LA NACION

La mística de los cabañeros, por Catalina Bontempo

La historia del joven Serafín Sillero resume el esfuerzo del trabajo cotidiano de las cabañas

- Catalina Bontempo

Serafín Sillero tiene 31 años y cuenta que empezó a venir a la Exposición Rural de Palermo junto a su familia desde que tiene memoria. Es cuarta generación de cabañeros y desde hace tres años concurre a la muestra con una cabaña propia.

“La Rural es un punto de reunión de todos los colegas y, además de ser un plan laboral, cumple una función social”, dijo a LA NACION. Para el joven cabañero, la Rural tiene mística, no solo por su tradición, sino porque cuando era chico pasaba todas las vacaciones de invierno acá adentro. Su bisabuelo era ganadero y aunque no llegó a conocerlo, heredó su pasión por la ganadería. “Yo me formé en la cabaña cuando mi viejo trabajaba ahí”, contó.

Pero su familia dejó de tener cabañas y Sillero pasó años sin pisar la Exposición Rural. Trabajó como cuidador primero y luego como asesor de algunos campos, hasta que un día pudo comprar su primera vaca. “Uno aspira a ser cabañero toda la vida, pero es una actividad que requiere inversión y no es fácil”, sostuvo.

En 2011 logró fundar una cabaña propia, “Quequén Sur”, que está en Coronel Dorrego. Aunque advierte que es uno de los pequeños cabañeros que van ganando terreno en la competenci­a, contó que tiene dos emprendimi­entos, el de la provincia de Buenos Aires y otro en la Patagonia, donde únicamente tiene Hereford con fines para producir genética.

Para Sillero es mala suerte cuando le preguntan si cree que ganará. Sin embargo, se animó: “Tenemos a Frontera, una vaquillona Hereford que el año pasado ganó la Reservada Gran Campeona, y entre las que trajimos es mi preferida”. Este año vino a la muestra con 10 animales, cinco Angus y cinco Hereford. “Si venís buscando el premio no es agradable transitar todo esto, porque no siempre sale como uno espera”, añadió.

Sillero explicó el largo camino hasta Palermo: “Uno diseña y piensa la Rural un año antes, desde que preñan al animal, el amanse, el trabajo del pelo, hasta la alimentaci­ón que es muy precisa, porque cada animal tiene una dieta específica, y después venís acá 15 días”. Incluso se refirió a quienes cuidan el animal diariament­e. “Hay gente que todos los días le da de comer, se fijan si tiene algún dolor, y si ese animal llega a ganar para ellos es importantí­simo y emocionant­e”, afirmó.

En la cabaña de Sillero tienen un equipo de veterinari­os externos a la empresa que hace producción de embriones congelados con fertilizac­ión natural y otro con fertilizac­ión in vitro. “Esos embriones a veces se ponen en receptoras y, en el caso de Hereford, los ponemos en las hembras de Chubut. En el sur solo hacemos implante de 100 embriones por año, mientras que en Buenos Aires tenemos 1400 vacas”, contó.

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Ricardo pristupluk Sillero apuesta a los Hereford

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