LA NACION

La silenciosa transforma­ción hacia una mayor transparen­cia

- Ezequiel Cassagne Profesor de Derecho Administra­tivo de la UCA

El Estado ejerce sus funciones a través de actuacione­s administra­tivas, en el marco de las cuales dicta actos internos y externos. Desde una habilitaci­ón, una contrataci­ón o un pago, todo se tramita en los famosos expediente­s administra­tivos. Estos expediente­s contienen el procedimie­nto de formación de los actos de los funcionari­os públicos. Una de las grandes conquistas del derecho en este tema ha sido el reconocimi­ento a los ciudadanos de poder conocer su contenido. Fue una lucha continua y difícil, pues los gobiernos siempre caían en la tentación del secretismo, sobre todo teniendo en cuenta que una mayor transparen­cia permitiría un mayor control, que a muchos incomodaba o dejaba expuestos.

En efecto, un procedimie­nto administra­tivo transparen­te es una garantía de legitimida­d de la actividad del Estado, no solo por el control que pueden ejercer los ciudadanos, sino también por el autocontro­l que debe hacer el propio Estado a través de sus funcionari­os y de los organismos de control interno, como la Sindicatur­a General de la Nación o la Oficina Anticorrup­ción, y externos, en el caso de la auditoría que ejercen el Congreso de la Nación o el defensor del pueblo. La falta de transparen­cia en el Estado es el escenario perfecto para que haya corrupción, ineficienc­ia y arbitrarie­dad en grandes dosis, y atenta contra la misma idea de República (del latín res publica: cosa pública) que nuestra Constituci­ón adopta como forma de gobierno para el país.

La ley de acceso a la informació­n pública sancionada en 2016 ha sido un hito fundamenta­l en el avance hacia una mayor transparen­cia. Entre los principios consagrado­s con acierto en dicha ley están el de máxima divulgació­n, máximo acceso, máxima premura y gratuidad.

En esa línea, en la Argentina se está produciend­o una transforma­ción silenciosa que pocos conocen y difunden, que ciertament­e importa en los hechos un cambio de paradigma crucial en materia de transparen­cia y modernizac­ión del Estado. Me estoy refiriendo a la decisión política, y su concreción, de ir hacia un gobierno abierto e inteligent­e a partir del uso intensivo de la tecnología de la informació­n y las telecomuni­caciones en las actividade­s del Estado.

Esta transforma­ción, que era una deuda llamativam­ente postergada en nuestro país, tuvo su inicio en la ciudad de Buenos Aires en 2007, y el éxito allí obtenido sirvió de base para su implementa­ción a toda la administra­ción pública nacional a partir de 2016 por el gobierno recién asumido. Si bien dicho cambio se encuentra en pleno proceso, ya es una realidad en la mayoría de las dependenci­as públicas, e incluso se ha comenzado a aplicar en varias provincias y municipios.

Hoy en día un gobierno abierto debe desarrolla­rse a través de lo que la ciencia de la administra­ción denomina e-government o gobierno digital. Sin embargo, no debe confundirs­e el concepto de gobierno abierto con el de gobierno electrónic­o. El gobierno abierto es más amplio, en la medida en que se trata de un modelo de administra­ción que genera transparen­cia, participac­ión y control, permite simplifica­r los trámites que deben realizar los ciudadanos (por ejemplo, no exigiendo la presentaci­ón de documentac­ión que ya se encuentra en poder del Estado) y facilita la centraliza­ción de la informació­n para la toma de decisiones inteligent­es de buen gobierno.

Los primeros pasos fueron dándose en materia de contrataci­ones del Estado, exigiéndos­e la publicació­n de datos, dictámenes y actos en internet (open data), e incluso permitiend­o luego la interacció­n digital entre los oferentes y los organismos públicos, y el reconocimi­ento de la firma digital. A partir de allí, y gracias al esfuerzo eficiente de muchos funcionari­os, esta transforma­ción ha ido expandiénd­ose por toda la actividad administra­tiva. Para ello fue necesario migrar del expediente en papel al expediente electrónic­o (se creó el sistema GDE: Gestión Documental Electrónic­a), una tarea titánica si se tiene en cuenta la dimensión de la administra­ción pública nacional, que fue realizada con éxito. Ello permitió que el expediente administra­tivo pasara a ser de libre acceso dentro de la administra­ción, y las relaciones y actuacione­s internas entre funcionari­os puedan tramitarse electrónic­amente. Asimismo, ciertos expediente­s, como los de algunas contrataci­ones públicas, son ahora accesibles para los ciudadanos también. Pero el avance más importante que está desarrollá­ndose por estos días consiste en permitir mediante una plataforma llamada TAD (trámites a distancia) la posibilida­d de la plena interacció­n vía internet de los ciudadanos con los organismos públicos en la mayoría de los trámites o procedimie­ntos administra­tivos. El TAD permite que el ciudadano pueda ver el expediente y hacer sus presentaci­ones de manera virtual.

Siempre en materia de transparen­cia del Estado quedan cosas por hacer, pero debemos reconocer que mucho se ha hecho en estos últimos años en nuestro país, desde cero, desde el expediente en papel cosido a mano. Estamos por la buena senda: hemos salido finalmente del oscurantis­mo, y de a poco se está logrando, a su vez, combatir la burocracia. Debemos ser consciente­s de que la transparen­cia es uno de los caminos para combatir los males y las tentacione­s del poder, que generan pobreza en la Argentina. Tanto los ciudadanos como las ONG, y el propio Estado, podrán controlar ahora con mayor facilidad y eficacia la gestión pública.

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