Intervenciones rusas en asuntos de otros países
De s d e hace ya tiempo, los medios de comunicación recogen y se hacen eco de información acerca del uso reiterado de las redes sociales por parte de Rusia para, a través de ellas, difundir noticias falsas capaces de impactar en la política interna y, peor aún, hasta en los procesos electorales de los principales países europeos.
Las cosas parecen estar agravándose todavía más, ya que algunas noticias aseguran que Rusia habría financiado directamente a la ultraderecha italiana como parte de sus recientes esfuerzos por tratar de socavar las democracias del Viejo Continente y debilitar a la Unión Europea.
La información sugiere que Rusia habría facilitado en 2018 a la extrema derecha italiana, liderada por
el actual líder de facto del gobierno italiano y admirador abierto de Vladimir Putin, Matteo Salvini, nada menos que unos 65 millones de dólares para su campaña.
El dinero se habría entregado a través de un intermediario, Gianluca Savoini, un experiodista casado con una mujer rusa. Y habría sido obtenido a caballo de una venta clandestina de petróleo crudo, en condiciones distintas de las de los mercados.
El diablo parece haber metido la cola a través de la revelación del contenido de una presunta grabación no autorizada de conversaciones telefónicas mantenidas por varios actores políticos italianos y rusos, que así parecen asegurarlo. Esos diálogos están siendo investigados en lo que promete ser un episodio largo, cargado de alta tensión política, que recién comienza a conocerse y puede tener consecuencias graves y hasta derivar en algunas sorpresas de envergadura.
Las intervenciones electorales rusas en el exterior, cabe agregar, no necesariamente se limitan al escenario norteamericano o al europeo. Hay quienes han dejado trascender que algo parecido podría ocurrir también entre nosotros, este mismo año, en oportunidad de nuestras próximas elecciones presidenciales.
Esto debería prevenirse con el objeto de evitar intervenciones clandestinas, sean del país que fuere, en un mecanismo que, como el electoral, debe siempre ser absolutamente transparente y en el que esas arteras maniobras son claramente inaceptables.