Independiente logró un triunfo tan agónico como fundamental para seguir creyendo
2 INDEPENDIENTE 1 INDEP. DEL VALLE
Sobre la hora, después de quedar abajo en el marcador, sin cumplir una buena actuación y con enorme sufrimiento, Independiente logró una victoria por 2-1 en el partido de ida por los cuartos de final de la Copa Sudamericana ante Independiente del Valle.
Había anticipado Sebastián Beccacece varios detalles acerca del interesante funcionamiento del conjunto ecuatoriano. No se equivocaba. El español Miguel Ramírez ha dotado a Independiente del Valle de una estructur agua rdiolia na, muy propia del fútbol hispano de la última década, y el equipo le responde en cuanto a la mecánica. Otra cosa, claro, es la categoría de los intérpretes.
Ante ese adversario que intentó taparle la salida prolija desde abajo, ocupó los carriles con dos hombres para evitar los desbordes y ubicó a Pellerano como tercer central para cubrir huecos por el centro, al local le costó en el primer tiempo encontrar lugares para transformar en llegadas claras su dominio.
Empezó punzante Palacios por la izquierda, hasta que Landázuri fue tomándole la mano. Complicaron Bustos con sus subidas por la derecha y Figal con la precisión de los cambios de frente. Buscó Benítez con mucha movilidad. Pero llegadas en serio hubo pocas. Y encima, Independiente volvió a chocar contra el VAR.
Desde hace ya un tiempo en Independiente existe cierta sensación de paranoia, tanto en el ámbito local como en el sudamericano. La evidenciaron una vez más Pablo Moyano y y el propio Beccacece esta misma semana, después del adelanto de la fecha de esta serie. Cuenta con argumentos para sostener esa especie de manía persecutoria; no está tan claro que transmitir públicamente ese pensamiento redunde en algo positivo.
El hincha pisa el estadio con la idea de que en cualquier momento al Rojo van a meterle la mano en el bolsillo –hubo cantos contra la Conmebol incluso antes del comienzo–, reacciona ante el menor fallo que no le convence del todo y convierte el partido en un rosario de quejas que tiende a contagiar a los 11 que están en la cancha.
La situación empeoró cuando a los 26 minutos del primer tiempo Chávez sacudió la red con un derechazo bajo y el peruano Diego Haro anuló el gol, VAR mediante, por un fuera de juego que en un tiempo se consideraba “pasivo” y ahora depende de cómo se lo interprete después de mil repeticiones y unos cuantos minutos de espera.
Con el enojo a cuestas, el Rojo perdió el orden en ataque y la complicación aumentó en la segunda mitad. La lesión de Pablo Hernández desaconectó el mediocampo local, y mientras Pablo Pérez trataba de encontrar el sitio, Benítez se encargó de poner muy cuesta arriba la eliminatoria. El Nº 7, un especialista en tomar decisiones erróneas, quiso hacer un insólito cambio de frente en la puerta de su área. Se quedó corto, robó Jhon Sánchez y acomodó la pelota contra el palo derecho de Campaña.
El 0-1 desarmó completamente al equipo de Beccacece. Sin fútbol, sin capacidad de asociación en el medio y sin encontrar la manera de acercarse al área, la noche pintaba para frustración. Pero el pésimo juez peruano Haro vio penal en un roce entre León y Silvio Romero (y no quiso ir comprobar nada en esta ocasión), y el Chino alcanzó el empate antes de cumplirse media hora del segundo tiempo.
Llegó entonces para Independiente la hora de ir con la ceguera de los últimos minutos. Pablo Pérez descubrió un espacio para dejar solo a Palacios, que definió mal. Y en la siguiente, ya en el adicional y merced a un córner inesperado, peinó Benítez, se anticipó Romero, convertido en figura, y le dio a Independiente un triunfo indispensable para volver la semana que viene a la altura de Quito con un resultado que alimenta sus esperanzas de extender su sueño de Copa Sudamericana.