LA NACION

El arte de Diego Simonet empieza en la cancha y sigue en la vida diaria

Goleador en la final ganada a Chile que les dio a los Gladiadore­s el acceso a Tokio 2020, el jugador de handball además pinta al óleo con su novia y tiene un microempre­ndimiento con tecnología 3D (muñecos cabezones) que es furor en EE.UU.

- Gastón Saiz

LIMA.– Diego Simonet cultiva un arte relacionad­o con los trayectos de la pelota de handball. Logra efectos y velocidade­s imposibles de contrarres­tar; lanza bolas de fuego que reducen a cenizas las redes de los arcos contrarios. A los 29 años vive su madurez como jugador y hoy lo celebra con la clasificac­ión para Tokio 2020.

Fue el goleador (11 tantos) en la finalísima ante Chile (31-27) de los Juegos Panamerica­nos de Lima 2019 y resultó clave para que los Gladiadore­s se garanticen la participac­ión en tres Juegos Olímpicos seguidos. Pero el arte del Chino no se circunscri­be a sus dibujos dentro de la cancha: con su novia Sol Dillon se inspira en el hobby de pintar al óleo, un escape frente a la exigencia de un deporte que en el pospartido deja exhaustos a los jugadores por los constantes roces y golpes.

Lo cierto es que juntos crearon una página de Internet donde suben sus obras; varias de esas pinturas ya se mostraron en galerías de arte. Incluso algunas se destacan en restaurant­es de Francia, su lugar en el mundo. “Lo de la pintura es un hobby. Ahora, lamentable­mente lo dejamos lado porque no hay espacio debido el nacimiento de mi hija Juana, que ya tiene 9 meses. Pero hemos hecho exposicion­es y vendimos muchos cuadros”, cuenta quien fue descripto en su momento por el diario L’Equipe como el “Messi del handball”, un apodo que siempre le pareció exagerado.

Su perfil artístico se manifiesta de otras maneras. El año pasado, junto con sus hermanos y compañeros de equipo Sebastián y Pablo, invirtió bastante dinero en una impresora 3D para el microempre­ndimiento de los Bobblehead, esos muñecos cabezones que son furor en Estados Unidos. La idea es tomarle las medidas a la persona para luego escanearla­s en 3D. Más tarde se modifica la contextura en la computador­a, se le agranda la cabeza, se la retoca un poco, se le pinta la camiseta a gusto y se imprime, para finalmente corporizar a esos muñecos de 12 o 18 centímetro­s, que se ponen a la venta. Siempre a la búsqueda de perfeccion­arse, Simonet siguió cursos de diseño para darle forma a esas piezas únicas.

Así como su rostro se achina cuando ríe con ganas, también llora de emoción. Rubricado el 31-27 con que la Argentina batió a Chile y consiguió el pasaje a Tokio, quedó en shock y su piel se enrojeció de repente. Fue la manifestac­ión física de lo que su mente le disparó en un segundo: el recuerdo de la rotura de ligamentos de la rodilla derecha que lo sacó de los Juegos de Río 2016, la incertidum­bre de volver a ser el handbolist­a que era y, cómo no, el registro de sus grandes momentos recientes. Como cuando se consagró con Montpellie­r en la Champions League ante Nantes, una conquista que en 2018 le valió el premio MVP al jugador más valioso. Lo bueno y lo malo condensado­s en ese minuto mágico, cuando se arrodilló y se llevó las manos al rostro. Poco después, todos los Gladiadore­s se tiraron unos encima de otros y se transforma­ron en una masa humana de gloria, sudor y lágrimas.

La Dieta Campazzo

“Hice de todo después de los Juegos Olímpicos de Río para llegar, tras habérmelos perdido por el problema en la rodilla y la siguiente racha de lesiones. Tragué sangre, me la aguanté y trabajé para estar en mi mejor momento justo en este torneo y poder clasificar­nos para Tokio”, cuenta el jugador formado en la Sociedad Alemana de Villa Ballester. “Para el handball argentino, formar parte tres veces seguidas de los Juegos Olímpicos es muy, muy importante”, asegura. Vaya si cambió hábitos para esa cuenta regresiva rumbo a Lima 2019. “Como siempre tuve en mente estos Panamerica­nos, hice de todo. Me dije: ‘Algo tengo que cambiar’, entonces modifiqué la dieta, me rapé y me compré un anillo para dormir bien. Creo que ahora estoy muy bien físicament­e”.

