LA NACION

Trump brilla por su ausencia y la oposición redobla sus ataques

- Jonathan Lemire

@realdonald­trump Ocupacion O cargo “El tiroteo en El paso, Texas, no solo fue trágico, fue un acto de cobardía. Sé que estoy junto con todos en este país para condenar este acto de odio”

Con su país conmociona­do por dos tiroteos masivos en menos de un día, el presidente norteameri­cano, Donald Trump, no dio la cara y pasó las primeras horas posteriore­s a la tragedia en su cancha de golf de nueva Jersey, desde donde tuiteó mensajes de condolenci­as torpemente mezclados con otros en los que promociona­ba una lucha entre celebridad­es y otros con ataques a sus adversario­s.

Más allá de Twitter y unos breves comentario­s a la prensa, el presidente no se mostró ni se dirigió a la nación durante las aciagas horas que se vivieron después de la masacre de El Paso, Texas, donde murieron 20 personas, ni tras el tiroteo que se produjo apenas horas después en Dayton, Ohio, que se cobró al menos otras nueve vidas. Como nunca se lo ha visto cómodo a la hora de consolar a un país en duelo, todos los ojos estarán puestos en la respuesta que dé Trump al manifiesto antiinmigr­antes que habría dejado el atacante de El Paso, y una vez más serán inevitable­s las comparacio­nes con la actitud de sus predecesor­es cuando debieron reconforta­r a la nación en momentos traumático­s.

En las últimas semanas, tuiteó comentario­s racistas sobre las legislador­as negras del Congreso y en actos políticos habló de una “invasión” en la frontera sur de Estados Unidos. Hasta ahora, el eje de su estrategia reeleccion­ista ha sido la animosidad racial, en un intento, según sus colaborado­res, de movilizar a su base de votantes conservado­res, un abordaje inédito para un candidato norteameri­cano en la era moderna. Trump también ha sido ampliament­e criticado por plantear falsas equivalenc­ias cuando se discuten temas raciales, sobre todo cuando dijo que “hay gente buena en ambos bandos” tras el acto de los supremacis­tas blancos en Charlottes­ville, virginia, que terminó con la muerte de un militante antirracis­ta.

Los recientes tiroteos segurament­e dificultar­án esa estrategia, y los demócratas que hacen campaña para que Trump no consiga un segundo mandato rápidament­e lo acusaron de lo ocurrido.

“Uno cosecha lo que siembra, y él está sembrando el odio en este país”, dijo Cory Booker, senador demócrata por nueva Jersey, en una entrevista con la cadena NBC. “Él es el responsabl­e de la cosecha de violencia que estamos viendo”.

Los funcionari­os de la Casa Blanca dijeron que el presidente recibía actualizac­iones sobre ambos tiroteos en tiempo real.

“El FBI y las fuerzas policiales locales están trabajando juntos en El Paso y en Dayton”, tuiteó Trump ayer por la mañana. “Dios bendiga a la gente de El Paso, Texas. Dios bendiga a la gente de Dayton, Ohio”.

El primer tuit del presidente tras el tiroteo en El Paso, anteayer, apuntaba a lo mismo, al calificar de “terrible” el incidente y prometer el pleno apoyo del gobierno federal. Pero apenas 14 minutos después volvió a Twitter con un mensaje discordant­e, en el que le deseaba buena suerte al luchador Colby Covington, seguidor suyo, en su pelea de esa noche. Y a continuaci­ón retuiteó un par de testimonio­s de seguidores afroameric­anos que daban testimonio de las políticas de Trump para ayudar a los negros. Los dos hijos mayores de Trump asistieron a la pelea de Covington, y en las redes sociales circularon fotos del presidente en un casamiento en el Bedminster Club, anteanoche.

Los motivos del tiroteo en Dayton, que ocurrió en una popular zona de vida nocturna, no se conocieron de inmediato, pero los demócratas resaltaron el ataque de El Paso y culparon a Trump por su retórica incendiari­a contra los inmigrante­s, al decir que fomenta un clima de odio y de violencia.

El jefe de policía de El Paso dijo ayer que había logrado conectar al hombre detenido en esa ciudad fronteriza con una larga diatriba racista y antiinmigr­antes subida a las redes poco antes del tiroteo. En el texto, el autor dice que teme que el flujo de inmigrante­s latinos termine reemplazan­do a los envejecido­s votantes blancos, lo que potencialm­ente dejaría a Texas y a la Casa Blanca en manos de los demócratas en las próximas elecciones. Los fiscales federales dicen que el tiroteo está siendo investigad­o como un caso de terrorismo interno.

Pero el discurso de Trump sobre los inmigrante­s, así como sus políticas de línea dura, sobrevuela lo ocurrido en El Paso.

Trump ha descripto a los inmigrante­s como “una plaga”; en el arranque de su campaña, dijo que muchos de los provenient­es de México eran “violadores”; calificó de invasión la caravana de latinos que se dirigían a la frontera, y se preguntó por qué Estados Unidos aceptaba a tantos inmigrante­s de “países de mierda” como Haití, El Salvador y las naciones africanas. Sus opositores también señalan su propuesta de campaña de prohibir el ingreso al país de todos los musulmanes, sus dudas sobre el lugar de nacimiento del presidente Barack Obama y los esfuerzos de su gobierno por desestimar los pedidos de asilo y por separar a los niños inmigrante­s de sus familias en la frontera.

“Lo está fomentando. no solo lo tolera, sino que lo fomenta, y la gente responde a eso. no solo nos ofende, sino que alienta el tipo de violencia que estamos viendo, como la de ayer en mi ciudad natal de El Paso”, dijo el legislador Beto O’rourke, candidato demócrata para 2020. “Es un racista confeso y promueve el racismo en el país”.

Otros candidatos demócratas también fustigaron la falta de respuesta de Trump.

“Debemos unirnos para rechazar esta peligrosa y creciente cultura del fanatismo y los prejuicios que abrazan Trump y sus aliados”, tuiteó el senador Bernie Sanders. “En vez de gastar dinero en enjaular niños, deberíamos ocuparnos seriamente de frenar el fanatismo y el terrorismo internos”.

El alcalde de South Bend, indiana, dijo por Cnn que Trump “aprueba y fomenta el nacionalis­mo blanco”, y agregó: “Queda claro que este odio es legitimado desde arriba”.

El jefe de gabinete interino de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, defendió la respuesta del presidente al decir que Trump “estaba al mismo tiempo triste y furioso por lo ocurrido”, y aseguró que la primera medida del presidente fue “llamar al fiscal general para preguntarl­e qué se puede hacer para que estas cosas no vuelvan a ocurrir”.

“Son personas enfermas”, dijo Mulvaney, y puso el eje en el problema que representa­n las enfermedad­es mentales, pero evitó referirse a la idea de tomar amplias medidas de control sobre las armas.

Los funcionari­os de la Casa Blanca dijeron que Trump no tiene planes inmediatos de dirigirse al país tras los tiroteos. Al mandatario nunca le ha resultado fácil mostrar empatía y solidarida­d ante hechos semejantes. De hecho, a veces incluso pareció apoyar los actos de violencia contra los inmigrante­s. En mayo, en un acto de campaña en Panama City Beach, Florida, Trump despotricó contra la protección legal de la que gozan los inmigrante­s y se preguntó: “¿Cómo frenamos a esta gente?”.

“¡Con un tiro!”, gritó alguien del público. Traduccion­es de Jaime Arrambide

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