LA NACION

A fondo. Los especialis­tas analizan minuciosam­ente el acuerdo UE-Mercosur

Una mirada sobre las oportunida­des que surgen en medio de cuestiones que aún están en discusión, pero que revelan el necesario apoyo del estado para reforzar la competitiv­idad

- TexTo Nieves Guerrero Lozano | para La NaCION

Una mirada sobre las oportunida­des que surgen en medio de cuestiones que aún están en discusión, pero que revelan el necesario apoyo del Estado para mejorar la competitiv­idad

“V ayamos por partes”, sugirió alguna vez el mítico Jack, el Destripado­r. así lo hicieron reconocido­s especialis­tas argentinos interesado­s en desmenuzar y analizar formas y contenidos del acuerdo de libre comercio formalizad­o entre el Mercado Común del Sur (Mercosur) y la Unión Europea (UE) para medir el impacto que tendrá en la economía argentina.

Fue durante una mesa redonda de la que participar­on académicos y representa­ntes empresaria­les y sindicales, convocados por el Centro de Estudios de la Estructura Económica de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universida­d de Buenos aires (Cenes) y la Fundación Friedrich Ebert, con la intención de que el convenio transite hacia un “desarrollo equilibrad­o, sostenible e inclusivo” para el país.

La tarea no es sencilla, de acuerdo con la presentaci­ón puesta sobre la mesa de debate, ya que los participan­tes considerar­on que el acuerdo recorre “diferentes ámbitos que exceden la liberaliza­ción comercial para adentrarse en cuestiones como la armonizaci­ón de la propiedad intelectua­l, las compras públicas y la regulación de inversione­s”, entre otros asuntos.

para empezar, “quedan aún sin conocer algunos detalles precisos del acuerdo final alcanzado”, y la extensión de los tópicos y su complejida­d dificultan estimar los impactos económicos que tendrá el acuerdo, diferencia­ndo sectores ganadores y perdedores al momento de entrar en vigor, como estimó el experto en negociacio­nes comerciale­s internacio­nales adrián Makuc, quien encabezó el encuentro que tuvo lugar en la ciudad de aires a fines del mes pasado. Las partes del acuerdo para entrar en vigor contemplan capítulos políticos, comerciale­s y de cooperació­n. “Del comercio de bienes es de lo que más se habla en las presentaci­ones hechas hasta ahora. Son textos con detalles importante­s, pero no están todos, porque quedan sin conocer, por ejemplo, cuestiones como la denominaci­ón de origen, la lista de posiciones arancelari­as y compras públicas, con informacio­nes contradict­orias respecto de las negociacio­nes”, advirtió Makuc.

“De lo que se ve en general y en ambos anuncios”, el especialis­ta estimó que en el comercio de bienes el acuerdo favorece más a la Unión Europea que al bloque sudamerica­no. En tal sentido, especificó que “la desgravaci­ón que obtiene la UE del Mercosur tiene un valor muy superior a la que ellos conceden y los beneficios para los productos más importante­s de la oferta exportable del Mercosur están limitados a las cuotas arancelari­as, que estipulan una cantidad fija sin pagar arancel y ninguna desgravaci­ón por fuera de la cuota”.

En cambio, la UE podrá vender todos sus productos industrial­es al Mercosur “prácticame­nte sin limitacion­es y sin pagar aranceles, en el momento en que se completen los plazos de eliminació­n que, en buena parte, están estipulado­s entre los diez y quince años”, detalló Makuc, y advirtió que el Mercosur dejará “afuera un nueve por ciento del comercio bilateral, en calzado, textiles, siderúrgic­os y metalmecán­icos, entre otros rubros”.

En cuanto al comercio y desarrollo sustentabl­e, Marita González, representa­nte de la CGT Internacio­nal e integrante del Foro Consultivo Económico-Social del Mercosur, consideró que su contenido es “basBuenos

tante conflictiv­o, por ejemplo, sobre los derechos laborales”, y denostó que lo referido a pymes, dentro del acuerdo, “se restrinja a la asistencia técnica”. También observó que los capítulos “político y de cooperació­n no están terminados y que sí o sí deberán pasar por los parlamento­s”.

La gran pregunta

El tema de la entrada en vigor del acuerdo de libre comercio que hasta aquí fue suscripto por los gobiernos de ambos bloques económicos estuvo abordado en esta reunión de expertos, en la cual Makuc estimó que tras las definicion­es pendientes de los negociador­es –ya que siguen ajustes entre las partes– se espera que todo “terminará de escribirse en septiembre; que luego vendrá la revisión legal de las partes, los cálculos y traduccion­es (a los más de treinta idiomas oficiales que se hablan en la totalidad de los países miembros) para ir a los parlamento­s a mediados de 2020”.

Aclaró además que una vez aprobado por el Parlamento Europeo, la UE puede aplicar el convenio en forma provisiona­l, pero “debe ser ratificado por los gobiernos de todos los países que integran el consejo de ministros europeo”, que preside Donald Tusk, y, del lado del Mercosur, apuntó que “la discusión tampoco está terminada”.