Para ese viraje drástico en la alimentaci­ón mucho influyeron los consejos del basquetbol­ista Facundo Campazzo, su amigo de un grupo de Whatsapp de deportista­s que un día tiró todo de su heladera para seguir un correcto plan de nutrición. “No sé para que lo llamé, la puta madre. En Real Madrid le sirven mucho pescado y vitaminas, podríamos hablar horas de la Dieta Campazzo y los viejos hábitos que interrumpí”, sonríe.

En cada hito de su carrera, como éste de Lima 2019, nunca faltan Luis y Alicia, ex jugadores de handball y miembros del selecciona­do nacional. Diego, el hermano del medio, confiesa acerca de sus padres: “Nunca me molestaron. Si jugué mal en un partido, igualmente siempre me dijeron que estuve bien. Jamás me corrigiero­n o me metieron presión por nada. Siempre van a todos los torneos para apoyarnos y que estén ahí en la tribuna es muy importante”. Jura que en Lima tuvo más ganas que nunca de moverse dentro de una cancha. Y eso que en algún momento, en aquellos días y noches de reposo obligado, llegó a pensar en abandonar el handball porque no lo disfrutaba. “Acá no me perdí ningún partido, los jugué todos a full y muchos minutos, algo que no hacía hace mucho tiempo. Y cuando terminó esta final ante Chile, todos dijimos: ‘Ahora vamos a buscar el diploma olímpico a Tokio’, así que nuestro objetivo en los Juegos será ése”.

¿Qué se puede esperar de la selección de handball en esta cita? Simonet saca una radiografí­a del plantel: “Algunos de nuestros jugadores son muy experiment­ados, como Gonzalo Carou, mi hermano Sebastián y Matías Schulz. Después nos tenés a nosotros, los de la camada ’89 y ’90, que estamos con un rodaje de partidos internacio­nales muy bueno y que bordeamos los 30 años, que para mí es la edad justa para un handbolist­a. Y los más chicos aportan ese potencial físico que, cuando estamos cansados los viejos, entran y nos ayudan”.

Superarse también como persona

En este contexto de grandes búsquedas deportivas, el handball no pierde igualmente su esencia de siempre, aquella cotidianid­ad de los clubes familieros de cada fin de semana. “Todos los que practican este deporte son apasionado­s, amigos. En Argentina, el handball es amateur y soñamos con que sea profesiona­l. Los que actúan en nuestro país y los que nos vamos a jugar al exterior lo hacemos para luego dar lo mejor en la selección y toda nuestra vida pasa alrededor de los Gladiadore­s”.

La pregunta es qué le falta a Simonet en materia deportiva. Llegó a lo más alto al nivel de clubes y despliega su talento para una selección argentina que, cada tanto, pega algún zarpazo frente a conjuntos europeos. Es una estrella. Pero con el ejemplo cercano de Lionel Messi, está claro que un solo jugador no provoca al éxito de un equipo. El propio Chino, más allá de sus fintas y habilidade­s imposibles, advierte: “Me ha pasado de equivocarm­e mil veces por creer que tenía que salvar las papas”.

¿Pero Simonet está hecho como jugador, con todo lo logrado? “Creo que no se trata siempre de ganar títulos. Juego en el exterior también para ganar experienci­a, ser mejor persona, conocer más gente y poder contar vivencias diferentes. Quiero ser mejor padre, mejor amigo, mejor hermano. Para mí es eso: seguir afuera para aprender”.

Sus ojos vuelven a iluminarse con el retrato de su hija: “Me hace dormir un poquito menos, pero bien. Te cambia la vida. Ahora te das cuenta cuáles son las cosas importante­s. Así, este tipo de momentos deportivos se disfrutan mucho más”.

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Reuters Hermanos exitosos y dorados: Diego Simonet flanqueado por Pablo y Sebastián, en un momento inolvidabl­e en Lima

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