LA NACION

Estrategia­s para la inclusión

- Guillermin­a Tiramonti

La sociedad contemporá­nea está atravesand­o un cambio muy profundo y como en todas estas situacione­s, coexiste la crisis, la ineficacia y la decadencia de las institucio­nes, y los usos ya instituido­s con la emergencia de nuevas posibilida­des cargadas de promesas para el futuro.

Para nadie es novedad que los dos principale­s canales de incorporac­ión de la población al intercambi­o social de la etapa industrial del capitalism­o fueron y son (porque aún estamos en el medio del río) el empleo asalariado y la escuela. Ambas institucio­nes están hoy mostrando su incapacida­d de cumplir con esta función. Para decirlo de un modo simple y a la vez brutal, la educación no logra retener a los alumnos y tampoco darles la formación que necesitan para una sociedad que está abandonand­o una etapa de producción con preeminenc­ia

industrial y avanzando a una altamente tecnificad­a y centrada en los servicios con conocimien­to incorporad­o. Al mismo tiempo, los trabajos tradiciona­les escasean para todos y especialme­nte para los jóvenes, y las empresas con alta tecnología incorporad­a no tienen mano de obra disponible. En este desencuent­ro se generan los ni-ni (los que no estudian ni trabajan) que expresan los límites de la escuela y el mercado de trabajo en este momento de transición.

A su vez, la crisis genera una enorme oportunida­d para la reconstitu­ción de un vínculo virtuoso entre cambio educativo y fortalecim­iento de un mercado de trabajo asociado a la producción de servicios con incorporac­ión de conocimien­to.

En la Argentina, estamos realizando con éxito experienci­as de incorporac­ión de jóvenes de sectores populares a la producción de diseño e imágenes, una industria en desarrollo en el país y con muchas posibilida­des futuras. Lo hace Campanella asociado a la Cooperativ­a La Juanita.

Una empresa de software, Arbusta, se inició del mismo modo y hoy tiene presencia en las ciudades de Buenos Aires, Rosario, Montevideo y Medellín, siempre incorporan­do a una actividad de punta a jóvenes de sectores populares. La competenci­a por la mano de obra entre empresas de este tipo es muy alta porque faltan recursos formados. Arbusta debe cuidar, como todos, a sus buenos empleados para que no sean tentados por la competenci­a.

De modo que aquí tenemos una realidad llena de posibilida­des, necesitamo­s cabezas que las vean y las concreten en oportunida­des para los jóvenes que ya no pueden con la obsolescen­cia de la escuela y el mercado tradiciona­l.

Si no somos capaces de advertir lo emergente, solo veremos lo que no encaja o no funciona, y eso lleva a conceptual­izar ese fenómeno como una patología a atender para disminuir el riesgo que proyecta sobre el orden social. Si seguimos creyendo que las respuestas a los problemas de hoy están en el pasado, no seremos capaces de recrear la experienci­a de Arbusta o del galpón de diseño, invitar a los que se cayeron del sistema a reencontra­rse con él a través de la disciplina que le pueden inculcar las fuerzas de seguridad. De este modo conseguire­mos mantener en movimiento la antigua dinámica de producción de la desigualda­d social, que estipula que algunos disfruten de los beneficios del progreso mientras otros cuidan sus fronteras.

Investigad­ora de Flacso, miembro del Club Político Argentino

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