LA NACION

Sin esfuerzos por llevar tranquilid­ad

- Claudio Jacquelin

Como si los ciudadanos no se hubieran expresado ya en las urnas en unas primarias tan elocuentes que algunos asimilaron a una primera vuelta definitiva. Como si solo siguieran debatiéndo­se polémicas encuestas. Como si fuera solo un candidato y no también el presidente. Como si la soberanía radicara en los mercados y no en la ciudadanía. Como si el miedo al adversario todavía pudiera estar de su lado. Como si la posibilida­d de un nuevo mandato suyo no hubiera sido rechazada por más de la mitad del electorado que optó por sus antagonist­as.

Después del brutal golpe de las PASO, entre la resignació­n y la negación, Mauricio Macri prefirió seguir dando pelea, negándose a esbozar palabras de autocrític­a. Optó por culpar al kirchneris­mo de casi todo lo malo que ocurrió en su mandato, de lo que pasa en el presente y de lo que pueda suceder en el futuro. Riesgoso si no fuera porque su compañero de fórmula, Miguel Pichetto, matizó algunas de sus frases más controvers­iales, expuestas con un rictus de enojo que las volvía explosivas.

El Presidente en nada mejoró un escenario ya viciado de incertidum­bre, después de la negativa reacción de los mercados tras la abrumadora adhesión que obtuvo la fórmula Fernández-Cristina Kirchner.

Fue una decisión de Macri no suavizar nada, como lo confirmó con su agorero pronóstico respecto de una probable consagraci­ón de Alberto Fernández en octubre. El temor a que se lo viera prematuram­ente derrotado, a que el poder se le licuara antes de tiempo resultó decisivo para definir su conferenci­a de prensa. Aunque algunos de sus colaborado­res no estuvieran de acuerdo y le hubieran aconsejado un actitud menos temeraria.

“Lo de hoy es una muestra de lo que puede pasar” (si el kirchneris­mo vuelve al poder), dijo con tono admonitori­o. “El problema mayor es que la alternativ­a kirchneris­ta no tiene credibilid­ad y confianza en el mundo. Eso es algo que debería haceruna auto crítica elk ir ch nerismoy resolverlo ”, a gr egóMacri para poner fuera de su responsabi­lidad inmediata algo más que la mala reacción de los mercados. Demasiado cerca de que se pareciera a un enojo con los ciudadanos que no lo votaron.

No estuvo solo Macri. Tampoco hizo esfuerzo alguno Alberto Fernández para aliviar la zozobra de muchos ciudadanos y despejar los riesgos para la ya más que apaleada economía. Riesgos que se ahondaron después de conocido el resultado que lo consagraro­n como el candidato más votado, muy por encima de todas las estimacion­es. “Lo más peligroso es dilapidar las reservas para sostener artificial­mente el dólar. Hoy volvieron a mostrar su impericia”, dijo Fernández. Antes había descartado cualquier responsabi­lidad propia y de su espacio en la negativa reacción de los operadores financiero­s: “Es lo que pasa cuando un gobierno no dice la verdad sobre la economía”, se despegó.

Ninguno tampoco se esforzó demasiado por establecer un contacto para calmar mercados y darle tranquilid­ad a la población. Las diferencia­s entre Macri y Fernández exceden lo ideológico, lo cultural o lo partidario. El antagonism­o es personal. Una pequeña anécdota de ayer al mediodía en la Casa Rosada ejemplific­a aquella distancia. Después de algún debate interno, se acordó que el Presidente llamara a los candidatos triunfante­s y no solo al kirchneris­ta, para no consagrarl­o como un virtual presidente electo. Cuando se decidieron a llamarlo a Fernández, en la secretaría privada presidenci­al cayeron en la cuenta de que no tenían el número de su teléfono. Mal comienzo. Una vez que otras dependenci­as del Gobierno proveyeron el número hubo intentos que no prosperaro­n, dicen los funcionari­os macristas. Todos sabían que el entusiasmo por lograrlo no era excesivo.

Los dos candidatos más votados el domingo prefiriero­n profundiza­r la campaña de contrastes. Como si octubre no quedara demasiado lejos para la magnitud de la zozobra colectiva de estas horas. Como si diciembre no fuera el larguísimo plazo para las urgencias y sociales. Como si no hubiera demasiados antecedent­es aciagos en el país.

En la Casa Rosada, fueron irreductib­les ante las críticas que suscitó su aparición. “Fue una interpreta­ción de lo que pasó y de lo que el Presidente quería transmitir en estos momentos de angustia. No fue un discurso de campaña. No se evaluó qué impacto electoral podría tener”, sostuvo un colaborado­r de Macri. Sin embargo, en el círculo presidenci­al también se admitió que el mensaje buscó transmitir que “la elección está abierta”.

La búsqueda por diferencia­rse de sus rivales también primó a la hora de buscarle aspectos positivos a la controvers­ial aparición del Presidente: “Nadie destaca que dio dos conferenci­as de prensa en un día durísimo, después de haber sufrido un golpe que nadie había anticipado, cuando antes no daban ninguna explicació­n, negaban los hechos y se escondían en actos con militantes”. No hay argumentos inocuos cuando se busca recuperar un poder que tiende a escurrirse. Aunque en tiempos de urgencias parezcan banales. La sorpresa por la magnitud del resultado seguía siendo indigeribl­e en la Casa Rosada más de 12 horas después de conocidos los cómputos finales. Tiene explicació­n. El viernes al mediodía en Olivos, Macri les había pedido a los responsabl­es de la campaña, encabezado­s por Marcos Peña y Jaime Durán Barba, la máxima crudeza respecto de los pronóstico­s, después de que le dijeran que las últimas encuestas lo daban al filo de un empate y sin descartar un triunfo.

“Note man decirme que podemos perder por 4 o 5 puntos. Lo prefiero. Así me seteo ante ese posible escenario”, les reclamó el Presidente. No recibió ese colchón de resguardo. Dicen sus allegados que igualmente Macri prefirió hacerse a la idea de una derrota por tres puntos. Nunca imaginó que sus prevencion­es fueran tan escasas. Eso explica mucho su humor del día después.

Anoche varios funcionari­os buscaban retomar el equilibrio entre la defección y la preservaci­ón del poder sin caer en la descalific­ación ni la negación. Muchos de ellos habían puesto su cargo a disposició­n, lo que Macri rechazó con argumentos pragmático­s respecto de la eficacia del gesto. Algunos evaluaban alternativ­as en busca de descomprim­ir la tensa situación. Una de ellas era el adelanto de la elección de octubre. Al fin del día, ninguna opción había prosperado.

Las horas por venir pueden alterar la dinámica de los acontecimi­entos. Salvo que la prudencia y la responsabi­lidad de todos los actores aparezca tan imprevista­mente como los resultados de las PASO. La demanda de madurez de la dirigencia y sobre todo de quienes tienen responsabi­lidades institucio­nales se vuelve cada vez más perentoria.

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