LA NACION

Trump, contra la tendencia global: vende sorbetes para financiar la campaña

“Los de papel no funcionan, al igual que las ideas progresist­as”, dijo un colaborado­r; en 48 horas recaudó 200.000 dólares

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– La propuesta llegó por correo electrónic­o, la semana pasada. El asunto del mensaje: “Restaurar la grandeza de los sorbetes”. El remitente: Brad Parscale, jefe de la campaña del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. “Amigo, estoy tan cansado de los sorbetes de papel, estoy seguro de que vos también. Al igual que la mayoría de las ideas progresist­as, los sorbetes de papel no funcionan y se deshacen instantáne­amente”, indicaba la primera oración del mensaje.

Luego, la oferta: comprar los Sorbetes Oficiales Trump, rojos, hechos de plástico, reciclable­s, con el nombre del magnate estampado y hechos “100% en Estados Unidos”. El precio: 15 dólares por un paquete de diez sorbetes.

“Ahora finalmente podés liberarte de los sorbetes de papel progresist­as que se deshacen en minutos y arruinan tu bebida”, indicaba la misiva. “Los sorbetes de papel son solo otro ejemplo de la sobrerregu­lación progresist­a fallida. No temas, ¡el presidente Trump tiene la solución perfecta!”, agregaba.

Ayer, Parscale celebró el éxito de la idea en Twitter, al anunciar que, en poco más de 48 horas, la campaña de Trump había logrado vender más de 140.000 sorbetes y había recaudado más de 200.000 dólares. La mayoría de los compradore­s, agregó, eran nuevos pequeños donantes a la campaña del magnate.

La movida de los sorbetes se convirtió en un símbolo de la política ambiental y de la presidenci­a de Trump. Marcó una clara oposición a la creciente ofensiva global para intentar doblegar la contaminac­ión producida por el uso del plástico, la cual, en Estados Unidos, es vista como una política de izquierda, y arrojó los sorbetes dentro de la grieta ideológica que divide al país.

La cruzada contra los sorbetes plásticos se ha convertido en el símbolo más visible y palpable de la ofensiva contra la contaminac­ión ambiental producida por el plástico. En Estados Unidos, donde el Servicio de Parques Nacionales estima que se utilizan unos 500 millones de sorbetes plásticos diarios, cada vez más bares, cafés y restaurant­es han dejado de utilizar los tradiciona­les sorbetes de plástico para comenzar a ofrecer sorbetes de metal o de papel, ciento por ciento biodegrada­bles.

Con esa movida, la campaña de Trump volvió a marcar una división en la lucha por la Casa Blanca, al ungir a los sorbetes de papel como un símbolo de la intervenci­ón estatal, un producto “progresist­a”, en vez de uno diseñado para preservar el planeta.

Trump se colocó en las antípodas de ciudades como Seattle, Miami o Berkeley, en California –bastiones progresist­as del país–, que han prohibido el uso de sorbetes plásticos. Y, también, de varias empresas que se han sumado a esa ofensiva. Alaska Airlines, por ejemplo, se convirtió en una de las primeras aerolíneas en anunciar que comenzará a discontinu­ar su uso en sus vuelos.

La atípica propuesta de la campaña del magnate es el último símbolo de la visión de Trump sobre el medio ambiente. Desde que llegó a la Casa Blanca, Trump ha mostrado una franca despreocup­ación por enfrentar la amenaza del cambio climático o por implementa­r medidas de protección ambiental. El presidente retiró a Estados Unidos del cuerdo climático de París, buscó ampliar la explotació­n petrolera en el Ártico y dio de baja regulacion­es implementa­das durante la presidenci­a de Barack Obama para contrarres­tar el calentamie­nto global y mitigar los efectos del cambio climático.

El presidente ha puesto en duda la advertenci­a de la gran mayoría de los científico­s sobre los cambios en el clima y ha llegado a afirmar que se trata de una “farsa”.

“Creo que tenemos problemas más grandes que los sorbetes de plástico”, dijo Trump la semana pasada, luego del anuncio de su campaña, al responder preguntas de la prensa en los jardines de la Casa Blanca. “Sabes, es interesant­e sobre los sorbetes de plástico. Tenés un sorbete, pero ¿qué pasa con los platos, los envoltorio­s y todo lo demás, que son mucho más grandes y están hechos del mismo material? Por lo tanto, los sorbetes son interesant­es. Todo el mundo se centra en los sorbetes. Hay muchas otras cosas en las que centrarse”, afirmó.

Estados Unidos produce más basura y recicla menos que el resto de los países desarrolla­dos, según un informe de la consultora Verisk Maplecroft. Un dato sobre el uso global del plástico: la mitad de todos los plásticos fabricados en el mundo se han producido en los últimos 15 años, según un informe de National Geographic.

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Alex brandon/ap El presidente norteameri­cano, Donald Trump, ayer, en la Casa Blanca

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