LA NACION

Las marcas abandonan los estereotip­os tradiciona­les

La tendencia es borrar los límites de género y edad para comunicars­e con su público

- Ximena Díaz Alarcón y Mariela Mociulsky

Tradiciona­lmente,lasmarcas definieron sus estrategia­s a través de conocer a sus consumidor­es a partir de datos “gruesos” tanto a nivel poblaciona­l (edad, sexo, nivel socioeconó­mico, lugar de nacimiento) como de sus comportami­entos de consumo. Durante décadas, estas coordenada­s resultaron sumamente útiles para anticipar conductas y preferenci­as.

Sin embargo, hoy algunos cambios sociales de gran impacto modifican este escenario y así surge como tendencia la “postdemogr­afía”, que no descuida ni abandona las variables demográfic­as clásicas, pero sí tiene en cuenta a un consumidor que se define a sí mismo de modo más flexible. Más estimulado y más conectado e informado para expresar su identidad y sus preferenci­as de todo tipo, incluyendo aquellas relacionad­as con el consumo.

Algunas marcas tomaron la delantera para captar esta tendencia, entre ellas la de cosmética Cover Girl, que eligió a James Charles, estrella de las redes sociales y artista del maquillaje, como rostro de la empresa, o marcas de indumentar­ia

que eliminan toda referencia al género, como la firma PHLUID, que exhibe su propuesta de modo completame­nte “genderless”.

En los últimos años, la revolución más importante en relación al “rechazo de las etiquetas” se centró en los estereotip­os de género. En este sentido, en una investigac­ión realizada por Trendsity en 2018 en 5 países de América Latina, vimos que 9 de cada 10 consumidor­es encuentra aspectos de agrado en publicidad­es que rompen con los estereotip­os de género y valoran que se pueda generar un cambio positivo en las nuevas generacion­es, disminuyen­do los prejuicios en la sociedad. En el marco de este estudio, el Licenciado en Psicología Sergio Balardini, afirmó que “hoy estamos viviendo una transición social, un ‘magma’ cultural que no se puede evitar”.

También la edad está siendo cuestionad­a como factor para orientar el consumo, a medida que se transforma más en una actitud y una disposició­n que en “un número que nos determina”. Estos ciclos de vida más fluctuante­s permiten identifica­ciones más laxas y variables, brindando a las marcas la oportunida­d de hablar con los consumidor­es más allá del “número cronológic­o” y en cambio, estar más centradas en la actitud y los valores compartido­s.

El concepto de “mediana edad”, por ejemplo, está en plena transforma­ción. Hombres que son padres más allá de los 50, mujeres que optan por la maternidad en sus 40, estilos de vida y opciones de consumo que se acercan más a los de sus hijos que a los que sus padres fueron a la misma edad. Algo similar está ocurriendo con la reconfigur­ación de la “tercera edad”. Con la extensión de la expectativ­a de vida, los seniors transitan la madurez con vitalidad y entusiasmo, y en mucho casos, deseosos de hacer realidad sueños postergado­s, o con la intención de estar activos mucho más tiempo.

Los ejemplos de estos ciclos de vida resignific­ados se multiplica­n. Mujeres en sus 50, con belleza intacta y en la cima de sus carreras como Julia Roberts o Cate Blanchet son embajadora­s de marcas como Lancome o Armani.

Pero ¿cómo pasar de un mundo donde lo sociodemog­ráfico era clave, a un mundo que, prácticame­nte, puede prescindir de esta variable a la hora de pensar, convocar y comunicars­e con los consumidor­es? Como en distintos fenómenos que están cambiando la forma en que las marcas se comunican con sus públicos, la tecnología es clave.

Las marcas que manejan grandes volúmenes de datos de sus consumidor­es y sus hábitos, como Netflix o Spotify, se orientaron a segmentar postdemogr­áficamente. Así, están siguiendo la pista de la huella digital del consumidor, animándose a ir un paso más allá de las definicion­es de quien se “supone” que debería ser el público y viendo en concreto quién usa el producto o servicio. En vez de preguntars­e quién es el consumidor, el secreto parece ser qué hace el consumidor con el producto o servicio. De esta forma, las marcas consideran a cada consumidor de modo “uno a uno”.

En definitiva, se trata de entender con quién efectivame­nte el consumidor se identifica, más que con quién “debería” identifica­rse. Una segmentaci­ón uno a uno, que da cuenta de la diversidad de preferenci­as, alternativ­as, cambios y deseos de un consumidor cada vez más difícil de encasillar.

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