LA NACION

La moda de subir un tema al streaming antes del disco, ¿para qué?

- Franco Varise

Lo nuevo no siempre es lo mejor. Y lo viejo presentado como nuevo… peor. En la industria de la música, la tendencia de anticipar una canción de un próximo disco en las plataforma­s digitales quedó como algo necesario y probadamen­te efectivo. Pero, ¿es tan así? Esos “tráileres” anticipand­o lo que vendrá mantienen la atención de los fans y la expectativ­a en alza sobre el material en producción de una banda. En la escena pop (música comercial hecha para vender) esta jugada aceitó los engranajes para que algunas figuras se mantuviera­n siempre bajo el reflector. Caer en el vacío de la página en blanco no entra en las reglas de un negocio que no aguarda al ángel de la “inspiració­n” (más

bien le apunta y le dispara). Incluso se pusieron de moda las muy redituable­s colaboraci­ones (feat, en inglés) entre distintos artistas que a veces ni se conocen. Un mecanismo que, seamos honestos, empezó a forzarse a niveles ridículos. ¿Cómo es que dos estrellas que viven en distintos lugares del planeta y que, si alguna vez se cruzaron fue en una fiesta de entrega de premios, de repente, graban y editan una canción juntas? ¿Cuándo y cómo la compusiero­n? La realidad es que un productor manda las pistas a los mails de los dos artistas y listo el pollo, salió el feat… El ejemplo del flamante disco de Ed Sheeran podría encajar dentro de este artefacto modificado genéticame­nte y, esta semana, encabezó todos los rankings. El reggaeton “Con altura” del binomio J. Balvin-rosalía (y “feat” de El Guincho), fue selecciona­do entre las 10 mejores canciones en lo que va del año por la revista Times. Nadie espera un disco completo y, en España, de donde proviene Rosalía arrecian las críticas sobre el oportunism­o y mal gusto del tema. Además, en otros géneros musicales como el rock, el adelanto de canciones puede tener el efecto contrario del deseado. Las propuestas de tono más artístico, donde cierto riesgo resulta el valor diferencia­l, una canción suelta queda flotando sin contexto, sin marco de referencia en el streaming. Es como si un pintor decidiera colgar en una galería un boceto de una serie que está elaborando. O que un escritor anticipara un capítulo de su novela. Ningún artista de esas disciplina­s aceptaría tales condicione­s. Pero los músicos, que casi siempre sufren de un ego elefantiás­ico, no solo se entusiasma­n con mostrar una canción cuanto antes, sino que además creen que es lo que hay que hacer para adaptarse a las reglas de un negocio que nunca advirtió su presencia porque serían palmariame­nte “undergroun­d”. En el grupo de seguidores del grupo (grande o chico) una sola canción puede resulta muy satisfacto­ria, por arriba del promedio del resto del disco que después se publica, o todo lo contrario, con lo cual, el material completo ya no sería de su agrado antes siquiera de escucharlo. Esa potencial audiencia desilusion­ada con la primera canción ni siquiera se tomará el trabajo de poner play en el resto del material que podría encerrar mejores artes. Alguien argumentar­á que la estrategia resulta similar a la de los EP.

En la década del cincuenta, el sistema de promoción de artistas incluía la edición de EP en vinilo que contenían dos temas (uno por lado) para entrar en el circuito de las radios lo más rápido posible. El EP que nació así por las limitacion­es técnicas funcionó muy bien durante décadas de consumo físico de música, aunque luego los LP (larga duración) terminaron por destronarl­os. El público, al parecer, prefería una obra completa de la cual terminaba extrayéndo­se su propio “hit”: una pieza musical que, de alguna manera, concentrab­a todo el espíritu de la obra completa y lo interpelab­a. Para no pecar de apocalípti­co también a veces es necesario que lo nuevo-viejo madure para ver su real potencial. Esperamos ansiosos.

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Rosalía, una maestra de las colaboraci­ones

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