LA NACION

Luján Asconiga se graduó de jocketa y rompió una racha

La última aprendiz en conseguirl­o había sido andrea marinhas, en 2002; para lograrlo, es necesario ganar 120 carreras

- GUSTAVO S. GONZÁLEZ

Tercera carrera del hipódromo de La Plata, hace una semana. El 6, Redford Sea, y el 11 Pharmaton luchan desde la suelta, “pegados como tapas de alfajor”, diría un cronista hace 50 años. No se sacan ventaja hasta que entran en la recta final, y Redford Sea se va despegando, con una jocketa en las riendas, María Luján Asconiga, que nunca lo exigió de más, pese a lo cerrado de la puja con el de Juan Carlos Noriega. Apenas unos toques suaves con la fusta para que el caballo de 4 años saliera de perdedor, en su tercera actuación. Apenas medio cuerpo los separó en el disco.

A los 26 años, Lu, como la llaman casi todos, consiguió lo que ninguna mujer lograba desde 2002: “diplomarse” de jockey. Es ese el requisito para dejar de ser aprendiz y abandonar la ventaja de descargar kilos (2, tras ganar 100). La condición de la carrera en cuestión le daba 57 kg a Redford Sea, que se convirtier­on en 55 por llevar a Asconiga en la silla.

Ese fue solo el último eslabón de una etapa. María no trae prosapia burrera, tuvo que empezar de cero. “Mi mamá Cristina y mi papá Eduardo tienen caballos de andar, pero de jockeys no hay nada en la familia. Anduve a caballo desde chiquita y cuando me llevaban al hipódromo decía que iba a ser jocketa. Mis papás siempre vienen a verme”.

Cristina y Eduardo no le pusieron trabas a su deseo, pero le exigieron que finalizara el colegio. “Cuando terminé la secundaria entré en la Escuela de Aprendices de La Plata”, recuerda. Allí, en 2011, le enseñaron el vareo, las herramient­as básicas, pero en 2013 se fue a San Isidro por “las oportunida­des que da de correr en el interior, Las Flores, Concordia, Tandil, Azul Dolores…”

Fue la única mujer en la camada de Emiliano Siniani, Cristian Montoya y Gustavo Nicolás Villalba. En 2015 se dio el debut, en La Plata, pero disfrutó poco: “Al mes de que me dieron la patente rodé, el tobillo derecho y la rodilla izquierda. Me operaron dos veces”. Una rodada en San Isidro, en la que poco tuvo que ver, asegura. “Me encerraron entrando en el codo; después lo suspendier­on a Villalba [justo Villalba] por 15 fechas. Él echa para afuera y los de afuera vinieron para adentro; me hicieron un embudo y caí. Mis padres no me dijeron nada, me apoyaron. Era una yegua. La había ligado una carrera antes. De gente de afuera”. No se acuerda los nombres, dice, ni de la yegua –Basse Mer– ni del entrenador imprevisto.

Después del inicio en San Isidro y del accidente, un regreso a las fuentes, al Bosque. Gustavo Gorosito, Edgardo Mondazzi, Jorge Prida y Eusonio Boni le dieron montas a Luján. El stud El Gruñón, de Marcelo Ruiz, la tiene casi con exclusivid­ad: “Con esos colores gané mi primera carrera tras la caída, con Alegrate, y también me hice jocketa ahora”.

Asconiga sí se acuerda de los caballos importante­s en su vida, además de Alegrate. Uno es Calabró, con el que ganó su primer clásico; otro, El Camorrero, y claro, Redford Sea. “Pero hay uno que quiero mucho –revela–, El Sensible. Es nervioso, loco, pero conmigo se tranquiliz­a, lo traté con gran cariño”. –¿Creés que los entrenador­es son más exigentes con las chicas?

–Hay de todo, un cuidador del interior me dio para correr en San Isidro y se enojó cuando le dije que no podía ir, que estaba engripada. Siempre hay malos perdedores, alguna vez te retan: “¿Por qué te quedaste por dentro?”, pero no es la gente a la que siempre le corro. –¿Y el público?

–Es raro que me griten cosas feas. Será que me apodaron “Sonrisa”, porque siempre estoy sonriente. Y si estoy seria me dicen “¡Ey, una sonrisa para el público!”.

La chica a la que le gustan las carreras largas, con desarrollo, la que cuando descargaba “estaba sin comer”, apunta: “No tengo novio, es difícil en esta profesión, estás todos los días todo el día, de lunes a lunes. Ahora peso 51kg bien comida y trato de estar en no menos de 52 kg. Vivo a dos cuadras de lo de mi mamá, estoy más con ellos que sola. Allí están también dos hermanos que no tienen que ver con correr: Florencia, de 25, y Martín, de 20. “Flo trabaja en el hipódromo, en las ventanilla­s”, detalla Luján, para quien solo de chica montar fue un entretenim­iento. “Lo que más me gusta es andar a caballo, la velocidad…”.

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Gza. gustavo duPrat asconiga en la plata, adonde volvió tras formarse en la escuela de san Isidro

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