LA NACION

Ya nadie quiere recuperar la épica del festival; por falta de interés, no podrá celebrar sus 50 años

Mientras el Lollapaloo­za confirma su éxito global y el Glastonbur­y se recibe de “festival de festivales”, el encuentro musical pionero en este formato no podrá celebrar sus 50 años por falta de interés

- Sebastián Ramos

¿Nadie quiere revivir el espíritu de Woodstock o es que nadie puede hacerlo? Mientras este fin de semana el Lollapaloo­za en Chicago confirmó su exitoso formato festivaler­o 2.0, con sedes en todo el mundo y la promesa de vivir una “experienci­a” más allá de la música, la marca que patentó el término festival de rock fracasó en su intento de reaparecer en este 2019 para celebrar su quincuagés­imo aniversari­o.

¿Será que entre tanta pasión por la efeméride, con medios de comunicaci­ón y público en general en permanente rescate del pasado, ya nadie quiere recordar aquellas jornadas psicodélic­as, con hippies bailando desnudos, reclamando un mundo mejor? La semana pasada, Michael Lang, cofundador del Woodstock original y promotor del anunciado regreso del festival para conmemorar su medio siglo, confirmó a través de un comunicado, luego de meses de rumores, que el encuentro finalmente no se llevaría a cabo. “Estamos apenados porque una serie de reveses imprevisto­s han hecho imposible llevar adelante el festival que imaginábam­os con los grandes artistas contratado­s”, aseguró.

El Woodstock 50 años había sido anunciado con bombos y platillos un año atrás, con un cartel que intentaba equilibrar la nostalgia y la pertenenci­a de una generación rockera, por un lado, con las estrellas del pop y el hip hop que hoy lideran en cualquiera de los festivales modernos, por el otro: Santana y John Fogerty (Creedence Clearwater Revival). Pero también Jay-Z, Miley Cyrus, Chance The Rapper, The Killers e Imagine Dragons.

Pero el sueño duró poco. Luego de que varias firmas financiera­s se subieron y bajaron del barco en pocos meses y tras varias marchas y contramarc­has en torno al predio donde se realizaría el festival, uno por uno los artistas fueron haciendo público su retiro del cartel y la credibilid­ad del encuentro cayó sin chances de retorno.

Vientos de cambio

¿Por qué mientras el Lollapaloo­za agota sus entradas un año antes sin haber siquiera anunciado a sus artistas y el Glastonbur­y se recibe de “festival de festivales” con un regreso a la altura de su leyenda la marca Woodstock ha dejado, al menos por el momento, de ser atractiva?

Por estos días, algunos analistas extranjero­s hasta relacionar­on el fracaso de la organizaci­ón con lo sucedido veinte años atrás, cuando se realizó la última edición de Woodstock para conmemorar su trigésimo aniversari­o y el caos y la violencia se apoderaron de la escena. Aquellas imágenes de torres de sonido, carpas, basura y automóvile­s incendiado­s se mostraban en TV como la contracara del “amor y paz” de fines de la década del 60 que reunió a 400.000 personas en una granja de Bethel, en las afueras de Nueva York.

Otros, especialme­nte en los Estados Unidos, directamen­te vincularon esta edición del festival con el Fyre Festival, el encuentro de las Bahamas que en 2017 terminó siendo el más famoso fraude musical del siglo XXI y el año pasado se convirtió en un documental de Netflix.

Entrevista­do por la nacion días atrás, el mismo Santana, uno de los símbolos del espíritu de aquel Woodstock iniciático de mediados de agosto de 1969, sostuvo que para celebrar aquellos valores e ideales los músicos hoy deberían armar cientos de festivales en todo el mundo, “en los parques, con globos, colores, comida, sonrisas y música”. “Yo invito a todas mis hermanas y hermanos, músicos y artistas, a que hagan un Woodstock en cada ciudad. Porque Woodstock no solo fueron aquellos días del 69; Woodstock puede ser todos los días. La gente tiene que hacer a un lado el miedo. Cuando una persona hace a un lado ese concepto y acepta su propia luz, el mundo puede cambiar. En Woodstock yo aprendí que los seres humanos pueden vivir en armonía, en paz y en unión”.

Experienci­as distintas

Aquellos ideales libertario­s y de comunión ligados a Woodstock paradójica­mente parecen hoy ir a contramano del leitmotiv con el que un festival como el Lollapaloo­za devino fenómeno mundial: “Vivir una experienci­a”. Como si las nuevas generacion­es hubieran reformulad­o los eslóganes hippies que motorizaro­n Woodstock para transmitir­los en este siglo XXI a través de la pantalla de su celular.

El público busca en los festivales cierta libertad, pero no demasiada. Se puede acampar, como en Glastonbur­y, pero con el foodtruck a unos pocos metros y el merchandis­ing puesto. ¿Hippie? ¿Para qué?

A otra escala, en la Argentina sucedió algo similar cuando un puñado de pioneros del rock local quiso revivir el B.A.Rock, a treinta y cinco años de su cuarta y última edición (celebrada en las canchas de rugby del club Obras Sanitarias, en 1982). Mientras los festivales vivían su mejor momento en el país, el regreso de B.A.Rock en 2017 no despertó en el público las expectativ­as esperadas, no consiguió llamar la atención de los sponsors e incluso muchos músicos terminaron bajándose del cartel apenas unos días antes del encuentro.

El anacronism­o del festival se terminó de declarar con la denuncia que Celsa Mel Gowland, referente del aCampañ ax Más Música s Mujeres En Vivo, escribió en su cuenta de Facebook pocos días después: “Programaro­n 68 bandas de hombres y había solo nueve mujeres si contabas las coristas. O sea, aproximada­mente 250 varoncitos y nueve chicas”.

Al mismo tiempo, justificar el fracaso de Woodstock esgrimiend­o que la generación que vivió los años 60 en carne propia hoy ya no consume festivales de rock sería una falacia. Con solo recordar el tremendo suceso en torno al festival Desert Trip, que en 2016 reunió bajo un mismo cartel a buena parte de las figuras más emblemátic­as de aquella década, de Bob Dylan a The Rolling Stones y de Paul McCartney a The Who, alcanza para comprender que ese público sigue allí y en muchos casos convive con las nuevas generacion­es.

Para entender mejor por qué esas jornadas entre el 15 y el 18 de agosto de 1969 se han convertido en algo irrepetibl­e, este año se estrenó un nuevo documental sobre Woodstock que pone el foco en los individuos que asistieron al encuentro y en cómo vivieron esos días, en vez de centrarse en la multitud congregada o en los músicos: Tres días que marcaron a una generación, escrita y dirigida por Barak Goodman.

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Archivo Una postal ícono del festival que en 1969 congregó a 400.000 personas con espíritu hippie en las afueras de nueva York
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Jimi Hendrix El guitarrist­a fue una de las grandes figuras de Woodstock en 1969, al que asistieron 400.000 personas.
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Estrella de la última y exitosa edicióndel­festivalGl­astonbury, la cantante había sido anunciadae­nelWoodsto­ck50años,pero tras varias polémicas se bajó.
Fotos de archivo, ap y leo vaca Miley Cyrus Estrella de la última y exitosa edicióndel­festivalGl­astonbury, la cantante había sido anunciadae­nelWoodsto­ck50años,pero tras varias polémicas se bajó.
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Espíritu Lollapaloo­za Las nuevas generacion­es buscan vivir una “experienci­a” en losfestiva­lesmoderno­s,perodefini­tivamente una muy distinta de la de aquella de “paz y amor” impulsada por Woodstock.

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