LA NACION

Toni Morrison

1931-2019 la pitonisa de la américa neGra

- Dolores Graña

“Todos morimos. Tal vez ese sea el significad­o de la vida. Pero tenemos el lenguaje. Tal vez esa sea la medida de nuestras vidas”, afirmaba Toni Morrison en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, que ganó en 1993, cuando se convirtió en la primera mujer negra en recibir ese lauro. Entonces, “apenas” seis libros le alcanzaron a la Academia Sueca para distinguir­la por “su fuerza visionaria” y su capacidad de expandir los límites del lenguaje.

En el escenario, Morrison –que murió anteanoche, a los 88 años, en un hospital de Nueva York, a causa de las complicaci­ones de una neumonía– eligió presentar una parábola sobre una anciana ciega y sabia a la que unos jóvenes se acercan con un ave en sus manos preguntánd­ole burlonamen­te si el pájaro estaba muerto o vivo.

Morrison, fuera de los Estados Unidos, hizo su nombre tanto con el inédito Nobel como por su memorable discurso, que elegía imaginar al frágil pájaro como el lenguaje en mano de sus captores y a la anciana, como una experiment­ada escritora con rasgos similares a los suyos: “La reputación de su sabiduría no tiene par ni tampoco provoca duda alguna –recitaba–. Entre su pueblo representa tanto la ley como su transgresi­ón. Los honores que se le rinden y la veneración que causa su figura alcanzan mucho más allá de su vecindario, a lugares lejanos; hasta la ciudad, donde la inteligenc­ia de los profetas rurales es materia de diversión cotidiana”. Su aspecto de pitonisa, con largos

dreadlocks entrecanos, la túnica y esa voz de amplio registro que usó con habilidad dramática a lo largo de cuatro décadas de intervenci­ón pública sellaron el efecto. Entre la anciana ciega y Morrison no había distancia.

Nacida como Chloe Ardelia Wofford el 18 de febrero de 1931 en Lorain, Ohio, y graduado en Filología Inglesa en la Universida­d de Cornell en 1955, Morrison –que usó como nom de plume su apodo infantil y el apellido del arquitecto jamaiquino del que se divorció en 1964– alternó la enseñanza universita­ria con su trabajo como editora en Random House, donde publicó a escritores, activistas y deportista­s negros como Henry Dumas, Angela Davis y Mohammed Ali. Su proyecto de compilar The

Black Book, un volumen enciclopéd­ico que intentaba reunir tresciento­s años de “experienci­a negra”, la llevó en 1974 a la historia de Margaret Garner, una esclava que, a punto de ser recapturad­a en Cincinatti, tomó la trágica decisión de sacrificar a su hija pequeña para salvarla de una vida en cautiverio. Sería el germen de su novela más conocida, Beloved (1987), por la que ganó el Premio Pulitzer y el American Book Award. Oprah Winfrey, acaso la figura que heredó la condición oracular de Morrison en la sociedad norteameri­cana y una de sus admiradora­s más fervientes, protagoniz­ó la versión fílmica del libro (también fue convertida en una ópera, con libreto de la propia escritora, en 2005). Jazz, de 1992, sobre el Harlem de los años 30, y Paraíso, de 1996, centrado en una comuna que pretende emular el Jardín del Edén con violentos resultados, completan una libre trilogía.

La enorme fama de Morrison en los Estados Unidos provenía no solamente de lo que en otras épocas definiríam­os como su “estatura moral”, encarnada en su infatigabl­e compromiso en la lucha por los derechos civiles en su país (“aquí, la liberación femenina floreció mejor en el suelo preparado por la liberación negra”, expresó, uniendo lo que creía dos facetas de una misma desigualda­d). Sus doce volúmenes de ficción, entre novelas y cuentos, fueron tanto best sellers como éxitos de crítica, ayudados por las frecuentes aparicione­s de la escritora en los medios norteameri­canos en momentos de zozobra interna, en las que enfrentaba al público con la violencia inherente en los orígenes de los Estados Unidos, y dándoles voz a los silenciado­s por la historia como único modo de aprender otra forma de convivenci­a que superara el “pecado original” norteameri­cano: “La falta de libertad en el corazón del experiment­o democrátic­o”, la llamó. Además de ficción, publicó cinco libros infantiles, nueve de no ficción, dos obras de teatro y el libreto de aquella ópera.

Los innumerabl­es premios recibidos –el Premio Nacional de Literatura, el premio PEN/Saul Bellow a la trayectori­a literaria, la medalla Jefferson, entre muchos otros– no la pusieron en un pedestal ni la mantuviero­n apartada de la actualidad ni de los vaivenes de la política, siempre identifica­da con el Partido Demócrata. En 1998, cuando el entonces presidente Bill Clinton enfrentaba la posibilida­d de ser destituido por el ocultamien­to de su relación con Monica Lewinsky, declaró: “Clinton es el primer presidente negro de los Estados Unidos”.

En 2012, recibió la Medalla Presidenci­al de la Libertad de manos del entonces presidente Barack Obama ( junto a otro futuro premio Nobel, Bob Dylan). El primer mandatario, que afirmaba que La canción de Salomón (1977) era el libro al que retornaba para entender la naturaleza cíclica del sufrimient­o humano, la despidió ayer al afirmar que su obra “era un bello y significat­ivo desafío a nuestras conciencia­s y nuestra imaginació­n moral”.

Morrison publicó su primera novela a los 40 años. Sus jefes en Random House le plantearon un ultimátum: si se dedicaría a escribir o editar lo que escribían otros. Ojos

azules (1970) narraba la historia de una niña negra que quiere parecerse a las muñecas con las que jugaban las niñas blancas. Su última novela fue La noche de los niños (2015). Todas están disponible­s en español en Penguin Random House en formato e-book.

“Morrison animaba la realidad en un estilo que no tenía precedente en la lengua inglesa. Su prosa, luminosa y plena de melopeyas, resuena con las cadencias de la tradición oral negra. Sus tramas son oníricas y no lineales: viajan hacia atrás y adelante en el tiempo como si sus personajes cargaran con el peso de la Historia en cada uno de sus actos”, definía ayer Margalit Fox en las páginas de The New York Times, acercando la tumultuosa convivenci­a en sus obras de mito, magia y superstici­ón al realismo mágico latinoamer­icano.

The Pieces I Am, un documental que recorre su educación como escritora y reafirma la importanci­a de su trabajo como editora en la difusión de escritores afroameric­anos, acaba de estrenarse en su país. Allí, varios colegas y sucesores recordaban entre sonrisas –por esa mezcla de sencillez y seguridad que combinaba en su figura– una de las muchas frases memorables de Morrison, que enseguida conocida la noticia de su muerte se compartier­on en las redes sociales para recordarla: “Si hay un libro que querés leer pero aún no se ha escrito, entonces es que tenés que escribirlo”.

TONI MORRISON

ESCRITORA NORTEAMERI­CANA

”Si solo podés ser considerad­o alto porque otra persona está de rodillas, tenés un serio problema”

“Puedo aceptar las etiquetas porque ser una escritora negra no es un lugar poco profundo, sino muy rico desde el cual escribir. No limita mi experienci­a, la expande”

“La función de la libertad es liberar a otro”

“En los Estados Unidos, ‘americano’ significa blanco. Todo el resto tenemos que usar un guion: afroameric­ano, asiático-americano y así”

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Afp Morrison, una figura oracular para la sociedad norteameri­cana

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