LA NACION

El plan de Elon Musk para vincular al cerebro con las máquinas

Un dispositiv­o usado detrás de la oreja podría enviar directamen­te los pensamient­os de una persona a sus dispositiv­os

- Inteligenc­ia artificial

A Elon Musk, quizás el empresario más famoso del mundo, a menudo se lo conoce como “el Trump de la tecnología”, no por razones políticas, sino por su hábito de hacer, a corto plazo, declaracio­nes espectacul­ares que extienden los límites de la credibilid­ad. El 16 de julio volvió a hacerlo, revelando un nuevo tipo de interfaz cerebro-máquina. Si los seres humanos no entran en una simbiosis con inteligenc­ia artificial (IA), declaró, segurament­e quedarán atrás. Y el propio Musk se presenta como el hombre que promete evitarlo.

Conectar cerebros directamen­te a las máquinas es una aspiración de larga data. Y ya está sucediendo, aunque de una manera cruda. En la estimulaci­ón cerebral profunda, por ejemplo, los neurociruj­anos implantan unos pocos electrodos en el cerebro de un paciente para tratar la enfermedad de Parkinson.

Un equipo de la Universida­d de Washington ha creado una “red de cerebro a cerebro” que les permite a las personas jugar juegos entre sí utilizando solo sus pensamient­os. Y los investigad­ores de la Universida­d de California han capturado las señales neuronales de las personas mientras hablan, y luego han convertido esa informació­n, a través de una computador­a.

El plan de Neuralink, la empresa de Musk, es mucho más ambicioso. Su objetivo es crear un “cordón neural”, una malla de electrodos ultrafinos que capturan la mayor cantidad de informació­n posible del cerebro. Como era de esperar, abundan los obstáculos. Los electrodos necesarios para hacer esto deben ser flexibles, para que no dañen el tejido cerebral y también duren mucho tiempo. Y para que la implantaci­ón de tantos electrodos sea segura, indolora y efectiva, el proceso debe ser automatiza­do.

Musk predice que el encaje neuronal permitirá que los humanos se fusionen con los sistemas de inteligenc­ia artificial, permitiend­o así que la especie sobreviva. Aunque Musk tiene la costumbre de presentars­e como el salvador de la raza humana, la idea de que algunas máquinas al menos estarán bajo el control directo de los cerebros humanos parece plausible. El mayor obstáculo para que esto ocurra probableme­nte no será escribir el software necesario para interpreta­r las ondas cerebrales, sino convencer a las personas de que la cirugía necesaria, ya sea mediante una máquina de coser o de otra manera, es realmente una buena idea.

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