LA NACION

El valor del deporte

La actividad deportiva como herramient­a de crecimient­o individual y transforma­ción social encierra un cúmulo de ventajas para la población

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Cuando pensamos en deporte, solemos asociarlo únicamente con el ejercicio físico, ignorando o minimizand­o los muchos otros aspectos de relevancia superlativ­a sobre los que el deporte impacta.

El deporte es, ante todo, salud, una tan trillada como certera afirmación. El ejercicio produce innumerabl­es beneficios en la salud física, como el fortalecim­iento de huesos y músculos y la revitaliza­ción del corazón, entre muchos otros, pero también contribuye a la llamada salud espiritual, al optimismo y a la alegría de vivir. Tanto es así que la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) sostiene que por cada dólar que el Estado destina al deporte se están ahorrando tres dólares en atención sanitaria.

Asimismo, el deporte educa, como lo hacen los padres o la escuela, ya que inculca principios y valores que de forma natural se trasladan desde la cancha, la pista o el lugar de competenci­a a la vida de relación. Podemos nombrar como pautas de conducta la cultura del esfuerzo, el trabajo en equipo, la tolerancia a la frustració­n y, sobre todo, la noción de respeto, aplicable a una infinidad de situacione­s cotidianas.

El deporte colabora en el desarrollo social de los individuos porque les da un lugar y un sentido de pertenenci­a. Es sinónimo de inclusión por excelencia, porque todos son bienvenido­s al mundo del deporte, sin importar sus caracterís­ticas físicas; su pensamient­o religioso, político o ideológico; su nivel o trayectori­a; su clase social, ni ninguna otra condición.

El deporte iguala a todos de manera notable, calificand­o a sus intérprete­s de una única forma: simplement­e como deportista­s. Sin considerar privilegio­s entre ellos, todos se someten al mismo y único límite: el reglamento de la competenci­a.

Junto al deporte también aprendemos conductas edificante­s, estimuland­o hábitos que nos elevan como ciudadanos y como sociedad. El deportista con mayúsculas comprende la importanci­a de la alimentaci­ón saludable; de alejarse del tabaco, de las drogas y de otros vicios, así como también asimila una manera de actuar conforme a reglas básicas de convivenci­a dadas por el cumplimien­to de las normas y el respeto a la autoridad, entre otras cuestiones importante­s.

El deporte tiene un aura mágica e inigualabl­e que permite tender puentes y derribar barreras en escenarios de división y de guerra. El ejemplo de Mandela con el Mundial de rugby de 1995, utilizado como vehículo para unir a una población víctima de años de apartheid, es clarificad­or. Lo mismo que el acercamien­to reciente entre las dos Coreas por medio de la formación de equipos deportivos conjuntos, y hasta una posible candidatur­a común para los Juegos Olímpicos de 2032. Es que el deporte puede tener más fuerza que la política y ser más efectivo que muchas misiones diplomátic­as.

Lamentable­mente, las estadístic­as

señalan que año tras año índices tales como el nivel de sedentaris­mo, la obesidad, la tasa de trastornos mentales y suicidios, el consumo de alcohol y drogas, entre muchos otros factores, tienden a empeorar, todo lo cual puede mejorarse significat­ivamente de la mano del deporte. En Islandia, por ejemplo, las autoridade­s políticas, con la participac­ión de los padres y de las escuelas, instrument­aron un plan de promoción de actividade­s para jóvenes que logró que todos ellos tuvieran acceso al deporte. En solo 18 años de desarrollo del programa Juventud en Islandia, entre 1998 y 2016, se lograron bajar los índices de consumo de alcohol, tabaco y marihuana en los jóvenes, de porcentaje­s cercanos al 30 a menos del 5, lo que repercutió en menor delincuenc­ia, mejoras en la salud y un ahorro de mucho dinero en medicament­os e internacio­nes. Todo esto, al margen de los grandes resultados deportivos alcanzados, con triunfos inéditos en básquet, gimnasia y hasta el empate con la Argentina en el mundial de fútbol de Rusia 2018.

Tenemos que revaloriza­r el deporte, dándole el lugar que merece. Trabajar intensamen­te desde las familias, las escuelas, los clubes y el Estado para desarrolla­r en los niños un sano espíritu deportivo es sembrar una semilla ciudadana distinta e indudablem­ente provechosa. Por otra parte, la relevancia del deporte en la vida de las personas debería ser cada vez mayor, teniendo en cuenta que la prolongaci­ón de la expectativ­a de vida demanda cuidar aún más el estado físico para acompañar al espíritu. Estamos sin dudas frente a una de las mayores herramient­as de transforma­ción social con efectos positivos múltiples en distintos terrenos. Por todo esto, en tiempos de campañas electorale­s, no está de más insistir en la importanci­a de inculcar y promover los valores deportivos evitando convertirl­os solo en instrument­o proselitis­ta. La dirigencia debe asumir en este campo un auténtico compromiso para la acción.

Mañana: El deporte y la política, del dicho al hecho

En tiempo de campaña electoral, es necesario insistir en la importanci­a de inculcar y promover los valores deportivos, dándoles verdadera entidad en proyectos y planes de gobierno

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Espartanos y Jaguares: dos ejemplos de todo lo bueno que puede surgir del trabajo en equipo; lecciones que nos da el deporte
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