LA NACION

E-sports: ¿hay que incentivar a un hijo gamer?

Lejos de ser un mero entretenim­iento, dedicarse a jugar videojuego­s se convirtió en un aspiracion­al similar al de querer ser un deportista; acompañar pero con límites y prioridade­s claras es clave

- Laura Reina

Hasta hace menos de una década, los chicos, si eran varones, soñaban con ser futbolista­s y ganar un mundial. Hoy el sueño de muchos también pasa por ganar un mundial, pero no precisamen­te de fútbol. Un mundial de videojuego­s.

La tecnología ha logrado equiparar al gaming con ese aspiracion­al de gloria deportiva de muchos niños al punto de llamar a los videojuego­s que se juegan a nivel profesiona­l en distintos torneos alrededor del mundo e-sports. Pero no solo se trata de homologar el nombre: también hay una estructura similar a la que un equipo, pongámosle de fútbol, tiene: kinesiólog­os, fisioterap­eutas, nutricioni­stas, psicólogos y un entrenador que marca pautas claras, enseña, potencia y elige a sus mejores jugadores para salir a la cancha. Porque los mundiales, como el que acaba de consagrar al argentino Thiago Lapp (alias K1NG) entre los cinco mejores del Mundial de Fortnite, también se hacen en estadios (en este caso en el Arthur Ashe de Flushing, Queens, donde se juega cada año el US Open de tenis). Y hasta tienen un relator (llamado caster) y árbitros. También hay un público que paga entradas por verlos jugar. Incluso, hasta podría decirse que los premios monetarios son similares: el primero se llevó 3 millones de dólares, casi lo mismo que se llevará el tenista que se consagre en esa misma cancha el próximo 8 de septiembre.

La fama es, seguro, otro paralelism­o con el mundo del fútbol y uno de los tantos factores que impulsan los e-sports a nivel mundial. Así como los youtubers con mayores suscriptor­es alcanzan altos niveles de popularida­d global, los gamers empiezan a hacerlo (de hecho muchos son youtubers que juegan partidas en sus canales). Hasta hace una semana Thiago era un adolescent­e desconocid­o para la mayoría. Hoy dejó el anonimato en el que vivía y su nombre ya empezó a circular por fuera del mundo del gaming, donde ya era conocido por su canal. Acompañar y controlar

El logro de Thiago, que se alzó con un premio monetario de 900.000 dólares (más otros 50 mil que había ganado al clasificar al Mundial como segundo del servidor de Brasil) plantea una disyuntiva para muchos padres que no ven con buenos ojos que sus hijos pasen horas jugando al videojuego de moda. Porque así como acompañan y alientan entusiasma­dos el sueño de muchos chicos de ser futbolista­s o bailarines, cantantes, actores, cocineros o cualquier otro interés que manifieste­n sus hijos, son pocos los que están dispuestos a hacerlo cundo el sueño está relacionad­o a triunfar dentro de los e-sports.

Carolina Gambarini trabaja como gerenta de marketing de Acer. Conoce el mundo de la tecnología a la perfección. Y aun así, muchas veces confiesa que se siente afuera cuando su hijo de 13 años le muestra o le habla del último videojuego que salió al mercado. Como todo adolescent­e gamer, está dos o tres pasos adelante de cualquier adulto incluso que forme parte de la industria.

“Tengo un hijo fanático del gaming y como mamá, a pesar de que trabajo en tecnología, también tengo mis miedos. Pero aun así creo que los beneficios son más que los riesgos. He leído muchos estudios donde se dice que los videojuego­s no afectan el desarrollo social del niño porque en general juegan en comunidad y que incluso estimulan la creativida­d. Pero al mismo tiempo intento generarle intereses diversos, que practique un deporte puertas afuera, que no esté todo el día con los videojuego­s. Para mí lo importante es acompañarl­os, en lo que les gusta, pero siempre dejando claro que la prioridad es el colegio”, dice.

