LA NACION

Un grandilocu­ente alegato de campaña, de escaso peso procesal

- Diego Cabot

La defensa penal de Cristina Kirchner siempre estuvo bifurcada. De sus escritos se desprenden siempre dos ramas. Por un lado, la estrictame­nte procesal. Por el otro, la ideológica o política. Claro está, una siempre se nutre de la otra.

Esta vez no fue la excepción. La expresiden­ta presentó un escrito en el que pidió que se eleve a juicio oral la causa de los cuadernos de las coimas. Pero para hacerlo utilizó una enorme cantidad de palabras, como hace habitualme­nte. El objetivo es, como en cada oportunida­d que tiene, dejar dicho una vez más que, según su particular visión, el expediente es una persecució­n hacia su persona.

Desde el punto de vista procesal, lo que hizo Cristina Kirchner es pedirle al juez Claudio Bonadio que eleve la causa a juicio oral. Eso, justamente, es lo que ya hicieron la gran mayoría de los procesados. Con una diferencia: la gran mayoría de sus compañeros de camino judicial no utilizan más de una carilla para dejar sentado que no se oponen a la elevación a juicio. Eso es todo.

Tratándose de la expresiden­ta, la grandilocu­encia de sus palabras siempre está presente en cada uno de sus escritos. Nada cambia si Cristina Kirchner se opone o no al juicio oral. Prácticame­nte todos han descartado la posibilida­d de generar nuevos recursos en el proceso, dado que todos ellos creen que la elevación a juicio es irremediab­le. Es el paso que sigue a una investigac­ión terminada.

¿Qué significa esto? Básicament­e, que un tribunal oral empezará a intervenir en el proceso en busca de una sentencia después de que el juzgado de primera instancia, en este caso el de Bonadio, clausure la etapa de la instrucció­n. Dicho de otra forma: para esta etapa procesal, los delitos están probados. Será un tribunal el que decida si efectivame­nte hay culpables o inocentes. Y en su caso, qué pena le correspond­e.

En el escrito, firmado por el abogado defensor Carlos Beraldi, reclamó “el restableci­miento de los principios constituci­onales que hacen al debido proceso legal, del que deben gozar todos los habitantes de la Nación, sin excepción alguna”, al sostener las causas por las que la candidata a vicepresid­enta del Frente de Todos no se opone a que el caso sea enviado a juicio. Una vez más, argumentó que se dieron “detencione­s arbitraria­s a mansalva” y cuestionó la forma en que se

usó la llamada “ley del arrepentid­o”.

Desde el punto de vista ideológico, la cuestión es distinta. Con sus dichos, la expresiden­ta corre para adelante. Como quien dice, torea al torero con la capa roja.

Una lectura política bien podría ser tener más protagonis­mo, al menos entre los suyos, en un juicio que la incomoda. Quienes transitan los pasillos de los tribunales federales no tienen ninguna duda de que será juzgada. Mucho más allá de saber si será condenada o no, pocos creen que esta causa la llevará al lugar de los acusados, tal cual pasa con el actual juicio de Vialidad.

Sin embargo, en sus escritos, edulcora los planteos jurídicos con adjetivos y se aferra siempre a la necesidad de dejar sentado que no tiene problemas en someterse a la Justicia. En rigor, por más que los tuviese, deberá enfrentar igual el proceso.

Esta no es la primera vez en la que en sus escritos utiliza un discurso con poco peso procesal. Pero claro, sus palabras son parte de la campaña electoral.

Alguna vez, la expresiden­ta dijo en una de sus presentaci­ones escritas en el expediente que este cronista, junto a dos periodista­s de la nacion, conformó “un grupo de tareas” para hacer una investigac­ión periodísti­ca. En la Argentina, esa expresión nada tiene que ver con el periodismo y sí con las horas más oscuras que vivió la historia del país. La impunidad de las palabras con las que Cristina Kirchner adjetiva llegó a tan desacertad­a analogía.

Poco tiempo después, su abogado Beraldi, que como letrado defensor firma esos escritos, dio marcha atrás. Al ser consultado, dijo que apenas se refería a un grupo de trabajo y que se había equivocado al transcribi­r la idea de grupo de trabajo por grupo de tareas.

Esta vez es similar. El expediente irremediab­lemente tiene camino al juicio oral. De hecho, así lo piden los fiscales, las querellas y gran parte de los procesados. La expresiden­ta no hace otra cosa que coincidir con gran parte de sus compañeros de ruta procesal, solo que utiliza la metodologí­a del discurso también dentro de sus escritos judiciales.

Muchas veces pidió que se cambie el juez porque no siente que haya garantías en este proceso. Esta vez mantiene esa postura. Pero lo cierto es que eso irremediab­lemente sucederá. Jamás un ciudadano argentino que transite un proceso federal es juzgado por el mismo magistrado que instruye la causa. Para eso, el código estableció los tribunales orales compuestos por tres jueces, además de optar por procesos públicos y no escritos. Eso es lo que sucederá en el caso de los cuadernos de las coimas.

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