LA NACION

La historia íntima de la primera campeona argentina de boxeo

“Al principio no cazaba una y ahora soy campeona panamerica­na”, confesó Leonela Sánchez; combatió engripada en la final y hoy será recibida en su club del barrio cordobés de General Bustos

- Gastón Saiz

Lima.–“lo que no te conté es que me engripé. primero empezó a caer uno de mis técnicos y nos fue contagiand­o a todos, así que en la mañana de la pelea me levanté con una tos y un dolor de garganta tremendos, pero me dije: ‘Esto no me va a tirar abajo’”. Ni siquiera ese enemigo extra de la gripe pudo mandar a la lona a Leonela sánchez, que en su jueves mágico se convirtió en la primera boxeadora argentina campeona en unos Juegos panamerica­nos. Un hito.

“No sabés lo que es estar peleando y querer toser, unas ganas de tirar el bucal a la mierda… Y ahí, cuando estuve recibiendo el premio, lo mismo [hace una mueca con ganas de toser]. pero bueno ya está, ahora que me agarre fiebre, cualquier cosa”, contaba “La Monito”, la peso gallo de 25 años que este sábado tendrá un recibimien­to especial en el centro de Desarrollo Deportivo Rafael Núñez, en el Barrio General Bustos de la capital cordobesa. allí la espera para abrazarla su entrenador y mentor, virgilio “pato” arauz, un viejo buenazo de 69 años que se preocupa más por el futuro de las chicas que de la gloria deportiva. se habla en plural porque Dayana, la hermana mayor de Leonela, pelea hoy también por la medalla dorada en la categoría ligero (57-60 kg).

No fue el combate que La Monito hubiese querido abrochar ante la brasileña Jucielen cerqueira Romeu. “pero apreté y fui para adelante. En el momento en que tenía que retroceder lo hice y escuché mucho al rincón. La verdad que el pecho me jodía mucho por la tos, me faltó un poco el aire”, confiesa Leonela, la chica que descarga risas y se mofa de su segundo y tercer nombre. “¿sabés cómo me curten en el barrio con Rosa y Noemí? son todos nombres de vieja, me los tengo que aguantar. pero se ve que mami pensó en mi futuro, voy a ser ‘Doña Rosa’ o ‘Rosita’”.

Todavía es muy pronto para que ella procese emociones y dimensione lo que conquistó para cubrir el espacio vacío que existía en el historial panamerica­no de las mujeres argentinas. La gloria llegó después de varios días concentrad­a en una escuela naval que queda a diez minutos del coliseo Miguel Grau, en la villa Deportiva Regional del callao cercana al aeropuerto. El reducido equipo representa­nte de boxeo, con solo cuatro atletas, en principio se lamentó por no haber hecho campamento en la villa panamerica­na, allí donde se genera esa comunión tan especial entre atletas de distintos deportes. pero el saldo ofreció una gran efectivida­d, del 75%, si se suman las medallas conseguida­s por Leonela, Dayana y el salteño Ramón Quiroga (mosca, 52 kg), que se colgó la de bronce tras caer en las semifinale­s. “¿Qué representa la medalla? No sé cómo describirl­o, no le encuentro las palabras, estoy demasiado contenta. significa un montón, apuntamos muchísimo a esto y la verdad que valió la pena”, suspira Leonela.

Y vaya si valió la pena. El año arrancó con una concentrac­ión en Brasil, luego vinieron dos giras europeas y después los continuos entrenamie­ntos en el cenard, disfrutand­o de apenas un fin de semana en su querido barrio Juan pablo ii de la ciudad de córdoba. “Entre tantos viajes dije: ‘No me quiero ir más’, porque extrañaba mucho. Tenía que soltar una cosa o la otra, pero mi familia me pegó una patada y me trajo hasta Lima”. Hubo que entrar en foco, aunque siempre conservó el refugio de su fe religiosa.

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Cris bouroncle / AFP Leonela, de 25 años, con toda la alegría y la medalla que obtuvo en peso gallo

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