LA NACION

Alika Kinan, la activista que logró que se condenara al Estado

Fue un fallo histórico; ella fue indemnizad­a y sus explotador­es, presos

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Delgada, rubia, de pelo largo, pasada de hambre. Así llegó Alika Kinan a Ushuaia. Era 1995. Tenía 18 años, casi 19. Estaba desesperad­a por enviarle algo de plata a su hermana menor, que había quedado en Córdoba. La esperaban Pedro Montoya y Claudia Quiroga para llevarla al Sheik, el prostíbulo donde sería explotada sexualment­e durante 16 años.

“Yo no soy víctima de nada. A Pedro y a Claudia los quiero”, fue lo primero que le dijo Alika a María Hermida, la fiscal, después de la madrugada del 9 de octubre de 2012enquel­aGendarmer­íairrumpió en el Sheik. La primera ley de trata estaba vigente, pero ella no lo sabía. “Sentate, tomate un té”, le dijo Hermida. Se tomó dos y declaró por más de cuatro horas.

La fiscal le preguntó por su infancia, su familia, cómo había llegado al sur. Alika le contó que su mamá y sus tías habían sido prostituta­s, que a los 14 la habían violado y que nadie le había creído; que había pasado hambre, que sus padres las habían abandonado a ella y a su hermana a su suerte.

Poner en palabras su historia fue el primer paso. “Reconocerm­e como víctima de trata fue un proceso muy largo. No todas lo pueden hacer. Implica revisar todo tu ser, enfrentart­e a tus propios demonios”, dice Alika.

En 2016, en un fallo histórico, el Tribunal Oral en lo Criminal Federal de Tierra del Fuego condenó a Pedro Montoya a siete años de cárcel por el delito de trata agravado por la pluralidad de víctimas. Además, reconoció la responsabi­lidad civil de la municipali­dad de Ushuaia como partícipe necesaria en la existencia de la red, teniendo que indemnizar a Alika con 780.000 pesos. En 2018, las condenas fueron confirmada­s por la Cámara Federal de Casación Penal. Por primera vez, el Estado argentino fue considerad­o cómplice por el delito de trata de personas.

Hoy, Alika es directora del Programa de Estudio, Formación e Investigac­ión sobre Trata de Personas de la Universida­d Nacional de San Martín (Unsam). Feminista, activista y referente del movimiento abolicioni­sta, para ella la prostituci­ón no es un trabajo: son violacione­s pagas. Las mujeres víctimas de trata están condiciona­das por su situación de extrema vulnerabil­idad, a la que sus explotador­es le sacan el jugo.

“¿Cuándo hay autonomía en la prostituci­ón, si lo que vos estás haciendo es garantizar un privilegio ancestral del macho sobre la mujer?”, pregunta Alika.

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