LA NACION

El líder de la Liga, el más favorecido con una vuelta a las urnas

- Elisabetta Piqué CORRESPONS­AL EN ITALIA

“La Liga le tomó el pelo al país y el que le toma el pelo al país, antes o después, paga las consecuenc­ias”, afirmó Luigi Di Maio, exsocio de Salvini en el poder

EROMA n medio de un clima pegajoso, húmedo, con el termómetro que superaba los 33°C, ayer en las calles desiertas de Roma había solo una certeza: en las elecciones anticipada­s que se avecinan, sean a fines de octubre o el año que viene –todo dependerá de la decisión que tome el presidente Sergio Mattarella, que se convertirá en el máximo árbitro de la crisis en acto–, será Matteo Salvini el gran ganador.

El último sondeo publicado por Ipsos indica que su partido, la xenófoba y ultraderec­hista Liga, tiene un 36% de los consensos. Y la centrodere­cha, unida, es decir la Liga, junto a Hermanos de Italia de Giorga Meloni (con el 7,5%) y Forza Italia del expremier y magnate Silvio Berlusconi (con el 7,1%), superaría la mayoría, alcanzando el 50,6% de los apoyos.

En caso de voto anticipado, para gobernar, a Salvini, de 46 años, carismátic­o y muy popular por su política de mano de hierro en contra de inmigrante­s clandestin­os y delincuent­es, en general, solo le bastaría aliarse con Hermanos de Italia, de Meloni. La coalición obtendría el 43,5% y superaría, así, el umbral del 40% necesario para tener una mayoría sólida en el Parlamento.

Todo el mundo también da por ganador de los próximos comicios a Salvini porque, al margen de haberle dado un “abrazo mortal” al Movimiento Cinco Estrellas (M5E) de su ya exsocio Luigi Di Maio –que según los sondeos tendría una intención de voto del 17,8%–, el “capitán” también logró aniquilar a la oposición.

El Partido Democrátic­o (PD), liderado ahora por Nicola Zingaretti –hermano de Luca, el actor que interpreta al famoso comisario Montalbano creado por el recienteme­nte fallecido Andrea Camilleri–, sigue sin encontrar su norte. Devastado desde la derrota que tuvo el expremier Matteo Renzi en un referéndum sobre una reforma constituci­onal que fue rechazada (en 2016) y después de la paliza que tuvo en las elecciones de marzo de 2018, cuando hizo su peor elección y perdió millones de votos que fugaron al M5E, aunque en las elecciones europeas logró un “sorpasso” del movimiento de Di Maio, el PD continúa sin convencer.

El gran problema es que el PD sigue estando muy dividido y no parece conectar con esa clase obrera que siempre fue la base de la centroizqu­ierda, que empieza,

en cambio, a estar de acuerdo con la retórica soberanist­a de Salvini. Según los sondeos, el PD obtendría un magro 20% de los votos.

“¿Qué espera el premier Conte para ir al Quirinale –el palacio que es sede de la presidenci­a, en manos de Sergio Mattarella– y presentar su dimisión, visto que ya no tiene la mayoría en el Parlamento?”, clamó anteayer Zingaretti, después de que el M5E perdió en el Senado una moción, derrota que disparó la crisis política.

Pero la realidad es que al PD no le conviene ir a las urnas. Tanto es así que en las diversas hipótesis de “fantapolít­ica” que dieron vueltas en las últimas semanas hasta se habló de la formación de un nuevo gobierno, fruto de una alianza entre el PD y el M5E.

“Nosotros también estamos listos para ir al voto. El sillón no nos interesa para nada, nunca nos interesó. La Liga le ha tomado el pelo al país y el que le toma el pelo al país, antes o después, paga las consecuenc­ias”, aseguró ayer Di Maio, al replicarle al desafío de Salvini de ir a las urnas ya.

Pero la verdad es que tampoco el M5E, que tiene la mayor cantidad de parlamenta­rios –ya que fue el gran ganador en las elecciones de 2018–, quiere ir a unas elecciones anticipada­s.

No solo porque también recibiría una paliza, ya que muchos de sus electores no le perdonan haberse aliado con la Liga de Salvini, un partido considerad­o “fachista” y haberse vuelto su perrito faldero, sino también por cuestiones de superviven­cia.

El M5E, movimiento que nació a la sombra de la indignació­n en contra de los privilegio­s de la “casta” formada por los políticos, tiene un reglamento interno por el cual cada legislador se compromete a ser tal únicamente por dos mandatos. Y después, a casa.

De respetar este reglamento, no solo Di Maio, sino muchísimos otros deberían decirle adiós a la política.

Sin contar que una legión de parlamenta­rios de concluir ahora la legislatur­a –que debería durar cinco años, hasta 2022– perderán sueldos y privilegio­s.

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