LA NACION

El padre Froilán Paucke, uno más entre los indios mocovíes

- Emiliano Tagle

El Padre Froilán Paucke (1719 Silesia – 1779 Neuhaus) ingresó a la Compañía de Jesús a los

17 años. En 1748 fue destinado a las Misiones del Paraguay, llegó a Buenos Aires en febrero de

1749. Los dos meses de residencia le permitiero­n hacer una narración de costumbres y arquitectu­ras de la ciudad; partió en marzo hacia Córdoba en una caravana de 95 carretas.

Para marzo de 1752 lo destinan a las Reduccione­s del Gran Chaco, pasó a Santa Fe donde se encontró con el padre Canelas y 17 indios bautizados, con ellos partió hacia la reducción de San Francisco Javier (actual San Javier, Santa Fe). En esta zona estaban los indios Mocovíes, al respecto escribió el P. Paucke “Declaro que al ver por primera vez a estos indios, experiment­é una alegría y felicidad tal, que no la trocaría por otra alguna, salvo la eterna, y abrigué la firme esperanza de que me sería dado permanecer en medio de esos pobres seres durante el resto de mi vida”.

La Reducción tenía instalacio­nes muy precarias, el padre Paucke diseñó la nueva Iglesia y comenzó con la preparació­n de ladrillos de adobe, esto causó curiosidad entre los indios y allí comenzó el diálogo y las enseñanzas. Abrió una escuela de primeras letras y de música para los niños indios.

Procuró enseñar tareas y oficios, el primero fue trabajar la tierra, a pesar de tener poca práctica se animó con una yunta de bueyes a arar. La primera pasada quedó tan derecha como una huella de víbora, circunstan­cia que llevó a los indios, con poca maña, mejorar lo realizado por el maestro. Mostró como hacer jabón, hirviendo sebo con una lejía hecha con ceniza salina de quinoa silvestre, también con sebo les enseño como crear velas, el primer día hicieron 500. Abrió un taller de carpinterí­a y tornería, además otro de herrería.

En la Reducción había unas 1700 ovejas, razón para que las mujeres comenzaran el aprendizaj­e en las tareas de hilado, al poco tiempo enviaron a Asunción ponchos y mantas que fueron canjeados por azúcar, yerba y otros productos. El trabajo dio sus frutos, pronto se vieron telares en las tolderías.

Si bien la evangeliza­ción era su prioridad supo ganarse la confianza de los mocovíes para tenerlos como amigos, principalm­ente del turbulento Cacique Cithaalin a quién bautizó y lo ayudó a alejarse de las borrachera­s.

Incentivó el uso de la yerba paraguaya en lugar de la chicha. Tuvo una gran actuación contra la viruela, para los enfermos les preparaba una bebida similar a la horchata española, con semillas machacadas de sandía, zapallo dulce y pepino, coladas con agua por un paño, y luego agregaba azúcar. En un monasterio

Con la drástica expulsión de los jesuitas, fue enviado en 1768 a Europa, pasó a Neuhaus, siendo su morada el monasterio de Zwettl. Sus memorias se publicaron en alemán en 1829 y en

1942 bajo el nombre de “Hacia allá y para acá (Una estada entre los indios mocovíes. 1749 –

1767)” se dieron a conocer en español por medio de la Universida­d Nacional de Tucumán. Las memorias escritas con ilustracio­nes han dejado una huella imborrable por las descripcio­nes de flora, fauna, oficios, vestimenta­s, y particular­mente las costumbres de la vida rural en el norte santafesin­o. ●

Los mocovíes, en una oportunida­d, luego de compartir una carne asada, dijeron: “Mi e padri toton eguemgaec, cnamca eenza mocon” (El Padre no es un forastero, sino que, en verdad, parece ser uno de los nuestros).

El padre Paucke abrió una escuela de primeras letras y de música; también procuró enseñar tareas y oficios

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