Veganos en la Rural
No soy vegano y puedo estar en desacuerdo con algunos planteos, pero es claramente repudiable la agresión contra los veganos que protestaron en la Rural. De hecho muchos ruralistas legítimamente enojados con la protesta tampoco aprobaron esa reacción. Creo que estamos ante un debate muy bobo o uno muy oportuno. Ojalá nos demos cuenta de lo segundo. La sensibilidad de los veganos es algo que se debe respetar y admirar porque el mundo, hoy más que nunca, necesita gente sensible. Insensibles sobran y, la verdad, no aportan nada. Los valores de respeto, trabajo, orgullo y generosidad con que siempre se describe el concepto del gaucho argentino no deben quedar desdibujados por esas patadas y rebencazos a un grupo de jóvenes que, equivocados o no, caminaban con pancartas. No tiraban piedras ni bombas molotov. Abuchear, sí, porque si sos un productor ganadero que se rompe el alma todo el año para presentar el fruto de su trabajo y justo exhibirlo ese día con orgullo en la Rural y que te tilden de asesino desde una pancarta obviamente enfurece. Pero pegar, no. Nunca.
Creo que deberíamos adoptar una actitud moderna e inteligente y escuchar a los veganos, sin dejarnos llevar por las pasiones de nuestro ADN gauchesco parrillero (del cual no reniego, que quede claro). No comparto claramente la postura de asumir que al consumir carne se esté “asesinando”, porque eso sería ingresar en una discusión ética cuando menos de imposible puesta en práctica y muy vidriosa. Esto no resta un gramo de legitimidad al reclamo contra el maltrato animal, al cual adhiero en grandísima parte. Es un tema en el que en mayor o menor medida algunas empresas están recogiendo el guante. Y es gracias también a grupos veganos que el tema está en la agenda. Sin embargo, el planteo de la quita de la vida de un animal para consumo en términos de asesinato nos coloca frente a una concepción de ese animal como sujeto de derecho práctica o directamente al mismo nivel que una vida humana. Y ahí nos enfrentamos a un gran dilema. Porque si consideramos que no debería estar permitido disponer de la vida de una oveja para consumo, pues esta es sujeto de derecho, entonces debería hacerse lo mismo con las ratas que transmiten el hantavirus, la serpiente que me mordió y maté para que me den el suero correcto en el hospital o los Aedes aegypti que transmiten el dengue.
Es hora ya de asimilar el hecho de que la ganadería industrial tiene impactos ambientales significativos (por ejemplo, potencia el cambio climático). Reconocerlo es empezar a solucionarlo. Incluso una enorme porción de nuestros cultivos estrella (soja y maíz) son destinados a producir carne. Reflexionar no viene mal, no sea cosa que estos jóvenes sean tal vez una muestra de lo que pueda ser en no muchos años más una fuerte tendencia en el consumo de alimentos en mercados importantes y, como la producción del campo argentino es mucho más que carne (por suerte), de repente no veamos, por necios o aferrados a una tradición puntual, que ante nosotros se abren oportunidades de crecimiento en productos vegetales orgánicos (solos o combinados) para los que nuestro país tiene condiciones envidiables a nivel global. Y que gracias a la discusión que los veganos nos imponen (guste o no, vale la pena) se pueda producir carne con los métodos más amigables, éticos y sustentables del mundo y que sea una bandera que nos diferencie. Seguro que no vamos a terminar estando de acuerdo en todo, pero en ese terreno se puede generar un salto evolutivo en nuestro campo y atender al menos algunas de las demandas veganas, las cuales debemos respetar y considerar seriamente.
Emiliano Ezcurra Estrada
DNI 22.431.305