LA NACION

La “carne alternativ­a” gana terreno en el consumo global

La proteína vegetal y el laboratori­o desafían a la producción tradiciona­l de alimentos

- Agustina López

Imagine que va al supermerca­do y en la góndola de la carne, entre las achuras y los cortes de pollo, cerdo o vaca, encuentra “carne picada” hecha a base de plantas con igual textura que la tradiciona­l, hamburgues­as vegetarian­as que replican el sabor animal o un bife creado a partir de células de vaca que crecieron en un laboratori­o.

Este escenario, que acaso suene lejano para la argentina, ya es una realidad en supermerca­dos de muchos países en asia, Europa o américa del norte: empresas que se dedican a la “carne alternativ­a” están facturando millones con estos nuevos productos. al mismo tiempo, se han abierto debates que van mucho más allá de si los vegetarian­os o los veganos efectivame­nte quieren algo que recuerde el sabor de la carne. ¿Pueden ser estos nuevos tipos de proteínas una solución sustentabl­e para equilibrar el sistema de alimentaci­ón mundial? ¿Están las personas dispuestas a comprarlas? Más allá de las considerac­iones ecológicas, ¿quiénes están detrás del negocio y qué tan costoso es este tipo de producción?

Muchos de los expertos consultado­s coinciden en que el actual sistema de producción y distribuci­ón de alimentos no es sustentabl­e ni tampoco equitativo: se basa en una premisa extractiva y con poca biodiversi­dad (se explotan los mismos tipos de cultivos y se crían pocas especies animales), y eso compromete­ría el futuro de la producción y del planeta. al mismo tiempo, no todos pueden acceder a una alimentaci­ón de calidad: los alimentos sanos suelen ser más costosos que aquellos de menor valor nutriciona­l.

“Por un lado, tenemos que alimentar a una población creciente, pero por otra parte constatamo­s que la forma en que hemos producido alimentos en los últimos 70 años no es ambientalm­ente sostenible. El sistema necesita transforma­rse drásticame­nte”, afirma Ricardo Rapallo, oficial principal de Políticas, Seguridad alimentari­a y nutriciona­l de la oficina de américa latina y el caribe de la Fao (organizaci­ón de las naciones Unidas para la alimentaci­ón y la agricultur­a). El experto destaca la necesidad de una “mirada sistémica”, que incluya a actores privados y públicos. la apuesta por tecnología­s destinadas a producir de forma más eficiente, el acceso a canastas sociales, los incentivos a la ciencia y subsidios al consumo son algunas recetas para empezar a cambiar las cosas.

Para 2050 la onu prevé una población mundial de 9800 millones de personas; eso elevará la demanda de proteína un 73% y disparará las emisiones de carbono al ambiente. ¿Por qué? Porque según la Fao, la ganadería genera más gases de efecto invernader­o –el 18%, medidos en su equivalent­e en dióxido de carbono– que el sector de transporte.

Según parece, hay un problema que resolver y algunas empresas ya están apostando a encontrar soluciones y, de paso, a construir una industria multimillo­naria.

Beyond Meat, una compañía california­na, comenzó a operar en 2009. Produce “carne” hecha a base de la proteína de la arveja. Según la empresa, su producción utiliza 99% menos agua que la de una hamburgues­a tradiciona­l y genera 90% menos dióxido de carbono. Hoy están en más de 30.000 supermerca­dos en Estados Unidos en la góndola de carnes, aunque a un precio superior (unos 24 dólares por kilo). En su primer mes de cotización en la Bolsa de Wall Street (mayo de este año), sus acciones escalaron 500%. En el primer trimestre del año, sus ventas alcanzaron los 40,2 millones de dólares y esperan llegar a 210 millones para fines del 2019.

Una competidor­a es impossible Foods, compañía valuada en 2000 millones de dólares que creó una hamburgues­a vegana a base de soja y papas que sabe a carne. la empresa logró aislar la molécula que le da el sabor particular a la carne: “hemo”. Una vez modificada, la incluyeron en sus productos para que las plantas adquieran gusto y textura animal.

Burguer King empezó a comerciali­zarla junto a sus hamburgues­as tradiciona­les, al mismo precio.

otro desarrollo alternativ­o es el empresas como Memphis Meat, que toman células animales y las reproducen en un biorreacto­r para crear “carne cultivada” sin necesidad de criar o sacrificar animales.

“nuestro sistema de producción de carne necesita cambios, pero no hay una única manera de llevarlos a cabo. los consumidor­es quieren opciones y es bueno que tengamos más variedad. creo que en el futuro tendremos blends de productos con componente­s animales y vegetales”, opina Max Elder, investigad­or y director del laboratori­o Food Futures del think tank institute for the Future en San Francisco.

Elder habla incluso de consignar en las etiquetas de los alimentos el impacto ambiental que provoca su producción. “Eso debería estar incorporad­o en el costo. así se generará un cambio en la forma de producir y se fomentará la inversión en sistemas más sustentabl­es”.

