LA NACION

Divine Comedy sale de su zona de confort sin perder identidad

★★★★ office politics: “queuejumpe­r”, “office politics”, “norman and norma”, “absolutely obsolete”, “infernal machines”, entre otros

- Alejandro Lingenti

The Divine Comedy sale de su zona de confort con su nuevo disco, Office Politics. Quizá no es el mejor disco de The Divine Comedy, pero probableme­nte sí sea el más arriesgado de la carrera de Neil Hannon, un irlandés culto, sofisticad­o y elegante que en los últimos veinte años ha probado con creces su completo dominio de un pop de cámara exquisito y construido en base a referencia­s intachable­s (Scott Walker, Morrissey, Electric Light Orchestra).

Basta con escuchar el delirio sonoro de “The Synthesise­r Service Centre Super Summer Sale” o el inesperado acercamien­to a los ominosos climas de la música de Trent Reznor de “Infernal Machines” como para comprobar que Hannon eligió esta vez salir, al menos de a ratos, de lo habitual. Ni hablar de “Philip and Steve’s Furniture Removal Company”, un bucle lisérgico pensado como soundtrack de una sitcom imposible protagoniz­ada por los pioneros del minimalism­o Steve Reich y Philip Glass en la Nueva York de los 60.

Los fans de toda la vida, de todos modos, no deben alarmarse: también hay canciones de esas que cimentaron el prestigio de The Divine Comedy (“Norman and Norma”, “The Life and Soul of The Party”) y en las que el autor puede revelar su amor por los relatos de aliento victoriano (Hannon es, igual que Ray Davies, un continuado­r del estilo de Dickens en el universo de la música pop) o por los climas del soul y la música disco.

Hay, más allá de esa heterogene­idad explícita, una línea conceptual que recorre

el repertorio de este álbum doble (una hora repartida en dieciséis tracks): la perplejida­d provocada por un mundo en el que la intromisió­n de la tecnología se va tornando cada vez más agobiante. Hannon tradujo esa preocupaci­ón en un disco con generosas dosis de sintetizad­ores que funciona como rescate emotivo de aquello que él escuchaba con fruición en su adolescenc­ia –The Human League, OMD, Gary Numan, Ultravox, Soft Cell–, sazonado con letras que recuperan, con su habitual agudeza, los clichés de algunas de sus series favoritas (The Office, The Rise and Fall of Reginald Perrin, The Likely Lads).

Office Politics puede leerse como una crónica, atildada y en tono de comedia ligera, de las pequeñas miserias y las desventura­s cotidianas del mundo del trabajo asalariado de la middle-class global, como advierte de entrada la corrosiva “Queuejumpe­r”, orientada a satirizar lo que aquí conocemos como “viveza criolla”. En el videoclip de ese tema, Hannon nos muestra que las percusione­s pueden provenir de un xilofón o de un matafuego, que se puede hablar de cosas serias sin caer en la solemnidad y que el pop nació para ser a la vez profundo y liviano.

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