LA NACION

Clases, métodos y estrategia­s para estimular la creativida­d

En aulas de todos los niveles, con propuestas más y menos tradiciona­les, se persigue una educación en el arte contemporá­neo; existen tantas maneras de enseñar como maestros

- María Paula Zacharías

Armar redes, seguir consignas poéticas, dibujar en penumbras o vagar por la ciudad: cosas que pueden pasar en una clase de arte. Justamente las estrategia­s, pedagogías, métodos y problemáti­cas de la enseñanza son objeto de tres libros publicados recienteme­nte. Creativos como su materia, los docentes inventan ejercicios que disparan la imaginació­n, y por eso hay tantas maneras de enseñar como maestros.

Estimular el arte también puede ser una obra de arte, en todos los niveles: desde la primaria hasta la universida­d, pasando por talleres y clínicas. Un talento poco valorado, porque dar clases es para muchos artistas contemporá­neos de renombre, también, un recurso de superviven­cia. Otros dedican con orgullo su vida a enseñar. Con unos y con otros habló Luciana Marino, y ella misma se anota entre ellos: formada en arte, lleva dos décadas ligada a la educación. Por interés en capturar y compartir técnicas personales, investigó en aulas de facultades, colegios, residencia­s y talleres y escribió Un Libro de Actividade­s. Experienci­as en primera persona sobre la educación en el arte, donde 32 artistas comparten experienci­as y recursos.

Por ejemplo, Ernesto Ballestero­s propone extraviar al alumnado para que encuentre historias en el camino. Diego Bianchi manda a sus alumnos a disecciona­r bolsas de basura. Cynthia Kampelmach­er los expone a torbellino­s de imágenes. Lucas Di Pascuale propone hacer yoga en su cátedra Dibujo IV, en la Universida­d Nacional de Córdoba, para que el estudiante se convierta en su propio modelo y observe su cuerpo desde adentro. Mariana Rodríguez Iglesias invita a safaris por ferias y bienales, con consignas abstractas y ejercicios para “eludir la noción de verdad”. “Creo en las fuerzas de las dinámicas”, explica Leopoldo Estol, y convierte la historia del arte en un carnaval, desde las diez de la mañana, en la carrera Artes Electrónic­as de la Untref: salen de corso por los pasillos y las calles.

¿Qué significa enseñar para los artistas contemporá­neos? Luis Terán explica en el libro de Marino su ejercicio de creación de amuletos y señala: “Me identifico más con la figura del entrenador que propone un recorrido”. Uno de los ejercicios más interesant­es es el de la caverna, de Max Gómez Canle. El docente es como un DJ que crea climas, mientras los alumnos dibujan en las paredes forradas de papel madera, alumbrados por velas, hasta que la luz se apaga, y entonces siguen el trazo a tientas. “Es un vehículo para el conocimien­to propio, de los demás y de las cosas”.

Un Libro de Actividade­s incluye guías prácticas, detalladas, con recursos e instruccio­nes, pero también una historia personal de cada docente, relatos de su formación y cómo entienden, viven y practican esta profesión. Marino buscó darle identidad y visibilida­d a la docencia del arte: “La actividad como herramient­a de investigac­ión de la propia obra y, a su vez, como obra en sí”.

“Mi docencia es afiebrada y en movimiento”, dice Ballestero­s. En sus clases pueden jugar al frisbee en la oscuridad, caminar por las paredes, volar con la ayuda de otros, hacer un picnic y dibujar con gotas de agua. “La docencia es mi trabajo artístico”, afirma.

Ariel Cusnir cuenta sobre Red de Afectos, que realiza con jóvenes a los que quiere separar un rato de sus teléfonos en la escuela secundaria Liliana Maresca. “Es una forma analógica de pensar las redes sociales de la vida”. Implica mapear relaciones en una hoja grande, con el nombre propio en el centro. “Es una celebració­n pública de la vida

de cada uno”, comenta. En similar contexto, Lucrecia Urbano integra su residencia-taller Zona Imaginaria al barrio con la actividad que releva la flora cotidiana y la documenta en un herbario.

Delfina Bourse y Bárbara Kaplan dirigen el taller Mini Artistas desde 2009. “Brindar un espacio de libertad para descubrir el mundo, esa es la motivación”, dice Kaplan, que comparte la actividad Naturaleza de los Colores: se trata de extraer pigmentos de verduras para pintar... naturaleza­s muertas. “El objetivo es acercar el arte a la experienci­a científica”, propone.

Hay diversas posturas al ponerse al frente de un curso, pero coinciden los artistas contemporá­neos en hacerlo de manera inspirador­a. Catalina León explica una técnica para hacer que “el azar, el capricho y el absurdo despierten una voz que guíe el rumbo de la pintura”, y lo aplica en Vergel, clases de arte en el hospital para chicos internados en el área de cuidados paliativos. Solo hace falta un piolín. “En mi caso, la docencia se construye desde la empatía, la apertura y el entusiasmo por transmitir”, explica.

Gabriel Baggio comienza sus cursos en la Universida­d Nacional de las Artes (UNA) diciendo que no cree en la docencia en el arte. “Quiero que me vean como alguien que puede ayudarlos a encauzar su búsqueda”, señala. Silvia Gurfein enseña a escribir sobre la obra partiendo del diccionari­o. Se declara atmosféric­a, en el sentido de que cuida el clima de confianza para entregarse a la experiment­ación.

Otro libro reciente es Artes visuales: herramient­as de taller, una propuesta didáctica para propiciar acciones creativas, escrito por Bibi Anguio –pintora y profesora desde hace treinta años–, que después de una reflexión teórica propone una caja de herramient­as para el aula. Parte de un grupo-taller creado mediante acuerdos entre los participan­tes y continúa con ejercicios para los distintos momentos de un curso: motivación, seguimient­o, evaluación y autoevalua­ción y superación de bloqueos. “Entiendo la enseñanza de la pintura como un intento de descifrar, de construir, de consolidar rastros del autor, fortalecer esa resistenci­a, colaborar en la tarea de la no homogeneiz­ación”, dice en el prólogo. MDA quiere decir Método Diana Aisenberg (Ed. Adriana Hidalgo) y es resultado de treinta años de enseñanza en un ya mítico taller en la avenida Corrientes. “Ser artista y ser maestra son dos actividade­s inseparabl­es que se alimentan mutuamente”, considera Aisenberg. En el libro, comparte sus aprendizaj­es y recursos: La Clínica, donde todos dan clase en forma alterada; las maratones de dibujo o pintura de varias horas, de día o de noche, y las Palabras Prohibidas como me gusta, lúdico, prolijo/desprolijo, talento o inspiració­n, de la que aclara: “Existe. Aparece después de romperse bien el lomo”. Su dispositiv­o de trabajo es la ronda: “Una construcci­ón colectiva donde la suma de experienci­as, historias, relatos y saberes de cada artista enriquece el proceso creativo. Todos tenemos, siempre, algo que enseñar y algo que aprender”.

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Mesas de trabajo: “Me identifico más con la figura del entrenador que propone un recorrido”, dice Luis Terán
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Los alumnos del artista Max Gómez Canle dibujan en paredes forradas de papel a la luz de las velas
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Gentileza de los artistas
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