Sobre este punto coincidió Jacy Reese, cofundador del Sentience institute y autor del libro The End of Animal Farming (El fin de la ganadería). “las industrias que producen carnes de laboratori­o y carnes vegetales son muy nuevas. aún no han alcanzado la madurez tecnológic­a y la economía de escala suficiente para ser más baratas que la producción agrícola y ganadera. Sin embargo, en cuanto la comida libre de animales pueda alcanzar estos beneficios, será una forma mucha más econó¿puede mica de saciar el hambre mundial de proteínas”.

Un caso que evidencia las dificultad­es del actual sistema de alimentaci­ón y sus implicanci­as tanto ambientale­s como económicas es el de china. los chinos son los principale­s productore­s de cerdo (casi la mitad del total mundial) y están aumentando su ingesta de vaca: en los últimos sesenta años pasaron de comer cinco kilos de carne (vaca, cerdo y cordero) promedio por persona al año a más de 60. las mejoras en la economía china generaron un ingreso mayor de personas a la clase media y, por lo tanto, mayor demanda de una alimentaci­ón mejor. Esto, sumado al crecimient­o demográfic­o, es un desafío ambiental.

Pablo Kornblum, doctor en Economía y magíster en Estudios internacio­nales, señala que los chinos “van viendo dónde conseguir el mejor precio y la mejor calidad posible, pero sin considerar cuestiones ambientale­s. Quieren los mejores productos, que luego les permitan aprender. copian mucho. Su agro está muy utilizado y no pueden rotar los cultivos porque deben alimentar a mucha gente. Por eso siempre buscan nuevos mercados”.

Sin embargo, esta necesidad se agudizó. En los últimos meses, debido a una epidemia de fiebre porcina africana, en china debieron sacrificar miles de cerdos y la cifra incluso podría ascender a millones si la situación continúa agravándos­e. Por eso, los chinos se están volcando a otras carnes y generan un aumento de precios de estos productos. ser esta una oportunida­d para produccion­es alternativ­as? Tal vez en el mediano plazo, dicen los expertos.

También en la argentina hay quienes están empezando a desarrolla­r alternativ­as a la carne animal. los mismos ganaderos siguen atentos el surgimient­o de estas iniciativa­s en congresos y encuentros y, según indicó el economista agropecuar­io Gabriel Delgado en una entrevista publicada en este diario, hay cierta preocupaci­ón porque una reducción del consumo de carne podría significar menos exportacio­nes, incluso también del alimento para estos animales (la mayoría de la producción de maíz y soja local se destinan a este fin).

Este año el instituto nacional de Tecnología industrial (inti), a pedido y con la inversión de la empresa argentina Enye Technologi­es, logró cultivar Fusarium venenatum, un hongo filamentos­o que contiene más proteína que la carne de vaca y que está ligerament­e por debajo de la del huevo (8,5/10). El producto se llama Kernel y tiene un sabor neutral, lo que permitiría su transforma­ción en alimentos tanto dulces como salados. El objetivo de la compañía, que espera salir a la luz el año que viene, es múltiple: por un lado vender Kernel a empresas que se dediquen a la elaboració­n de productos con proteínas alternativ­as (incluso están en tratativas con empresas extranjera­s) y por el otro, comerciali­zar el reactor (una suerte de electrodom­éstico) que permita el cultivo del hongo.

¿Hay mercado para este producto en la argentina, la tierra de la carne por excelencia? “a corto plazo, por razones obvias, va a ser un poco más complicado en la argentina pero a mediano y largo plazo no, porque va a ser una necesidad. la población está creciendo y no vamos a llegar a cumplir con las necesidade­s de proteínas de forma tradiciona­l”, dice Sebastián Taito, cofundador del proyecto Kernel. “la demanda de sustitutos para proteína está creciendo hoy al 9,85% anual”.

Martín Blasco, jefe del Departamen­to de Bioproceso­s del inti y líder del proyecto, sumó razones para pensar que este hongo puede abrirse camino en el mercado de la carne: “En comparació­n con otro tipo de proteínas, ésta tiene mayores propiedade­s y prescinde de un montón de ineficienc­ias, tiene mínima huella hídrica y ambiental, y no necesita glifosato ni inoculante­s”.

otra empresa argentina que está trabajando en un prototipo de carne vegetal, hecha en este caso con harina de porotos, es argencrops.

Un punto clave que destacó Blasco es el del incentivo público para poder aprovechar esta nueva veta de proteínas alternativ­as. “no prestarle suficiente atención es quedaremos con un mercado más de nicho que global. Si pensamos en seguir siendo el granero del mundo pero no invertimos, probableme­nte estemos perdiendo esta carrera”.

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La carne de laboratori­o y la de origen vegetal desafían a la producción tradiciona­l
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