry sea nativo del sur, de la República, la bandera verde, blanca y naranja flamea alto en esta cancha del norte. Dijo que no podría dormir la noche del viernes al sábado, después de dejar el campo del 148º Open Championsh­ip como puntero, junto con el estadounid­ense J.B. Holmes. Su sonrisa ya desde el tee del 1 y su extraordin­ario juego indican que aquel temor era infundado. Se ve que no había descansado tan mal.

Lowry batió el récord del campo, con una vuelta de 63 (-3), gracias a ocho birdies y cero bogeys. Cinco de los nueve hoyos del recorrido de vuelta los terminó bajo par. Fue una máquina de acertar fairways, de dejar la pelota cerca con el approach y de embocar con el putter. Casi ningún golpe suyo se quedó sin aplausos. Es la segunda vez en su carrera que es puntero después de 54 hoyos en un Major: el antecedent­e es del US Open de 2016, donde los 76 que anotó en la cuarta vuelta lo bajaron del tablero y quedó a tres golpes de Dustin Johnson, el campeón.

Este año también lo estuvo en el torneo de Abu Dhabi, que finalmente ganó, para dar el puntapié inicial a su resurgimie­nto. La Claret Jug es la copa con la que sueñan los irlandeses y que todos conocen, aunque no sepan de golf. “Estaba esperando por esto”, confirmó Lowry, con una amplia sonrisa.

Solo el 18 se resistió

Uno de los escasos hoyos que se resistió a la autoridad de Lowry fue el 18. Su putt desde 8 metros dejó la pelota dada, en el borde de la taza. Antes, había discutido la forma de encarar la bandera final con su caddie. La tarjeta del nacido en Clara, en el condado de Offaly, sumó ocho birdies y ningún bogey. Hasta cuando no encontró algún fairway el primer tramo de pasto más alto le devolvió la pelota a la zona segura, declive mediante.

“Fue el día más increíble que tuve en una cancha de golf”, confesó Lowry. “Caminando hacia el 18 me dije ‘no sé cuándo volveré a tener una sensación así; tengo que disfrutar estos 30 minutos’. El público estuvo increíble; cada vez que jugué un putt oía los gritos. Si estoy en esta posición el domingo al anochecer significar­á todo lo que hice en el golf, pero no será todo para mí. Mi familia está siempre, pase lo que pase; mi hija de dos años estará esperándom­e”. Para Shane, por más que la presión de The Open se sienta, el cambio que experiment­ó este año en cuanto a su filosofía lo hace relativiza­r hasta una conquista como esta que podría conseguir hoy.

“No quiero decir que ganar no significa algo importante en mi carrera, pero ciertas cosas en mi vida son diferentes. No importa cómo pegaré en la cuarta vuelta”, aclaró el jugador que ha sido líder durante tres días.

Sobre las condicione­s del tiempo hoy, en comparació­n con lo benévolas que fueron ayer, indicó: “Estoy en buena posición y sé que simplement­e debo hacer lo mismo que todo este año. Debo apretar el botón de ‘reset’ esta noche y buscar el mejor score mañana”. Y sobre los rivales, analizó: “Tommy Fleetwood creció en Southport, ha jugado en climas adversos y malas condicione­s; J.B. Holmes le pega muy bien a la pelota, y Brooks [Koepka] está allí, así que tengo un sólido tablero detrás de mí”.

La esperanza inglesa

Tommy Fleetwood, el adversario al que se refirió Lowry, es uno de los catorce ingleses que están jugando el fin de semana en Portrush. Ninguno ganó el Open. Ni Justin Rose, Paul Casey, Lee Westwood, Tyrrell Hatton, Matt Fitzpatric­k y Danny Willett, por mencionar a los más encumbrado­s ahora. El último fue Nick Faldo, en 1992, en Muirfield, Escocia.

“Fue una ocasión especial y un gran día para jugar”, dijo Fleetwood. “Estoy contento de estar mezclado en la definición y de jugar en esta atmósfera. Siento que hice muchas cosas buenas, incluso las que tuve que modificar en mi juego y pegué los golpes donde quería”.

Él también habló de su rival, al que elogió: “Tuvo un juego corto asombroso; siempre me gustó su swing. Yo no tuve bogeys y y jugué realmente bien, por lo tanto sería fácil que me hubiera sentido frustrado porque Shane fue superior. Pero tengo que ser realista, hice una de las mejores vueltas del día y estoy cuatro abajo.”

“El clima no va a ser una ventaja ni una desventaja para nadie, pero personalme­nte no me preocupa”, aseguró Fleetwood. “Shane no jugó bajo el sol y sin viento toda su vida, así que tampoco debería ser problema para él. La lluvia y el viento es siempre parte del Open”.

También en el Dunluce Links, la cancha de Portrush, Brooks Koepka está en la pelea. Es un Major, que ya parecen su especialid­ad. Lo suyo es correr adelante, como en el PGA Championsh­ip de este año, donde entró en la última vuelta con 7 golpes de ventaja. Esta vez la diferencia de 7 golpes es en contra, respecto del puntero. Todo conduce a pensar que si el nacido en West Palm Beach, Florida, acierta con el putter, es capaz de descontar y mostrar su linaje en los grandes.

“En las canchas links, uno sabe que puede terminar en el pasto alto o en un bunker de golpe”, opina Koepka, al que no le preocupa eso, sino lo que pasa luego, en el green. “Sí, nadie pegó mejor que yo esta semana, con tiros inimaginab­les incluso para mí. Pero estoy seguro de que fui el peor con el putter, en comparació­n con los golpes ganador. Fue frustrante. Pero por suerte será cuestión de acertar para tener oportunida­d el domingo. Necesito que aparezcan mis putts”.

Koepka agradeció el hecho de que se modifiquen los horarios. “Lo necesito, estoy siete golpes detrás. Acá se sabe que uno va a tener viento y lluvia. Tengo la ventaja de estar pegando bien, entonces habrá que controlar que la pelota no vuele demasiado y calcular bien dónde uno quiere que termine su pelota. Lo que más necesito es pegar bien el putt, aunque sea un día”.

Es cierto que fue una tarde propicia para los buenos scores. El tiempo se mantuvo estable y no hubo diferencia­s casi entre jugar a la mañana y a la tarde. Hasta las banderas de las tribunas, las más altas de todas en el campo, estaban pegadas a sus astas, sin desplegars­e. El viento, poco menos que ausente, una brisa rara para esta costa. Sin embargo, los aficionado­s que disfrutaro­n de más sol que nubes y un escaso índice de lluvias, deberán pertrechar­se para afrontar la cuarta vuelta.

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Paul ellis / afp El puntero estudia el putt en el 18, que sería uno de los grandes golpes que dio en la tercera vuelta

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