LA NACION

Exclusivo: adelanto quién ganará las PASO

- Carlos M. Reymundo Roberts

Cuando todavía faltan ocho días para las PASO, estoy en condicione­s de adelantar que podría darse un resultado totalmente inesperado, histórico, único: van a ganar todos. Los Fernández, porque es muy probable que estén por encima de Macri-pichetto; Macri-pichetto, porque es probable que no estén lejos de los Fernández; Lavagna, porque volverá a ver una boleta con su nombre en el cuarto oscuro y eso lo emociona; Espert, porque se divirtió mucho en la campaña y, además, hoy ponés “José Luis” en Google y entre las primeras opciones no están Chilavert, Perales, Manzano o Clerc, sino él; Gómez Centurión, porque lo suyo es una causa y las causas no mueren, y Del Caño, porque nunca antes había aparecido en esta columna. Yo amo las PASO. Como que están a un paso, como que se trata de pasarlas, como que puede pasar de todo o no pasar nada.

Pero centremos el análisis en las dos principale­s fórmulas, que son las que juegan en las grandes ligas. A las dos les ha tocado enfrentar una crisis. En los manuales de management, la cuestión del manejo de crisis es la que se lleva más páginas. De cómo resuelvas situacione­s límite depende tu futuro. Macri tuvo que vérselas con el derrumbe de la economía y de su propio gobierno, cuya estructura original saltó por los aires. Pero el tipo viene del mundo corporativ­o, y de Boca, y entonces tiene la piel dura. ¿Qué hizo? Reforzó el mejor equipo de los últimos 50 años con la incorporac­ión de Christine Lagarde, a la que le dio atribucion­es de CEO. Digamos, tercerizó en el Fondo Monetario Internacio­nal la búsqueda de dólares. Desde entonces, se tiró a dormir la siesta y pidió que lo despertara­n para designar el candidato a vice. Descansado y con la cabeza fresca, eligió a Pichetto. Nada mejor que un peronista para ganarles a los peronistas. La economía sigue a los tumbos, pero a la fórmula Macrichett­o se la ve rozagante. Pipí cucú, diría Cristina.

Los problemas del kirchneris­mo no eran menos agudos. Tan agudos eran –electoralm­ente, en la Justicia y en la intimidad de la familia– que la señora también tercerizó la búsqueda de una solución: recurrió a Alberto Fernández, que había sido su crítico más lúcido y furibundo. Si a Macri le faltaban dólares, ella andaba corta de votos. Pero algo se complicó. Algo no salió bien, diría Carlitos Manzoni. Mientras que Macri y Pichetto rápidament­e encontraro­n armonía, Alberto y Cristina andan a los tumbos. A él, las redes le recuerdan una y otra vez su pasado reciente, cuando hacía prácticas de tiro con fotos de Cristina como blanco. Además, su temperamen­to lo puede. Si te peleás con todos los movileros que se te cruzan, el problema no son los movileros, my darling. Arruinó su muy buena reunión con una multitud de científico­s al escrachar a una científica. Y, en lo que parece ser un manotazo

de ahogado, anuncia una devaluació­n y promete usar las reservas del Banco Central para subir las jubilacion­es, regalar remedios, aumentar los salarios, crear un ministerio, arreglar los baches, hacer llover y comprarle una nueva cucha a su fiel amigo Dylan.

Es cierto que tampoco lo ayudan demasiado. Aníbal Fernández propone a Barreda como secretario de Estado de la lucha contra el femicidio. Moreno, Grabois y Dady Brieva quieren darle rango constituci­onal al afano. El intendente Gray dice que María Eugenia Vidal es una adolescent­e asustadiza que se hace encima cuando le tirotean la casa. Y al allanar el fastuoso caserón del sindicalis­ta Herme Juárez encuentran pesos, dólares, euros, lingotes de oro, joyas, un arsenal de armas de guerra y una carta de Máximo Kirchner en la que le propone ser el recaudador de la campaña.

Y Cristina, claro. ¿Qué puede hacer Alberto con Cristina? Habían arreglado que ella se iba a mantener al margen, dejándole el primer plano. La sucesión de presentaci­ones de Sinceramen­te, tan interminab­le como la gira de despedida de los Chalchaler­os, era una excelente oportunida­d para insuflar ánimo en la tropa y señalar los desvaríos del Gobierno. Pero no puede con su

La palabra siempre ha sido el mayor activo de Cristina, pero también su condena

genio. La palabra, que siempre ha sido su mayor activo y al mismo tiempo su condena, la exhibe, la desnuda. La oradora medular, incisiva, florida, irónica, de pronto se degrada y aparecen, impunement­e, cristiname­nte, Pindonga, Cuchuflito y el hambre venezolana de la Argentina. Después no es ella la que asume el costo de lo que dice. Es Alberto. El peor fantasma ya no es ser su títere, sino su vocero. Si Macri está muy cómodo siendo hoy Macrichett­o, él no está pudiendo sobrelleva­r su nueva identidad: Alberto Fernández de Kirchner.

Al presentarl­o durante el encuentro con científico­s, Adrián Paenza admitió que hay dudas sobre si los Fernández pueden ganar. Entonces propuso la siguiente fórmula: “Cada día uno de nosotros tiene que convencer a dos personas de que los voten. Primero estaría yo, convenzo a dos y ya somos tres. Los que llegan convencen a otros dos y pasamos a ser siete. En cinco días, 31. En diez días, 1023. En 15 días, llegamos a 32.000. En 20 días, superamos el millón. En 25, tenemos 33 millones. Si llegamos a los 30 días, son 1000 millones de personas: hemos convencido a una séptima parte del mundo”.

Adrián, vamos, metele, que para las PASO solo quedan ocho días.

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