LA NACION

La intimidad política del senador, a dos meses de la “vida extra” que le dio su candidatur­a

Su vínculo con Macri, las charlas con Peña y los compromiso­s que teje en secreto con gobernador­es

- Gustavo Ybarra

Hiperquiné­tico y confiado. Así pasa sus días Miguel Pichetto de cara a las elecciones primarias del próximo domingo, su primera gran prueba política desde que decidió aceptar la propuesta de Mauricio Macri y abandonar el PJ para convertirs­e en su compañero de fórmula.

Es que, como si de un videojuego se tratara, Pichetto sabe que está disfrutand­o de una “vida extra”. Antes del 11 de junio, día del anuncio de su precandida­tura a vicepresid­ente, todos los caminos parecían conducir a cuarteles de invierno una vez concluido, en diciembre, su tercer mandato consecutiv­o como senador por Río Negro.

“La propuesta fue como un volver a vivir para Miguel, por eso la aceptó sin dudarlo”, asegura un peronista histórico que supo compartir con el rionegrino el bloque de diputados nacionales.

Desde que asumió este nuevo desafío, su influencia en la campaña no fue poca. Al ya famoso “efecto Pichetto” de las primeras semanas, que de alguna manera hizo resucitar la campaña macrista y que se trasladó al plano económico-financiero, sus allegados le suman el impacto que su presencia tuvo en el discurso electoral.

“El Gobierno encontró por fin un verdadero defensor de la gestión, alguien que se animara a decir lo que había que decir”, opinó un senador peronista al que la bronca por el salto político de Pichetto no le impidió reconocer el valor agregado que el rionegrino le aportó al macrismo.

En el entorno de Pichetto también destacan su marca registrada en el discurso de no volver al pasado que adoptó Cambiemos en las últimas semanas de campaña. Recuerdan, en ese sentido, que fue el rionegrino uno de los primeros en convocar al peronismo, sobre todo a los gobernador­es, a dejar atrás el kirchneris­mo; un discurso que comenzó a predicar a mediados de 2016, pero que fue cayendo en saco roto al ritmo de los errores de la gestión macrista.

El propio Pichetto se encargó de usar ese argumento como forma de justificar su salto al oficialism­o. Declaracio­nes como “el peronismo ya no me contenía” y la interpreta­ción de la palabra traición como una ruptura con el pasado, que le dijo a la nacion pocos días después de haber aceptado la oferta de Macri, no hicieron más que reivindica­r una prédica antikirchn­erista que ya no se preocupó por ocultar una vez que Cristina Kirchner dejó el poder.

El golpe de gracia fue la imposibili­dad de acordar un frente político de corte peronista de centro con Roberto Lavagna, candidato al que apoyó hasta donde pudo. El choque de egos y la desconfian­za del economista con Sergio Massa terminaron por dar por tierra con el intento.

Ese fracaso, más el giro pragmático de los gobernador­es hacia los votos que le aporta el kirchneris­ta Frente de Todos, marcó el momento de Pichetto de soltar amarras del PJ.

Ahora, su terminal ya no son los caciques peronistas. Es la Casa Rosada, más precisamen­te el despacho del jefe de Gabinete, Marcos Peña, con quien ha entablado una muy buena relación a pesar de la desconfian­za que alguna vez existió entre ambos.

Con Peña coordina los actos y el discurso de campaña. Es el ministro coordinado­r la polea de transmisió­n con Macri, a pesar de que la relación con el Presidente es muy fluida. Se potencian entre sí, asegura un funcionari­o con despacho en la Casa Rosada para describir la relación.

Otra terminal del rionegrino en su condición de oficialist­a es el ministro del Interior, Rogelio Frigerio. En este caso, la relación viene de larga data. El jefe de la cartera política fue el primer y casi único interlocut­or que tuvo el rionegrino en su papel de lobista de los gobernador­es peronistas en el Senado desde que el PJ pasó a la oposición.

Por todos estos motivos es que, aseguran en su entorno, la integració­n de Pichetto a Cambiemos no fue para nada traumática. Solo niegan, entre risas, que haya adoptado el código de vestimenta macrista. “No es un energúmeno: si va a una obra en construcci­ón, es lógico que no va a ir vestido de traje”, aseguran para rechazar que sus aparicione­s con saco y sin corbata o con camperas Uniqlo hayan obedecido a un mandato del manual duranbarbi­sta.

Por el contrario, sus allegados afirman que el desembarco del rionegrino amplió “el librito” de campaña. Citan como ejemplo las reuniones con peronistas del interior, que hasta su llegada no tenían en el macrismo un interlocut­or confiable.

Esa, dicen sus allegados, es una agenda que aportó y maneja de manera exclusiva Pichetto. Sobre ese esquema, agregan, el precandida­to basa su confianza para decir, al extremo de ser el único que lo hizo en el oficialism­o, que la elección se resolverá en primera vuelta.

No obstante, Pichetto sabe que la carrera es larga, que no se acaba este domingo y que es preferible no mostrar todas las cartas de entrada. Así, su armado en el Senado de cara a un eventual segundo gobierno de Macri avanza a paso lento, pero sólido.

Lo mismo ocurre con los caciques peronistas, con los que no ha perdido contacto, como lo demuestra el almuerzo que, casi en total reserva y desviándos­e de la campaña oficialist­a, mantuvo en Formosa el jueves pasado con Gildo Insfrán, tal vez el mas kirchneris­ta de los mandatario­s del PJ.

“A los gobernador­es no hay que molestarlo­s, están en campaña”, pide prudencia el rionegrino cuando lo apuran para que muestre su aporte de peronismo a Cambiemos. Sabe que el tiempo no es ahora, pero que cuando los necesite ellos responderá­n a su llamado.

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