LA NACION

De Alemania a La Falda: la hija del “ángel rubio” Schuster quiere estar en la selección

Disfruta del mate y el asado y tiene la típica tonada: a los 31 años, Rebecca Schuster juega al fútbol y formó su familia en Córdoba

- Gabriela Origlia

CÓRDOBA.– Tiene una muy marcada tonada cordobesa, disfruta del mate dulce y de los asados que probó por primera vez cuando su papá jugaba con Diego Maradona en Barcelona. A los 31 años, Rebecca Schuster, hija del exjugador alemán Bernd Schuster –“El ángel rubio”–, afirma que es “feliz” en La Falda (Córdoba), donde formó su familia y donde juega en River Plate y, desde hace poco, también en la selección de Punilla.

Se siente tan cómoda y contenida que hace seis años que no ve a su familia: “El amor y el cariño que me brindó la Argentina me llena, estoy muy bien. No esperaba regresar al fútbol después de dejarlo hace una década por una lesión; pensé en hacerlo tranquilam­ente pero ya estoy en el club y en la selección”.

“La Gringa” juega como volante externa o delantera y espera poder sumar “muchos goles”. Comenzó a los 13 años en Alemania donde, subraya, el fútbol femenino es “muy fuerte y desarrolla­do” y al poco tiempo estaba en la primera del Colonia . Después siguió en St Louis (Estados Unidos), a donde se fue a estudiar.

Una lesión de rodilla le abrió la encrucijad­a entre operarse o completar su carrera de contadora. Su papá, entonces dirigía el español Getafe, y allí hizo la rehabilita­ción pero resolvió volcarse al estudio. “El fútbol da para tener una casa, moverse pero no es tan fuerte para garantizar­se el futuro, así que me retiré del profele sionalismo, pero siempre seguí jugando”, le cuenta a la nacion.

Su vida está marcada por el fútbol. Nació en Barcelona, cuando jugaba su papá; de allí se fueron a Madrid cuando él pasó al Atlético; a los cinco años regresaron a Alemania. La menor de cuatro hermanos, asegura que fue la que resistió “a las presiones de ser la hija de un crack; mis hermanos se cansaron, todos creían que tenían que ser muy buenos”.

“Tuve la fuerza alemana para seguir”, repite. Como familia, acompañaro­n siempre a Schuster. “Íbamos a la cancha, a las prácticas –donde jugábamos con los compañeros–, a las concentrac­iones. Siempre con él; el año pasado dirigió en China y todos los domingos veía los partidos por internet y seguía todo por Instagram”, describe.

Hace seis años la visita a una amiga a Santiago de Chile definió su presente. Se iban a Antofagast­a a visitar un familiar cuando en el aeropuerto se cruzó a Juan Carlos Maldonado, futbolista cordobés radicado en Chile. “A partir de ahí creció todo; nos quedamos allí porque él tenía contrato; después a Bolivia porque jugó en Oriente Petrolero ; después en La Serena hasta que nos instalamos en La Falda”, repasa.

Rebecca es mamá de Sami, quien juega los sábados; ella entra a la cancha el domingo al mediodía y su marido, a las 16. “Es todo fútbol, en esta familia somos fanáticos”, dice y recuerda que cuando fue a anotarse al club el hombre –al escuchar su apellido– le comentó “como ‘El ángel rubio’, una gloria del Barcelona” y ella respondió que era su papá. “Me miró extrañado, no lo podía creer. Es un fanático de mi papá. Cuento poco, no soy mucho de decir...”.

Admite que, de chica, no era consciente del ambiente en que se movía. “Uno no piensa tanto, está acostumbra­do. En mi casa siempre me enseñaron a no olvidar de dónde vengo, de dónde salí; esos son los valores que nos enseñaron. Mi papá era así, de jugar para el resto y eso aprendí porque eso es el fútbol, un deporte de equipo”, insiste.

Schuster conserva su amistad con Maradona y Rebecca recuerda que iban a comer asados a la casa de Diego en Barcelona. “Siguen siendo amigos, es lo que deja el deporte. No solo con Maradona; también con otros con los que ahora juega al golf o se juntan para comer”.

Con toda naturalida­d comenta que cuando su padre dirigió Real Madrid, se cruzaban y se reunían con Raúl y con David Beckham: “Los saludaba, los veía porque yo me metía por todos lados pero –como con Diego– no era consciente de que eran cracks. La gente los ve como de otro planeta, pero había días que los llevábamos porque estaban sin auto, porque la mujer de Raúl se lo había llevado al colegio”.

Cuando no juega al fútbol, Rebecca y su familia disfrutan viéndolo. Aunque es de Boca, admite que le gusta “mucho cómo juega River”, aunque ahora me vayan a ‘matar’ porque lo digo”. También sigue a Barcelona por Messi, a quien admira, igual que a Cristiano. “Hacen que el fútbol parezca fácil”, resume.

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Diego lima “La Gringa” se desempeña como volante externa o delantera; comenzó a jugar a los 13 años

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