Política ilustrada
La diputada hace su propia “campaña” con la presentación de Vida, libro en el que revela su cercana relación con la literatura y su importancia para entender el mundo
Elisa Carrió presentó su libro y habló de sus lecturas: Borges, Foucault y ¡Hola!
En Vida. Mi paso por la política, mi conversión religiosa, mi intimidad (Ariel), la diputada nacional Elisa Carrió, una de las artífices de Cambiemos (hoy Juntos por el Cambio), esboza una mirada retrospectiva sobre su trayectoria intelectual. El interlocutor elegido por Carrió fue Ignacio Zuleta, periodista, consultor político y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid. La diputada, que hace su propia “campaña” de gira con la presentación de su libro, reveló que había elegido a Zuleta porque era un hombre de letras. “Quería hablar con alguien que entendiera de literatura”, dice Carrió a la nacion. Lilita se asume como una mujer de letras, amante de la lectura y de los libros. En Vida, vuelve en varias oportunidades a esa pasión.
“Tengo tres etapas como lectora –dice–. Primero fui autodidacta, fueron los años en que solamente leía literatura y filosofía; después hice las lecturas académicas en la Universidad Nacional del Nordeste, y por último vino mi conversión”. Para Carrió, la lectura de la obra de Michel Foucault fue crucial. “Nadie se da cuenta, pero yo hago microfísica del poder”. Su formación humanista no colisiona con las creencias religiosas: “Mi fe ilumina mi razón”. Libros sagrados como la Biblia, así como el Tao y el I Ching la ayudaron a encontrar un principio común de las religiones: la no violencia.
“Mi mamá era profesora de Literatura –dice Carrió en su libro de conversaciones–. Por eso hablábamos el correcto castellano en la mesa. Era todo un aprendizaje. Mi papá era un hombre que leía y que tenía que estar informado por todo. Por mi padre escuchaba las historias y por mi madre, la literatura”. Entre sus primeras lecturas de infancia, recuerda las publicaciones del Reader’s Digest, biografías de músicos, el Quijote (en edición facsimilar) y Corazón, la conmovedora novela de Edmundo De Amicis que fue, según revela, el libro que más la hizo llorar.
Según cuenta, a los diez años Carrió leía hasta las cuatro o cinco de la mañana, en especial obras de teatro clásico. A los once o doce, con La mujer rota, de Simone de Beauvoir, se inicia en las asperezas del existencialismo francés. “Ese existencialismo muy ateo me hizo mucho daño”, confiesa en Vida. “Pude desechar a Sartre cuando leí Temor y temblor, de Søren Kierkegaard”. Otro libro que la perturbó fue Los siete locos, de Roberto Arlt. “Me introducía en una sexualidad que yo no conocía”. Antes de la adolescencia, se sumergió en la Ética a Nicómaco, de Aristóteles, y en los ambiciosos ciclos narrativos de Balzac. Aunque Carrió hubiera querido estudiar filosofía y letras, la abogacía primó a la hora de elegir una carrera universitaria.
¿Qué libros integran la biblioteca de la legisladora que fue constituyente nacional en 1994? Teoría general del Estado, del jurista Georg Jellinek; El Estado social, de Hermann Heller; El concepto de lo político, de Carl Schmitt, y la obra de Maurice Duverger son los que Carrió destaca en primer lugar. “Si vos me tenés que ubicar, yo soy Escuela de Frankfurt porque leí mucho a Max Horkheimer, mucho a Theodor Adorno, todo Erich Fromm”, le dice a Zuleta.
El universo de la lingüística y la semiología no le fue ajeno. “Después entro a la semiótica y leo a Saussure. Después Todorov, Kristeva. A los 38 años yo tenía una formación literaria y sobre todo una formación generalista. Soy una generalista”. Como fundadora del Instituto Hannah Arendt, leyó con fruición los estudios de la autora de Los orígenes del totalitarismo. “Cuando fui profesora en la universidad, y muchos amigos y conocidos eran secuestrados en la dictadura, la obra de Arendt me ayudó a entender la categoría del desaparecido”.
Lilita evoca con entusiasmo su amor por la literatura y menciona a los poetas Quevedo y Góngora, santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz, Juan Ramón Jiménez y García Lorca; a filósofos como Nikolái, y a escritores de renombre como Hölderlin y Borges. “Vos ves libros como los de Foucault en Las palabras y las cosas, que empiezan con un poema de Borges, una clasificación de Borges. Es un autor para intelectuales”, sentencia. “Amo a Borges, fue el escritor que me llevó a Walt Whitman y a G. K. Chesterton”. En su juventud, Carrió asistía a las conferencias del autor de Ficciones. Hoy prefiere la poesía borgeana a la narrativa.
Cuando tenía que explicar los resortes del poder en los claustros, Carrió recurría al Edipo rey, de Sófocles: “En Edipo, el poder no era el saber”. Para ella, Antígona funda los derechos humanos. En su opinión, debido a las escasas horas que los políticos argentinos dedican a la lectura, la calidad del discurso público ha disminuido con los años. “Cayó mucho. Es como si se hubiera tirado desde el Obelisco”, grafica.
“Ojo que también leo Gente y ¡ Hola! –dice a la nacion–. La frivolidad y la profundidad tienen que convivir”. Por algunos problemas de visión, la diputada no lee demasiado en la actualidad. “Estoy con los audiolibros y con YouTube”. “El enemigo actual es el lobby de los armamentos, que viene de la mano de los Trump y los Bolsonaro. Hay que desarmar a las sociedades”, advierte. Una aliada para impugnar la violencia, según la protagonista de Vida, es la lectura.