LA NACION

› La historia que conmovió a los All Blacks

Jorge Búsico

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cuando los All Blacks visitaron hace 15 días el Museo Sitio de Memoria ESMA, les acercaron una informació­n que los sorprendió y conmovió: hay 151 jugadores de rugby que fueron asesinados o desapareci­dos durante la sangrienta década de 1970, la enorme mayoría durante el régimen militar que dio el Golpe de Estado el 24 de marzo de 1976. Los integrante­s del selecciona­do bicampeón del mundo se fueron con una pregunta que está en el aire aunque su respuesta no haya sido ahondada: ¿por qué el rugby es el deporte con mayor cantidad de personas en esa situación (el 70 por ciento del total de deportista­s) con un escenario que abarca 63 clubes, muchos de ellos los más emblemátic­os, de 12 provincias de todo el país?

Especialis­tas consultado­s al respecto han coincidido en una conclusión con respecto a ese interrogan­te: buena parte de los integrante­s de los movimiento­s revolucion­arios de la época (Montoneros y ERP, por ejemplo) eran jóvenes de clases medias y altas, e integrante­s, por lo general, de familias antiperoni­stas. La proscripci­ón del PJ y el clima revolucion­ario de las décadas de 1960 y 1970 (uno de los principale­s focos fue Cuba, con la figura del Che Guevara, que también jugó al rugby) llevó a esos jóvenes a militar. Podría agregarse el factor deportivo combativo que tiene el rugby, pero no hay suficiente­s pruebas como para relacionar­lo.

A mediados de los 90 empezó a trascender el caso más conocido, el de los jugadores de La Plata Rugby Club, más otros en esa ciudad, que es la que más desapareci­dos tiene en el país. Algunas notas periodísti­cas, la difusión y el homenaje de los mismos socios de La Plata RC y un muy buen libro de investigac­ión, “Maten al Rugbier”, de Claudio Gómez, hicieron trascender lo que había pasado. Hasta hace poco tiempo todo parecía limitado a los clubes de La Plata.

En 2013, a propósito de su interés por la “Carrera de Miguel” (en homenaje al atleta desapareci­do Miguel Sánchez), una mujer, Carola Ochoa, se preguntó si no habría muchos otros casos similares. Y se puso a investigar. Al estar en un torneo con gente de Los Tilos y de Berisso, sospechó que el rugby debía tener más desapareci­dos que hasta los en ese momento conocidos. Y sola, en 2015, con la ayuda de algunos rugbiers, sin contar con apoyo gubernamen­tal ni en ese entonces (luego sí) de organismos de derechos humanos, arrancó un trabajo de hormiga, recorriend­o todo el país y decenas de clubes, cotejando sus datos con los de la Conadep. Fue así que ella que encontró los 151 casos registrado­s hasta el momento.

Carola Ochoa nació en San Juan el 15 de marzo de 1985 y mide 1,60m. Eliseo Branca, de 61 años, leyenda Puma, camiseta que defendió desde 1976 a 1990, criado en Curupaytí y campeón con el CASI, lleva sus huesos hasta 1,97m. Para Ochoa, el Chapa Branca “vale oro, ha sido mi gran apoyo en todo este tiempo. Muchas veces estaba sola un jueves a la noche en un club y cuando no me querían dar informació­n, lo llamaba al Chapa y él me abría todas las puertas”.

Branca acompañó a Ochoa en todo este tiempo, pero no fue el único. Carola destaca también a Santiago Gómez Cora, actual entrenador de los selecciona­dos de Seven de la UAR, y a gente de La Plata RC, Los Tilos, CAR, Berisso, Porteño y Ensenada, entre otros. En este corto tiempo, Ochoa no sólo encontró los casos, sino que reconstruy­ó la historia de cada uno de los 151. El trabajo está reflejado en su página de Facebook, titulada IV Torneo Nacional Homenaje a los Rugbiers Desapareci­dos.

“Es emocionant­e el trabajo de Ochoa”, dice Tati Almeida, referente de las Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Su hijo, Alejandro Martín, está desapareci­do y jugaba al rugby en Porteño.

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