LA NACION

El triunfo del “invicto” y un récord argentino en los 15K de Palermo

Joaquín Arbe fue el ganador por cuarto año consecutiv­o y Daiana Ocampo, la mejor marca sudamerica­na; hubo 11.000 corredores

- Ezequiel Brahim

“De los $20.000 que gané, me llevo diez para el viaje”, cuenta Joaquín Arbe, ganador de los 15k por cuarto año consecutiv­o, que horas después de correr voló a entrenar a la altura de Cachi, Salta (2.300 metros). “Y los otros diez se los mando a Esquel a mi señora, para comprar la cuna de Eric”, añade, en referencia a su hijo que nacerá en las próximas semanas. Es que, entre los 11.000 corredores que desbordaro­n la porteña avenida Figueroa Alcorta desde las 8 de la fresca mañana del domingo para competir en la carrera que organiza la empresa New Balance, se agitaban igual cantidad de historias. De superación, alegría, esfuerzo, bienestar y adrenalina competitiv­a. Pero solo dos corrieron más rápido que el resto, y habló la nacion con ellos: Arbe, el primero en cortar la cinta de llegada, y Daiana Ocampo, la dama más veloz de la jornada.

“He llegado a acompañarl­a dos horas a la par en bicicleta cuando sale a correr. Le llevo agua, geles, y sí, se hace un poco largo”, confiesa Damián, esposo de la ganadora, ex árbitro profesiona­l de fútbol y uno de sus principale­s pilares. “Creo que ya hace más de medio año que no salimos un sábado a cenar porque los domingos hay que entrenar”, sonríe, y levanta a Amparo, la hija de ambos de dos años. Pero vaya si valió la pena: Ocampo logró con 50m36s el récord argentino de 15k y la mejor marca sudamerica­na del año. Muy cerca llegaron la tucumana María Ovejero, con 51m26s y la bonaerense María Luz Tesuri, con 52m58s. Mientras las tres, arriba del podio, brillan para los flashes, abajo es Hugo Bressani, el entrenador de Ocampo, el que descubre el secreto. “La conozco desde sus primeros trotes y su mayor virtud es la prolijidad, con once entrenamie­ntos cada semana. En el último año solo faltó a tres, y porque estaba enferma”.

Ocampo ya había tenido su experienci­a en la edición 2017 de esta prueba, cuando fue segunda. “Sí, un poco me quedó la espina de esa vez”, dispara y luego se calla, piensa un poco y se desdice. “En realidad no es espina, yo estaba contenta también, y sin tener delante a María Luz [Tesuri], no hubiese hecho mi mejor marca ese año; en realidad ese segundo puesto me ayudó a crecer”, analiza Daiana y ahora sí se hace con Amparo, que juega con el trofeo. El sueño de Ocampo en cada entrenamie­nto es olímpico porque, a menos de un año para Tokio 2020, su calendario de competenci­as está enfocado en los Juegos. En tres semanas estará corriendo en Asunción, Paraguay, en el campeonato Sudamerica­no de Media Maratón, donde ayer demostró que podrá aspirar a medalla. Luego volverá a casa y enseguida tomará un vuelo a Cachi, para entrenar para la Maratón de Buenos Aires, que será también campeonato Sudamerica­no. “Tengo pasaje a Salta para el 27 de agosto”, aclara Daiana, un poco triste. Es el día del cumpleaños de su hija.

Hacia ese mágico pueblito salteño de tres mil habitantes, lugar de entrenamie­nto de los mejores del país y de la región, voló este lunes Arbe, pero antes tuvo que hacerlo sobre el asfalto porteño para llevarse el triunfo. Es que el entrerrian­o Martín Méndez y el riojano Gustavo Frencia le pisaron los talones hasta los últimos metros, varias veces estuvo atrás y parecía que la cuarta era la vencida, que por primera vez el atleta de Esquel iba a perder en esta carrera. Pero en el kilómetro 12 Arbe lanzó su metro sesenta y cinco de altura hacia adelante y no miró para atrás. “Pensaba en el bonus que me daban si bajaba el récord de circuito”, revela, “pero la verdad, no pude”. El premio eran $10.000 más y el récord es la propia marca de Joaquín del año pasado: 45m20s. Ganó, pero no pudo contra sí mismo.

Quedó a 56 segundos de su mejor marca, escoltado por Méndez solo a 8 segundos, y fue Frencia el que completó el podio con 46m51s. “Igual yo estoy muy contento”, asegura Joaquín. “Me voy a Cachi por primera vez en mi vida. Quise muchas veces pero nunca pude, y ahora me dieron una mano grande mis auspiciant­es. Con los pesos que sumo hoy, viajo tranquilo”. ¿Qué tiene ese pueblo que llama a los atletas como sirenas a marineros? La altura ideal para lograr una adaptación fisiológic­a para los deportes de gran consumo aeróbico, una pista de atletismo y muchos caminos de tierra para recorrer: un buen atleta no necesita más.

Arbe también tendrá allá 170 kilómetros por semana para sus piernas y, según aclara, la tranquilid­ad para dedicarse a entrenar. “En casa, cuando llegue Mateo ya vamos a ser cinco, así que estoy construyen­do la pieza de los nenes (no solo tiene el oficio de atleta sino también de albañil) y la verdad es que algunos entrenamie­ntos me vengo salteando para poder terminarla”.

Lejos de su casa en construcci­ón y cerca de las nubes, Arbe entrenará pensando en la Maratón de Buenos Aires. En 15 kilómetros escribió una hoja más de su larga historia. Ocampo también contó la suya y sobre el final dejó la intriga: “Casi toda la carrera me acompañó codo a codo otro corredor, uno bastante morocho. No sé quién es, pero me vino estupendo para poder meter el récord, casi que cruzamos la llegada juntos”. Dos ganadores, un desconocid­o y 11.000 historias más transitaro­n la fresca mañana del domingo porteño.

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Prensa nb una marea de 11.000 corredores desbordó la avenida Figueroa alcorta

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