–Fuiste el Pichichi de la temporada 95/96 en Tenerife, el goleador con 31 tantos. Desde entonces, solo cuatro jugadores superaron esa marca.
ficaciones tan bruscas. –¿Cómo evaluás la actual renovación? ¿Y a Scaloni?
–Creo que es un buen inicio el hecho de mantener esta estructura de cara a las eliminatorias. Lógicamente, el propio Scaloni declaró que tiene mucho que aprender y que no tiene experiencia. Yo tampoco la tuve cuando asumí en Chile, a pesar de haber estado en clubes. No tiene nada que ver una cosa con la otra, son otros jugadores, tenés otros tiempos, es otro trabajo. Scaloni está rodeado de chicos muy exitosos en su etapa de futbolistas, como Ayala, Samuel y Aimar, y esa experiencia debería ser considerada.
–¿Podés elegir la mayor alegría de tu carrera? La Copa América con Chile, haber sido Pichichi en España...
–Es imposible elegir, pero lo resumo con un momento que no es tan mediático: un partido que ganamos por la Libertadores 2001 con Central frente al América, en Cali. Íbamos perdiendo en los cuartos de final, lo dimos vuelta y avanzamos por penales. Estaba en el club donde quería jugar, ya cerca del retiro, y aquella era una gran oportunidad de llegar a la final. Fue imborrable, la mayor alegría que viví adentro de la cancha.
–Y entre las tristezas: no llevar a Chile al Mundial de Rusia 2018, no llegar a Primera con Central…
–Esa, esa, no hay otra. No hay comparación. No ascender a Primera con Central en 2012 fue muy doloroso, un palazo durísimo para mí, para mi familia y para los hinchas.
–¿Hay una palabra para definir esta profesión? ¿Cruel?
–No. Es apasionante. Los sentimientos cuando ganás, pero más cuando perdés, son inigualables. Es difícil de explicar con palabras y no se compara tampoco a cuando sos jugador. Ahora me duele mucho más la derrota. Y hablo del dolor, porque con la alegría todo es mucho más fácil: ya te juntás a comer un asado con tus amigos y seguramente surgirán muchos motivos de alegría. Atravesar el dolor es bien diferente.
–Hoy, ¿lo más difícil es gestionar las emociones?
–Las exigencias de los futbolistas son cada vez más grandes. Su preparación es mejor y el nivel es más alto y parejo. Hay que tomar decisiones porque todos quieren jugar. Todos se creen mejores que el resto. Hay egos. También existen visiones y necesidades diferentes de los futbolistas con respecto a las que tenemos los entrenadores. A todo eso hay que saber gestionarlo, y solo si se logra una buena armonía es beneficioso.
–Cuando jugabas, ¿te detenías en esas dificultades que debía resolver el entrenador?
–No, nunca. Al técnico lo miraba como tal. Jamás me puse en sus zapatos ni en las decisiones difíciles que debía tomar. En ese momento no pensaba en el DT. Hoy, a la distancia, sí pienso en las cosas malas que pude haber hecho como jugador.
–Messi, Cristiano…, tal vez Suárez, ¿no? ¿Y el cuarto?
–Forlán. Nadie más.
–Claro. Y, esa temporada fue impresionante. Tenía una confianza bárbara. Salía convencido de que iba a meter goles y se lo decía a mi mujer. Ese año lo tuve a Jupp Heynckes, y él llevó a un preparador alemán que me sugirió cambiar la alimentación. Encima, las pretemporadas en las montañas me costaban. ¡Yo desayunaba Donuts! Pero empecé con las frutas y bajé 3 o 4 kilos. Además, le sumé yogurt con cereales en vez de leche y estaba muy consolidado. Fueron modificaciones alimentarias que me hicieron muy bien.
–Algunos nombres en tu vida. Jorge Valdano…
–Un gran amigo, por el que tengo un gran respeto. Nos llevamos muy bien. Me hubiese gustado que fuera entrenador mucho más tiempo, se lo dije. Pero está mucho con los medios, con la literatura. Creo que era un potencial entrenador para la selección argentina. Tiene una capacidad inigualable, gran visión y convencimiento. Lo admiro.
–Fernando Redondo.
–Un crack. Está dentro de los 3 o 4 mejores futbolistas de la historia argentina. Maradona, Messi, Marito Kempes…, él. También me gustaría verlo más ligado al fútbol.
–Louis van Gaal.
–Es el que mayores conocimientos técnicos me dejó. Muy riguroso con la parte táctica y mucho menos humano que Bobby [Robson, el anterior DT en Barcelona]. Muy profesional y serio. Era difícil entablar una relación, pero igualmente mantenemos el contacto. De hecho, para ir a Arabia Saudita yo contraté a un entrenador de arqueros que estaba con él, Frans Hoek, que para mí está entre los mejores.
–Conociste al primer José Mourinho, el que llegó a Barcelona como traductor…
–Sí. Una buena persona, inteligente. Tuve una buena relación con él cuando Robson lo trajo a Barcelona como traductor. Entonces, no se veía que iba a ser lo que fue. Cuando llega Van Gaal, José se queda. Pero dentro de su rigurosidad, Van Gaal no lo quería sólo como traductor, y lo mandaba a analizar a determinados jugadores de otros equipos. José aprendió mucho en lo táctico y en el manejo de grupos. Y fundamentalmente en el liderazgo. Dentro de un papel secundario, José fue muy astuto para aprender a conducir, a ver cómo trabajaba el médico, éste y el otro. Capitalizó todas las situaciones. Al tiempo se fue a Portugal y comenzó su carrera. Es un tipo que formó equipos consecuentes, competitivos, responsables y obedientes tácticamente. Por eso consiguió los resultados que todos pudimos ver. Su parte futbolística es espantosa, es espantosa… No, me corrijo: contraria a mi pensamiento.