LA NACION

Puerta giratoria

Un detenido por el asesinato del pizzero había asaltado tres veces una carpinterí­a.

- Victoria Álvarez Benuzzi

Mirta Cantanno se despertó ayer, preparó el mate, encendió la tele y se quedó en shock. La pantalla mostraba el rostro de Chicho, un joven de 22 años que fue arrestado por el homicidio del pizzero Adrián Albanese durante la madrugada del 21 de julio, que había sido asesinado en su local de Banfield al no lograr sacarse su alianza matrimonia­l con la velocidad exigida por el violento delincuent­e. Cantanno también había visto a ese detenido empuñar un arma frente a sus ojos. La mujer de 62 años era dueña de una carpinterí­a artesanal en Remedios de Escalada, en Lanús, a una cuadra de la villa La Primera de Mayo, donde vive Denis Iván Ramírez, tal como fue identifica­do por la policía el sospechoso conocido en las calles como Chicho. Cansada de denunciarl­o por robos a mano armada, la comerciant­e decidió cerrar las puertas de su local en noviembre pasado.

Chicho fue capturado por la policía bonaerense como uno de los sospechoso­s que ingresaron armados en la pizzería. Las imágenes de la cámara de seguridad habrían permitido su identifica­ción. También fue detenido anoche el menor de 17 años conocido con el alias de Agullo, que es señalado como el autor del mortal disparo. Esa grabación de videovigil­ancia habría resultado clave para avanzar tras la pista de los presuntos asesinos. Chicho, el primer arrestado, parece ser un rostro conocido para policías y víctimas. El relato de Mirta Cantanno traza un perfil común en los delincuent­es jóvenes, desde un robo inicial con algo de nerviosism­o e indecisión hasta ingresar en una espiral ascendente de violencia. Cantanno denunció tres veces las agresiones de Chicho en un solo año. Ese joven ladrón siguió en libertad. Y ahora está acusado de homicidio.

Según explicó Cantanno a la nacion, el ahora detenido la asaltó tres veces durante 2017. El miedo, la bronca y la impotencia la paralizaro­n y no pudo seguir adelante. Todo empezó a las 15 del 26 de enero de 2017, cuando Chicho ingresó por primera vez en el negocio de Cantanno. El delincuent­e intentó hacer un “cuento”, habló de la necesidad de su madre de conseguir trabajo. Ella advirtió cierto rodeo en el discurso del muchacho y le sugirió que volviese directamen­te con su madre. El hombre se fue y regresó pocos minutos después. “Acá la tengo a mi mamá”, le dijo al ingresar con su hermano mayor, ambos armados. En pocos minutos se llevaron el dinero de la caja, los cigarrillo­s y los celulares de los tres empleados.

Cantanno hizo la denuncia en la comisaría 4a de Banfield. El 14 de marzo, es decir, solo 46 días después, Chicho volvió a ingresar armado en su local. “Ya sabe lo que vengo a hacer”, le dijo. Nadie se resistió. El delincuent­e se llevó otra vez celulares, dinero y cigarrillo­s. Cantanno recordó que pocos días antes había logrado reponer el teléfono sustraído en el primer robo. Con mucho enojo volvió a la comisaría. La recibió un nuevo jefe de calle, que la escucho con atención y le explicó que cada vez que allanan la casa de Chicho no encuentran los objetos robados. A la bronca de Cantanno se sumaron el miedo y la impotencia de saber que el delincuent­e que le estaba arruinando el negocio vivía a 100 metros de su local. Pasaron unos pocos meses y el 11 agosto ingresaron dos mujeres jóvenes. Otra vez habría un robo.

“Eran dos pibas. Una de ellas, embarazada. Preguntaro­n precios de souvenirs para fotos y se fueron. Al rato volvieron a ingresar, pero antes de que se cerrara la puerta apareció en escena Chicho. Fue todo muy violento. Los tres estaban armados. Nos golpearon y a uno de mis empleados recién operado del corazón lo tiraron al piso y le dieron varias patadas. Se metieron por todos lados. Estaban nerviosos. Se llevaron los celulares, herramient­as y el dinero de la caja, que en ese momento era mucho para nosotros”, comentó Cantanno.

Al irse los delincuent­es, las víctimas pudieron llamar al 911, que no tardó en enviar un patrullero. La policía pasó el informe a la fiscalía. Una semana después llamaron a Cantanno para ratificar la denuncia. Chicho estaba detenido. El 15 de septiembre la convocaron a una rueda de reconocimi­ento. No dudó y señaló al sospechoso. Apenas firmó el acta, en el Juzgado de Garantías N° 5 se le informó que Chicho ya estaba libre.

En el expediente se consignó el convencimi­ento del juzgado de que Chicho “no intentará evadir el accionar de la Justicia ni entorpecer la investigac­ión”. A Cantanno le explicaron que el sospechoso era “buen cumplidor” y que todos los meses llevaba alimentos a un hogar de niños. “Es la comida que les roba a los chinos, esto no es serio”, alcanzó a protestar Cantanno. En la resolución se fijó para Chicho una restricció­n de acercamien­to a menos de 200 metros del negocio, pero el delincuent­e vivía a 100 metros...

“Temblé de miedo. El ladrón ya tendría todos mis datos. Quede muy expuesta. Le pedí al dueño de la propiedad que pusiese una reja. Me dijo que no podía. Yo tampoco tenía el dinero para hacerlo. Decidí cerrar mi negocio en noviembre pasado. No tenía ninguna garantía para trabajar en paz”, dijo Cantanno, que hoy vende algunas artesanías por internet y tiene miedo cada vez que está en la calle.

“Los derechos de los delincuent­es superan a los de los laburantes. Este pibe hoy está detenido por un asesinato. Pero antes me mató las ganas de seguir adelante”, comentó con enojo y algo de alivio al pensar que Chicho no volverá a las calles por un buen tiempo.

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Telam Denis iván ramírez, alias chicho, fue detenido por el crimen del pizzero

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