Otra drama para los Kennedy
Murió una nieta de Robert, de 22 años, por una posible sobredosis.
BOSTON.– La imagen de una chica con vestido rosa en el Cementerio Nacional de Arlington recorrió el mundo en 2000. Con tres años, Saoirse Roisin Hill se agachó para dejar una flor blanca sobre la tumba de su abuelo Robert F. Kennedy, hermano del emblemático expresidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy, ambos fallecidos muchos años antes de que ella naciera.
Ahora, Saoirse se sumó a la saga trágica de uno de los clanes más poderosos de Estados Unidos, luego de que, con solo 22 años, muriera anteayer, aparentemente a causa de una sobredosis, según informaron los medios norteamericanos.
“Nuestros corazones están destrozados por la pérdida de nuestra querida Saoirse. Su vida estaba llena de esperanza, promesa y amor”, dijo la familia en un comunicado en el que confirmaba la muerte de la sobrina nieta de John Kennedy. Ethel, abuela de la joven, agregó: “El mundo es un poco menos hermoso hoy”.
Los servicios de emergencia llegaron a la residencia de los Kennedy en Hyannis Port, en el estado de Massachusetts, y trasladaron a la joven al hospital de Cape Cod, donde fue declarada muerta.
La policía indicó que recibió una llamada anteayer en la que se reportaba una “muerte que no había sido atendida” y dijo que se había lanzado una investigación. El complejo era la casa de verano de John Fitzgerald Kennedy. No se dieron más detalles sobre su muerte. La joven, de 22 años, estudió comunicación en el Boston College, según publicó The New York Times, y sufría depresión desde hacía algunos años.
“Mi depresión se afianzó al comienzo de mis años de secundaria y estará conmigo por el resto de mi vida”, escribió en 2016 en una conmovedora columna sobre cómo luchar contra la depresión y sobrevivir a un intento de suicidio en The Deerfield Scroll, el diario estudiantil del internado de Deerfield Academy, adonde asistía. En la columna, la nieta de Robert F. Kennedy también reveló haber sido agredida sexualmente por “alguien que ella conocía y amaba”.
“Hice lo peor que puede hacer una víctima y fingí que no había sucedido. Todo esto se volvió demasiado e intenté quitarme la vida”, escribió.
La hija de Robert Hill y Courtney Kennedy era una “apasionada activista política”, según la describió su familia, especialmente interesada en movimientos como el #Metoo y el control de armas.
Pareciera que una suerte de maldición persigue desde hace décadas a una de las dinastías políticas más poderosas de Estados Unidos, que sufrió las muertes prematuras y dramáticas de varios miembros de la familia.
Los hermanos John F. y Robert F. Kennedy están sepultados uno al lado del otro, frente a la Llama Eterna, y sus tumbas están alineadas con el Monumento a Lincoln, cruzando el Puente Memorial de Arlington.
John F. Kennedy, el 35° presidente de Estados Unidos, fue asesinado a balazos en 1963, mientras desfilaba en el auto presidencial en Texas. Seis años más tarde ocurrió el homicidio de Robert F. Kennedy, durante las celebraciones de su exitosa campaña en las primarias de California en su intento de obtener la nominación demócrata para la presidencia.
A esta lista trágica se suman Rosemary Kennedy, primera hija del matrimonio formado por Joseph Patrick Kennedy y Rose Elizabeth Kennedy. En 1940, a los 23 años, fue sometida a una lobotomía en un intento de su padre para “curarla de sus discapacidades intelectuales”, pero quedó incapacitada de por vida.
Tres años después, su hermano mayor, Joe Kennedy Jr., murió en combate durante la Segunda Guerra Mundial. John F. Kennedy Jr. –el primer hijo varón de JFK y Jacqueline Bouvier– y Kathleen Kennedy, la segunda de las hermanas de JFK, fallecieron en accidentes aéreos.
Además, en 1969, Edward “Ted” Kennedy, hermano menor de JFK y en ese entonces senador por Massachusetts, tuvo un accidente automovilístico, que resultó en la muerte de Mary Jo Kopechne, una profesora de 29 años especialista en campañas políticas. Kennedy logró escapar con vida, aunque no informó de los ocurrido a las autoridades hasta la mañana siguiente, unas ocho horas después del hecho.