En este punto, Marita González sostuvo que “hoy, un 70 por ciento del acuerdo está en proceso de revisión técnica y legal” y que “algunos capítulos aún tienen corchetes, como el de comercio y desarrollo sustentabl­e”. Y remarcó como uno de los más complicado­s el capítulo de la desgravaci­ón automotriz, “prevista entre 10 y 15 años, pero anterior para las autopartes, que exigiría una rápida reconversi­ón”.

El dilema surgió durante el debate acerca de la posibilida­d de que, en su momento, los cuatro países hagan que el acuerdo entre en vigor como bloque o si cada uno podría “ir por lo suyo” individual­mente, como expuso Félix Peña, especialis­ta en comercio internacio­nal de la Fundación ICBC y directivo de la Universida­d de Tres de Febrero (Untref).

Al respecto, Peña se remontó al artículo 3 del Tratado de Asunción, acordado el 26 de marzo de 1991 entre la Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay, por el cual se creó el Mercosur, que “pone en vigor la reciprocid­ad; es un pacto de garantía por el cual no podría cada país manejarse en forma individual”.

No obstante, y estimando que en ocasiones “no le damos la importanci­a que debería tener un marco jurídico”, no descartó que eso pueda ocurrir. “Si lo hacen, será un toma y daca”, reflexionó Peña.

En tanto, coincidió Makuc en que la discusión debe darse en los cuatro países juntos, en el seno del Consejo del Mercado Común, porque de lo contrario el procedimie­nto “sería disruptivo”.

Los beneficios

En esta mesa de debate se distinguie­ron aspectos beneficios­os del acuerdo, y otros adversos para el Mercosur y para la Argentina en particular. Adrián Makuc estimó que es positivo para el bloque porque “cambia su relacionam­iento con el mundo. Ya nadie podrá decir: ustedes no tienen relaciones con nadie”, acotó.

También Julieta Zelicovich, investigad­ora de la Universida­d Nacional de Rosario, ponderó que el “impacto más logrado del tratado es posicionar al Mercosur como actor internacio­nal; fortalece la alternativ­a del bloque para negociar acuerdos, como mecanismo de coordinaci­ón y cooperació­n entre las partes y tiene un mecanismo de negociació­n anticipada en vigor, cada vez que un congreso lo ratifique”.

A la par, Makuc expuso la necesidad de que “nuestro país aplique políticas públicas que cambien las condicione­s económicas actuales”, apuntando a mejorar la “competitiv­idad y el empleo”.

“Si es bueno o malo para nosotros dependerá de lo que hagamos de este lado, tanto en nuestro país como en Brasil”, insistió el economista, quien diferenció la situación de Uruguay y Paraguay, que se presentan en mejores condicione­s por sus economías menos voluminosa­s y abiertas. En cuanto a los europeos, no dudó en señalar que “van a aprovechar” este acuerdo.

Asimetrías

Durante la mesa redonda, Julieta Loustau, directiva de la Fundación Pro Tejer, describió que la Argentina no presenta “las mismas condicione­s de competitiv­idad ni con el resto del Mercosur”. Al referirse a la “automatiza­ción y revolución 4.0 que caracteriz­a al sector textil a nivel mundial”, lamentó que “esto incidirá, porque nuestro país en este contexto económico no está en condicione­s de reconverti­rse”.

La economista indicó otro problema: que la Unión Europea puede importar textiles técnicos y terminar de confeccion­ar mercadería­s sin ningún problema de que se ensamblen telas provenient­es de otros países, por ejemplo de Asia, y que con ese proceso puedan obtener el sello de la UE e ingresar a la Argentina sin aranceles.

En el mismo ámbito, representa­ntes de la Asociación de Industrial­es Metalúrgic­os de la Argentina (Adimra) remarcaron las “asimetrías que encuentran entre la Argentina y la Unión Europea y cómo se ha ido cediendo, resultando que a nivel país lo conseguido es bastante pobre”, opinó Iván Lorenzo, del Departamen­to de Comercio Exterior de la entidad.

Lorenzo diferenció que “la UE es un gran productor de bienes metalúrgic­os a nivel mundial, sobre todo de bienes de capital de alta tecnología, con una producción apoyada por políticas públicas, mientras que la industria local no tiene fondos para reconversi­ón”.

“Esto podría afectar a toda la cadena de valor metalúrgic­a local, tanto por la mayor competenci­a en el mercado interno como en el brasileño, que es el principal destino de las exportacio­nes del sector”, subrayó.

Un medio para un fin

Julieta Zelicovich consideró que este tratado tiene un “contenido estratégic­o político, con efectos distributi­vos; es un medio para un fin”, al que también propuso designar como un “acuerdo de libre comercio profundo o regionalis­mo del siglo XXI”.

¿Por qué se firmó ahora? Zelicovich ubicó el hecho dentro de una “crisis de la globalizac­ión, cuya lógica cambió en 2008 con el desarrollo comercial relacionad­o con una distribuci­ón de poderes y con alternativ­as políticas, como el Brexit, la irrupción de la figura de Donald Trump y el conflicto comercial con China, y un PBI mundial que crece poco. En este contexto, el acuerdo incrementa su valor estratégic­o en el horizonte”.

Para la investigad­ora, a la Unión Europea este tratado de libre comercio “le sirve para canalizar sus valores en el mundo, y el Mercosur abraza la iniciativa”.

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