LA NACION

Elecciones. Tiene 107 años y quiere votar, pero no figura en el padrón

Desde 1951, María Calderón de la Barca de Zimmermann participa de los comicios; hoy no podrá hacerlo porque su edad la excluyó de la base de datos

- Soledad Vallejos

“Soy ciudadana argentina y quiero votar por mi patria. Me acabo de enterar de que no estoy en el padrón. Tengo 107 años y medio, y por eso me dejaron afuera. Seguro que tienen miedo de que otra persona se apropie de mi nombre. Pero a mí me preocupa el futuro de mi país y no voy a poder dar mi opinión. Es ridículo”, dice, enojada, María Gabriela Calderón de la Barca de Zimmermann –o Tuntén, como le dicen su familia y sus amigos–, en el living de su casa, en Beccar.

Es la primera vez que no va a ir votar. Lo hizo en las elecciones presidenci­ales de 2015, en la primera y en la segunda vuelta, y recuerda que cuando estaba por tomarse el taxi de regreso a casa se encontró con un amigo de la juventud, de 103 años, igual que ella en ese entonces, con el que se quedó conversand­o un rato en la vereda.

Dolores, la menor de sus hijas, cuenta que desde la Cámara Electoral les dijeron que debía presentar una nota y un certificad­o de superviven­cia para solicitar que sea reincorpor­ada al padrón. “Para las PASO no llegamos, pero nos dijeron que sí para octubre”, dice. Y agrega: “Nos informaron que a partir de

2018 se pasó de 100 a 105 el límite de edad para depurar los padrones, y por eso inicialmen­te se los excluye”. pudo corroborar ese la nacion dato, que consta según la Cámara Electoral en la acordada 28/2018, que elevó en cinco años lo que se denomina “mayor edad límite”, para la actualizac­ión y fiscalizac­ión de padrones. Según la ley electoral no hay un límite de edad para votar, aunque luego de los 70 años deja de ser obligatori­o.

Tuntén nació el 22 de febrero de

1912, el mismo año en que en el país se sancionó la ley Sáenz Peña, que estableció el voto universal, secreto y obligatori­o solo para los hombres. Ella debió esperar varios años para ejercer ese derecho. Pero desde 1951, cuando por primera vez las mujeres acudieron en masa a las urnas, jamás faltó a una elección.

A Tuntén los años tampoco le impiden seguir en actividad. Se levanta temprano, desayuna saludablem­ente y se alista para su clase de yoga. Todos los días. “No la hago completa porque hay algunos ejercicios que ya no puedo hacer. Y me gusta almorzar en mi habitación, al lado de la ventana, disfrutand­o del paisaje, de los árboles y los pájaros”, cuenta. Le gusta escribir, leer el diario y, además, tiene un cuaderno de poesías, muchas escritas en francés. Hasta el año pasado tenía celular, pero como no escucha bien y Whatsapp no le resulta amigable decidió volver al teléfono de línea y a las cartas, que suele escribir cuando quiere decirle algo especial a alguno de sus familiares o darle consejos.

A los 18 años, conoció a su esposo. Nunca imaginó que iba a tener una familia tan grande: 12 hijos, 58 nietos y 111 bisnietos. Hace casi un año y medio nació Jacinta, su tataraniet­a. “Me acuerdo de los nombres de todos, pero las fechas de nacimiento las voy anotando acá”, dice mientras va pasando las hojas de una libretita de tapa gris. Hay meses que están casi completos, y en un cálculo a grosso modo levanta el teléfono día por medio para decirle “feliz cumpleaños” a algún integrante de su familia.

Le interesa la política, cuenta, desde la época en que iba al colegio. Le preocupa la corrupción. Y no le gusta que le mientan. Tiene una memoria prodigiosa y recuerda cuando en 1928, en un viaje a Europa, “un peso argentino eran diez liras”.

Hace dos años, Tuntén dijo que no quería morirse sin poder hablar con el presidente Mauricio Macri. Su deseo llegó hasta los oídos de la Casa Rosada y Macri la llamó a su casa. ¿De qué hablaron? “Le pregunté cómo iba a hacer para solucionar los problemas que tiene la Argentina. Él me preguntó cómo hice yo para criar a tantos hijos”, recuerda, y se ríe.

Cuando se le pregunta cómo hace para mantenerse tan bien, frunce el ceño. “Nunca me preocupó la edad ni hasta cuándo iba a vivir. Rezo todas las mañanas, me gusta estar con mi familia, ver crecer a mis bisnietos y compartir tiempo con ellos. Es la voluntad de Dios”, dice la mujer, que perdió a cinco de sus hijos. La última en morir fue su hija mayor, a los 81 años. “En 1976 se fue mi marido. Hace ya 42 años. A veces me asusta pensarlo. Lo rápido que pasa el tiempo, todo pasa volando”, reflexiona. De repente, Tuntén levanta la vista. Mira al fotógrafo de la nacion, entre sorprendid­a y ofuscada. “Me saca fotos como si fuera el monte Everest. Pero ¿qué pasa? Si no soy la única que tiene tantos años”.

Le gustan las rutinas. Ordenan su día. Por eso, después de la clase de yoga, del almuerzo al lado de la ventana y de un rato de lectura, Tuntén duerme la siesta, religiosam­ente. Bendice la mesa todas las noches. “Un avemaría para que Macri pueda bajar la inflación. Otro por un futuro mejor y otro más para que la oposición pierda fuerzas”, relata. Agustín, el bisnieto orgulloso de haberle dado el título de tatarabuel­a, le dice: “¡Tuntén, cuando terminaste con todo eso las milanesas ya están frías!”.

Es la hora del té y las cinco generacion­es de la familia, al menos con representa­ción de uno de sus integrante­s, están alrededor de la mesa. Todos le dicen que no se preocupe, que hoy no va a poder votar, pero que se prepare para octubre. “Me gustaría que para las próximas elecciones se organice de tal modo que alguien se tome el trabajo de ir a visitar a las personas que tienen mucha edad y confirmar si están vivas o no”.

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Santiago filipuzzi Tuntén, como le dicen sus conocidos, junto a sus familiares, en su casa de Beccar

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