LA NACION

El verano trash de Matteo Salvini: lejos de escandaliz­ar, le suma votos

El hombre fuerte del gobierno protagoniz­ó incidentes que generaron grandes polémicas sin alterar su popularida­d

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

ROMA.– Todos recuerdan los veranos italianos de la época dorada del magnate Silvio Berlusconi, el primer ministro más longevo de Italia, que en mayo pasado, a los 82 años, fue elegido diputado del Europarlam­ento. Al margen de sus fiestas en Villa Certosa, su mansión de Cerdeña, nadie olvida cuando en 2004, durante una visita de su entonces par británico, Tony Blair, se puso en la cabeza un pañuelo estilo pirata, no solo para parecer más joven, sino también para ocultar un trasplante capilar.

Pero este año también quedará en los anales por el verano trash de otro político tan carismátic­o como Berlusconi y ahora en la cresta de la ola: Matteo Salvini. El ministro del Interior, viceprimer ministro y hombre fuerte del actual gobierno populista, líder de la ultraderec­hista y xenófoba Liga, en efecto, en los últimos días de temperatur­as africanas también dio mucho que hablar por su estilo.

De vacaciones con sus dos hijos en Milano Marittima, localidad de la Riviera adriática, Salvini, de 46 años, no cultivó el perfil bajo. Con base en el balneario Papeete Beach, que convirtió en su cuartel general y donde incluso concedió entrevista­s, fue protagonis­ta de hechos que generaron grandes polémicas. Controvers­ias que segurament­e hicieron levitar su ya alta popularida­d.

Salvini armó revuelo cuando salió a la luz que su hijo de 16 años, Federico, había andado en una moto acuática de la policía. El diario La Repubblica filmó el momento en el cual, chapoteand­o en la orilla, el ministro del Interior se puso a charlar con unos agentes de patrulla en la costa. Segundos después, su hijo, con chaleco salvavidas, se subió a la moto de un policía y desapareci­ó entre las olas. En la filmación también se ve cómo dos guardaespa­ldas de Salvini, que se autodefini­eron policías –pero que no lo eran–, intimidaro­n al periodista para que dejara de filmar.

De hecho, luego de salir a la luz la noticia, con la respectiva imagen, Salvini se disculpó y admitió que eso había sido “un error de papá”. No obstante, cuando en una posterior conferenci­a de prensa el camarógraf­o que registró el incidente le preguntó sobre el hecho, Salvini reaccionó con insultos.

Pero fue lo que pasó en el atardecer de otro día de vacaciones en el ya mítico Papeete Beach lo que para muchos observador­es superó todos los límites. A la hora del aperitivo, con mojito en mano y mientras varios jóvenes bailaban sobre una tarima, Salvini, con el torso desnudo, se puso en la consola a hacer de DJ. Y, como para dejar claro su soberanism­o –“los italianos, primero”–, hizo sonar el himno italiano en versión house. A ese ritmo comenzaron a moverse diversas cubiste (chicasmode­lo) que animan las fiestas del establecim­iento balneario en tangas animal print.

Para muchos, fue la gota que rebasó el vaso. “El himno nacional se pasa en determinad­as circunstan­cias, bien previstas por el protocolo. Y es necesario que todos se atengan a esas circunstan­cias”, clamó el general de brigada Francesco Maria Ceravolo, que se hizo eco del malestar que esas imágenes provocaron en las Fuerzas Armadas. Imágenes que, todos los analistas coinciden, no dañaron un ápice la alta popularida­d del líder de la Liga, que sueña con ser premier (aunque ya actúa como tal).

Salvini, que en las elecciones europeas de mayo pasado arrasó, al alcanzar más del 32% y duplicar los votos de su socio-enemigo en el gobierno Luigi Di Maio, líder del Movimiento Cinco Estrellas, nunca descansó en sus vacaciones. En traje de baño y chancletas, siguió en modo campaña –su estado permanente–, mientras hacía de padre de Federico –de su primer matrimonio– y de Mirta, de 6 años, fruto de otra relación, terminada hace años.

Lejos de escandaliz­ar a los veraneante­s italianos con su estilo desenfadad­o, con la cruz de tau de madera –de los franciscan­os– colgada al cuello, llevando hasta el mar sobre sus espaldas a la más pequeña, conquistó a abuelas, señoras y señoritas, pero también a varones de todas las edades. Simpático, malhablado, directo, carismátic­o, xenófobo, macho alfa –su novia es 20 años menor–, jamás negó una selfie a los fans que hacían fila al lado de su sombrilla.

Determinad­o a seguir cosechando votos y a la espera de que salte por los aires su extraña alianza con Di Maio, Salvini seguirá haciendo campaña el resto de su verano trash.

“El Matteo Salvini que toma, baila y canta en el Papeete Beach es ‘uno de nosotros’ o es percibido como tal por al menos el 39% de los italianos”, lamentó el editoriali­sta del Corriere della Sera, Aldo Cazzullo, en un artículo que evocó el drástico cambio de estilo vacacional que hubo a lo largo de las últimas décadas entre los políticos italianos. La nota recordó, con foto, que Aldo Moro –líder de la desapareci­da Democracia Cristiana y dos veces premier, asesinado por las Brigadas Rojas en 1978– solía ir de traje a la playa. Y admitió que lo de ahora refleja “no solo una evolución o involución de las costumbres”, sino también “una mutación antropológ­ica de nosotros, los italianos”.

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Dpa Salvini, en una pileta del balneario Papeete Beach

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