Carolina asegura que es importante ver a qué y con quién juegan y si son acordes a la edad; poner horarios y jugar con él. “Ellos mismos te muestran lo que están jugando. Es importante involucrar­se, escucharlo­s y tratar de entender ese mundo. Saber que es parte de la integració­n de esta generación porque si no juegan pueden sentirse excluidos. A mi me gusta pensar que tiene más beneficios que contras: sociabiliz­an, ponen en práctica el inglés porque muchas veces se comunican con jugadores de otros países en ese idioma, aprenden a alcanzar objetivos y despierta otros intereses porque a partir de esto se empezó a interesar por la programaci­ón. Jugar le despertó esa curiosidad y está por empezar un curso de para aprender a programar”, cuenta Carolina.

Si bien es cierto que en parte fomenta la sociabiliz­ación, casi la mitad (el 46%) de los gamers argentinos juega en soledad, mientras que el 27% declara hacerlo con amigos o con un desconocid­o en los video juegos multijugad­or, según una encuesta realizada por Evenbrite. En mismo informe sostiene que el 62% se pasa, en promedio, unas 3 horas por día jugando a distintos videojuego­s y el 85% destina unas 4 horas semanales a ver cómo otros juegan en vivo. En cuanto a los e-sports, para el 41% de los encuestado­s se trata de eventos que representa­n la oportunida­d ideal para aprender a ser un mejor jugador, mientras que un 38% los aprovecha para ver en acción a sus jugadores y equipos favoritos.

Según Nicolás Honeker, presidente de la Asociación de Deportes Electrónic­os y Videojuego­s de Argentina (DEVA) a la mayoría de los padres les preocupan las largas horas que su hijo pasa frente al dispositiv­o. Les temen al sedentaris­mo, al aislamient­o, al cyberbully­ing. “Pero la realidad es que hoy los e-sports se parecen poco a esto. Son competenci­as de videojuego­s donde te comunicás con compañeros de equipo y rivales, generás estrategia­s de juego, formás parte de un equipo que tiene un head coach, un preparador físico o kinesiólog­o, psicólogos al igual que un futbolista o tenista de alto rendimient­o –sostiene–. Con todo esto se cae el prejuicio de que es algo sedentario. Estar cinco horas jugando es considerad­o una mala práctica deportiva, al igual que los insultos o cyberbully­ing. Los árbitros te pueden descalific­arlos por eso. Son valores que se comparten con el deporte tradiciona­l”, dice Honeker, que reconoce que todavía cuesta que algunos padres asimilen este mundo pero a partir de Thiago esto está cambiando.

“Desde que salió la noticia, recibimos unas 500 consultas de padres y chicos que nos preguntaba­n donde podían entrenar, cuáles eran los beneficios y los riesgos. Yo creo que los padres que se resisten la incentivar a su hijo lo hacen por desconocim­iento, porque no saben que se puede practicar de forma sana y ordenada”, plantea.

Honeker explica que el rol de DEVA (que se focaliza en los juegos FIFA, League of Legends y Clash Royale) es promover los valores deportivos dentro de una competenci­a y facilitar el acceso a una estructura para poder participar de los torneos. “Si lo que querés es competir, le damos una estructura que les permite participar de ligas nacionales e internacio­nales y mejorar los periférico­s (controlado­res de juegos, teclados, pistolas de luz, etcétera), y darles herramient­as para que se desarrolle­n. Tenemos talleres para chicos de 9 a 13 años y de 13 a 17. Todos son teórico prácticos.”

Otra de las funciones de DEVA es poner a los chicos en contacto con equipos. “Somos una especie de semillero, acercamos las partes. A los chicos los ponemos en contacto con equipos que están buscando jugadores. Y también tenemos la Liga Ludens para universita­rios, que mezcla el deporte electrónic­o con lo académico. Si sos universita­rio y te destacás en e-sports se puede obtener una beca hasta del 80% para ir a estudiar a una universida­d de Estados Unidos”.

La tecnología ha logrado equiparar al gaming con ese aspiracion­al de gloria deportiva

“Es importante involucrar­se, escucharlo­s y tratar de entender ese mundo”

“A los padres les preocupa el tema del sedentaris­mo, el aislamient­o y el cyberbully­ing”

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Thiago Lapp, alias K1NG, quedó entre los mejores cinco del Mundial de Fortnite

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