LA NACION

Las protestas marcan la gira de Trump tras las matanzas

Tuvo dos incómodas visitas a Dayton y El Paso luego de los tiroteos que dejaron 31 muertos; el presidente evitó la exposición pública y las manifestac­iones, y se cruzó con figuras demócratas y la prensa

- Rafael Mathus Ruiz CORRESPONS­AL EN EE.UU.

WASHINGTON.– Peleas, ataques en Twitter, rechazos y protestas. El presidente Donald Trump atravesó ayer dos tirantes e incómodas visitas a Dayton, en Ohio, y El Paso, en Texas, luego de los sangriento­s tiroteos del fin de semana pasado, que dejaron 31 muertos y pusieron como nunca antes bajo tela de juicio su retórica divisiva y racista.

Trump cumplió ayer con el ritual de rigor luego de cada masacre, al visitar a sobrevivie­ntes y familiares en los hospitales, y reunirse con autoridade­s y policías en ambas ciudades. Pero esta vez la gira quedó teñida por sus cruces y peleas con figuras demócratas y la prensa, y manifestac­iones a su favor y en su contra en las calles, un ambiente que dejó obsoleto el guionado llamado a la unidad que había ensayado tras los tiroteos.

“Me gustaría mantenerme fuera de la refriega política”, había dicho Trump a los periodista­s ayer, al dejar la Casa Blanca para emprender su viaje. “Mi retórica une a la gente”, afirmó. Después, atacó a todos en su camino, sin dejar crítica sin respuesta.

El propio Trump había marcado el tono de la jornada la noche anterior, con un ataque al candidato presidenci­al demócrata Beto O’Rourke, que vive en El Paso, y le había dicho que no era bienvenido. Trump, acusado por los demócratas de alentar el racismo y la violencia, lo acusó de usar “un nombre falso” para aparentar ser hispano y le dijo que debía quedarse “callado”.

Ayer siguió contra otros candidatos –Bernie Sanders, Elizabeth Warren y Joe Biden, que lo criticó en un discurso–, y contra un senador demócrata y la alcaldesa de Dayton, Nan Whaley, quienes lo acompañaro­n en su visita y le reclamaron más controles de armas en una conferenci­a de prensa.

“Fue una visita cálida y maravillos­a. Tremendo entusiasmo y amor”, afirmó Trump en Twitter. “Su conferenci­a de prensa después de que me fui a El Paso fue un fraude ”, aguijoneó.

Durante toda la gira, Trump evitó la exposición pública y el contacto con los periodista­s que viajaron con la comitiva. La Casa Blanca difundió fotos y pulidos videos de la gira en las redes sociales.

Pero en las calles, en ambas ciudades, decenas de personas le dieron una agria bienvenida. Hubo, también, manifestan­tes a favor del mandatario. En Dayton se vieron carteles contra las armas, pedidos de juicio político y un muñeco inflable gigante de un bebé con la cabeza de Trump. “Bienvenido a Toledo”, ironizaba un cartel, en referencia a la ciudad de Ohio con la cual Trump confundió a Dayton en su discurso del lunes pasado. “Fuera Trump” y “Trump no es bienvenido aquí”, fueron algunos de los mensajes que se vieron en El Paso.

La visita a El Paso fue casi calcada de la de Dayton, aunque allí el rechazo se hizo notar mucho más. La alcaldesa pro tempore de la ciudad, Claudia Ordaz Pérez, emitió un comunicado antes de la llegada de Trump en el que le exigió que condenara el “terrorismo racial de supremacis­tas blancos”. Miles de personas se congregaro­n en un contraacto bautizado El Paso Fuerte, donde abundaron las críticas al mandatario. O’Rourke, uno de los oradores, redobló la apuesta al acusarlo de “demonizar” a comunidade­s como la de El Paso.

Antes de emprender su gira, Trump dijo que no existe “apetito político” para prohibir los rifles de asalto, armas semiautomá­ticas como el AK-47 o el AR-15, diseñados a imagen y semejanza de los fusiles automático­s que utiliza el ejército, y que suelen ser protagonis­tas de los recurrente­s tiroteos masivos que conmociona­n al país.

El presidente dijo a la periodista­s antes de emprender su viaje que no veía voluntad política en el Congreso para restringir el arsenal nacional –Estados Unidos es el país con mayor cantidad de armas per cápita del mundo–, pero sí para reforzar los controles de antecedent­es penales o para implementa­r medidas para prevenir masacres por parte de personas son problemas de salud mental.

Trump y los republican­os, aliados de la poderosa Asociación Nacional del Rifle (NRA, según sus siglas en inglés), se oponen a prohibir cualquier tipo de armamento. Los demócratas, por el contrario, insisten en implementa­r controles más estrictos para comprar armas, y al- gunos han pedido que se prohíban los rifles de asalto e incluso que se ponga en marcha un plan para recomprar esas armas.

“Tenés que tener apetito político en el Congreso, y hasta ahora no he visto ese apetito”, dijo Trump.

Los demócratas son mucho más propensos que los republican­os a respaldar una prohibició­n de las armas de estilo de asalto: el 81% de los demócratas apoyan esa iniciativa, frente al 50% de los republican­os, según una encuesta del Centro Pew.

Los republican­os en el Congreso han bloqueado proyectos de ley de los demócratas para ampliar los controles de antecedent­es en las compras de armas. Trump ahora dijo que está a favor, una postura que podría llegar a destrabar el avance de esa propuesta.

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