LA NACION

La comunión

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El lector Martini se queja de que no le dejaron comulgar en la mano en San Luis. La mano es una concesión, no deseada, pero tolerada por los papas desde Pablo Vi. El obispo y el sacerdote (no la conferenci­a Episcopal) tiene potestad de exigir la ley universal, que es comulgar en la boca (preferente­mente de rodillas), tal como pidió la inmaculada Madre en las actuales aparicione­s en Salta (mensajes aprobados por monseñor Blanchoud). Es la mejor forma de comulgar: a) por respeto y amor; b) por reducción de robos como el filmado en una misa del papa Francisco (bit. ly/2yzn0iq), y c) porque evita que Jesús caiga y sea pisoteado, ya que es dogma de fe, que está físicament­e en cada partícula con apariencia de pan a simple vista. El 10/5/1992, en la parroquia Santa María, en avenida La Plata 286, caba, las “miguitas” de medio milímetro se convirtier­on en gotas de sangre. Para evitar perder partículas, la iglesia (Misal Romano, etc.) exige que los sacerdotes se laven las manos antes de consagrar y después de distribuir, además de purificaci­ón de patenas y corporal. ¿Por qué no se exige lo mismo a los laicos? Estigmátic­os como Luisa Piccarreta hanofrecid­otremendos­sufrimient­os en reparación por esta negligenci­a. 1 cor. 11,29: “Quien come... sin discernir el cuerpo come... su propio castigo”. Palabra de Dios. Federico A. Nazar f.nazar@gmail.com

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