Sin esfuerzos por llevar tranquilidad
Como si los ciudadanos no se hubieran expresado ya en las urnas en unas primarias tan elocuentes que algunos asimilaron a una primera vuelta definitiva. Como si solo siguieran debatiéndose polémicas encuestas. Como si fuera solo un candidato y no también el presidente. Como si la soberanía radicara en los mercados y no en la ciudadanía. Como si el miedo al adversario todavía pudiera estar de su lado. Como si la posibilidad de un nuevo mandato suyo no hubiera sido rechazada por más de la mitad del electorado que optó por sus antagonistas.
Después del brutal golpe de las PASO, entre la resignación y la negación, Mauricio Macri prefirió seguir dando pelea, negándose a esbozar palabras de autocrítica. Optó por culpar al kirchnerismo de casi todo lo malo que ocurrió en su mandato, de lo que pasa en el presente y de lo que pueda suceder en el futuro. Riesgoso si no fuera porque su compañero de fórmula, Miguel Pichetto, matizó algunas de sus frases más controversiales, expuestas con un rictus de enojo que las volvía explosivas.
El Presidente en nada mejoró un escenario ya viciado de incertidumbre, después de la negativa reacción de los mercados tras la abrumadora adhesión que obtuvo la fórmula Fernández-Cristina Kirchner.
Fue una decisión de Macri no suavizar nada, como lo confirmó con su agorero pronóstico respecto de una probable consagración de Alberto Fernández en octubre. El temor a que se lo viera prematuramente derrotado, a que el poder se le licuara antes de tiempo resultó decisivo para definir su conferencia de prensa. Aunque algunos de sus colaboradores no estuvieran de acuerdo y le hubieran aconsejado un actitud menos temeraria.
“Lo de hoy es una muestra de lo que puede pasar” (si el kirchnerismo vuelve al poder), dijo con tono admonitorio. “El problema mayor es que la alternativa kirchnerista no tiene credibilidad y confianza en el mundo. Eso es algo que debería haceruna auto crítica elk ir ch nerismoy resolverlo ”, a gr egóMacri para poner fuera de su responsabilidad inmediata algo más que la mala reacción de los mercados. Demasiado cerca de que se pareciera a un enojo con los ciudadanos que no lo votaron.
No estuvo solo Macri. Tampoco hizo esfuerzo alguno Alberto Fernández para aliviar la zozobra de muchos ciudadanos y despejar los riesgos para la ya más que apaleada economía. Riesgos que se ahondaron después de conocido el resultado que lo consagraron como el candidato más votado, muy por encima de todas las estimaciones. “Lo más peligroso es dilapidar las reservas para sostener artificialmente el dólar. Hoy volvieron a mostrar su impericia”, dijo Fernández. Antes había descartado cualquier responsabilidad propia y de su espacio en la negativa reacción de los operadores financieros: “Es lo que pasa cuando un gobierno no dice la verdad sobre la economía”, se despegó.
Ninguno tampoco se esforzó demasiado por establecer un contacto para calmar mercados y darle tranquilidad a la población. Las diferencias entre Macri y Fernández exceden lo ideológico, lo cultural o lo partidario. El antagonismo es personal. Una pequeña anécdota de ayer al mediodía en la Casa Rosada ejemplifica aquella distancia. Después de algún debate interno, se acordó que el Presidente llamara a los candidatos triunfantes y no solo al kirchnerista, para no consagrarlo como un virtual presidente electo. Cuando se decidieron a llamarlo a Fernández, en la secretaría privada presidencial cayeron en la cuenta de que no tenían el número de su teléfono. Mal comienzo. Una vez que otras dependencias del Gobierno proveyeron el número hubo intentos que no prosperaron, dicen los funcionarios macristas. Todos sabían que el entusiasmo por lograrlo no era excesivo.
Los dos candidatos más votados el domingo prefirieron profundizar la campaña de contrastes. Como si octubre no quedara demasiado lejos para la magnitud de la zozobra colectiva de estas horas. Como si diciembre no fuera el larguísimo plazo para las urgencias y sociales. Como si no hubiera demasiados antecedentes aciagos en el país.
En la Casa Rosada, fueron irreductibles ante las críticas que suscitó su aparición. “Fue una interpretación de lo que pasó y de lo que el Presidente quería transmitir en estos momentos de angustia. No fue un discurso de campaña. No se evaluó qué impacto electoral podría tener”, sostuvo un colaborador de Macri. Sin embargo, en el círculo presidencial también se admitió que el mensaje buscó transmitir que “la elección está abierta”.
La búsqueda por diferenciarse de sus rivales también primó a la hora de buscarle aspectos positivos a la controversial aparición del Presidente: “Nadie destaca que dio dos conferencias de prensa en un día durísimo, después de haber sufrido un golpe que nadie había anticipado, cuando antes no daban ninguna explicación, negaban los hechos y se escondían en actos con militantes”. No hay argumentos inocuos cuando se busca recuperar un poder que tiende a escurrirse. Aunque en tiempos de urgencias parezcan banales. La sorpresa por la magnitud del resultado seguía siendo indigerible en la Casa Rosada más de 12 horas después de conocidos los cómputos finales. Tiene explicación. El viernes al mediodía en Olivos, Macri les había pedido a los responsables de la campaña, encabezados por Marcos Peña y Jaime Durán Barba, la máxima crudeza respecto de los pronósticos, después de que le dijeran que las últimas encuestas lo daban al filo de un empate y sin descartar un triunfo.
“Note man decirme que podemos perder por 4 o 5 puntos. Lo prefiero. Así me seteo ante ese posible escenario”, les reclamó el Presidente. No recibió ese colchón de resguardo. Dicen sus allegados que igualmente Macri prefirió hacerse a la idea de una derrota por tres puntos. Nunca imaginó que sus prevenciones fueran tan escasas. Eso explica mucho su humor del día después.
Anoche varios funcionarios buscaban retomar el equilibrio entre la defección y la preservación del poder sin caer en la descalificación ni la negación. Muchos de ellos habían puesto su cargo a disposición, lo que Macri rechazó con argumentos pragmáticos respecto de la eficacia del gesto. Algunos evaluaban alternativas en busca de descomprimir la tensa situación. Una de ellas era el adelanto de la elección de octubre. Al fin del día, ninguna opción había prosperado.
Las horas por venir pueden alterar la dinámica de los acontecimientos. Salvo que la prudencia y la responsabilidad de todos los actores aparezca tan imprevistamente como los resultados de las PASO. La demanda de madurez de la dirigencia y sobre todo de quienes tienen responsabilidades institucionales se vuelve cada vez más perentoria.