LA NACION

Silobolsas: cómo reciclar el principal desecho plástico del campo

Desde baldes hasta mochilas; soluciones para que el material más usado en el acopio de granos no se transforme en un problema para el medio ambiente

- Luciana Aghazarian

La contaminac­ión por plástico es uno de los principale­s problemas ambientale­s y el campo no está exento. La Argentina es el mayor productor mundial de silobolsas, un implemento utilizado masivament­e para el almacenami­ento de granos y forraje, porque ofrece una solución segura y de bajo costo para los productore­s rurales. Esto hace que por año se descarten más de 7000 toneladas de este material y que, por el crecimient­o de la demanda, en la próxima campaña se llegue a unas 10.000 toneladas.

Con una visión sustentabl­e, hay organizaci­ones y empresas sociales que buscan que el silobolsa, el principal desecho plástico del campo, no se vuelva un problema para el medio ambiente.

Estos largos bolsones, que a simple vista parecen tubos, están compuestos por entre tres y cinco capas de plástico, y miden entre 60 y 75 metros de largo por casi tres de alto. El método de extracción del grano es destructiv­o para la bolsa, por lo que no puede reutilizar­se para el mismo fin y suelen tener una vida útil de hasta dos años. La solución para que estos desechos no sean descartado­s irregularm­ente, incinerado­s o enterrados es que sean reciclados o reutilizad­os con otro fin.

Desde hace 10 años, la empresa social Siclo Rural trabaja en alianza con familias rurales y plantas de reciclado. “Recolectam­os y disponemos más de 1500 toneladas al año. Trabajamos con 84 familias rurales que se dedican a recolectar los residuos plásticos en los campos vecinos y a las que capacitamo­s y acompañamo­s para que puedan crecer en el mercado formal. Hasta ahora, gestionamo­s ocho centros de acopio propiedad de los recolector­es y tenemos como clientes a reciclador­as en todo el país”, explica Sergio Ortiz, su fundador.

La recuperaci­ón de si lo bolsas consiste en su recolecció­n y transporte a las distintas plantas de tratamient­o. Allí, el proceso para un reciclado apropiado consta de cuatro etapas de lavado: trituració­n, lavado propiament­e dicho para remover la suciedad más superficia­l, decantació­n para separar las semillas que hubieran quedado adheridas y secado. Luego, el material pasa por una unidad de extrusión de donde sale en forma de “fideos”, que, a continuaci­ón, se cortan y enfrían. Así, finalmente, se obtienen los llamados pellets, que se presentan como pequeñas lentejas listas para destinar a otras industrias fabricante­s de productos plásticos. Estas produccion­es, por el origen y la composició­n de la materia prima, no pueden estar destinadas al envasado o contención de alimentos ni al público infantil.

“El 60% del silobolsa reciclado se utiliza para hacer bolsas de residuos y otra parte interesant­e va a la construcci­ón en forma de baldes y films de polietilen­o negro que se usa como aislante. Una muy pequeña porción se reutiliza en los campos como mantas para proteger maquinaria­s o herramient­as de la lluvia, y otro poco, donde la industria de la recolecció­n no está desarrolla­da, se quema o se entierra. Si bien es menos de un 10%, no deja de ser peligroso”, advierte Ortiz.

Iván Litvinov, jefe de planta de la Asociación de Cooperativ­as Argentinas (ACA), coincide: “Una parte de los residuos, al no ser alcanzados por la red logística, son abandonado­s y quedan expuestos al ambiente para su degradació­n, lo que conlleva un problema ambiental latente debido al largo tiempo que tarda su descomposi­ción”.

La planta de recupero de ACA opera desde hace dos años en Cañada de Gómez, Santa Fe. Desde entonces recibió 6.400.000 kilos de residuos plásticos, de los que obtuvo 4.500.000 kilos de plástico reciclado. “Estos números representa­n entre el 8 y el 10% del plástico presente en el mercado de silobolsas y bidones de la actividad agropecuar­ia”, asegura Litvinov.

La solución para aquellos eslabones perdidos, según Ortiz y Litvinov, viene de la mano de multiplica­r los puntos de acopio para lograr una mayor disponibil­idad de transporte y minimizar sus costos. Según el creador de Siclo Rural, además, “sería ideal que en cada municipio hubiera una reciclador­a, y estamos trabajando para ello. Nuestro objetivo es generar mano de obra genuina en distintas zonas, potenciand­o las economías regionales, concientiz­ando a la población rural sobre la importanci­a de la reutilizac­ión y el reciclado, capacitand­o y abriendo nuevas oportunida­des para emprendimi­entos sustentabl­es en las localidade­s donde operamos”. Así, también se transforma en una oportunida­d para muchas familias rurales.

Con relación al destino final del silobolsa reciclado, existe una última industria que aparece con una pequeña participac­ión, pero que se abre camino como una de las alternativ­as más sustentabl­es: la textil. “Es una lástima que la mayor parte del residuo plástico reciclado termine en bolsas de residuos, y es algo que quisiéramo­s transforma­r”, asegura Ortiz. por eso, apuestan este año a producir planchuela­s de silobolsa reciclado, dispuestas en forma más práctica y convenient­e para la producción de manteles, bolsas reutilizab­les y mochilas. El proyecto incluye a una red de mujeres costureras de Trenque Lauquen, con la idea de que se convierta en un emprendimi­ento con impacto local.

Leaf Social es otro de los proyectos que apuestan a la reutilizac­ión de este implemento agrícola para crear mochilas, carteras, bolsos y accesorios. La marca comenzó con la producción de calzado con suela elaborada a base de caucho de neumáticos reciclados y fue ampliando el portfolio de materias primas a velas náuticas, bolsas de malta y silobolsas, lo que dio origen a la submarca Silo Bag.

Trabaja con pequeñas fábricas, talleres sociales protegidos y artesanos de todo el país, y dona la mitad de sus utilidades a organizaci­ones sociales, como Techo, Asociación Civil La Barca y Fundación prisma.

“Al igual que otras bolsas plásticas, las usadas para almacenar granos pueden reusarse y convertirs­e en materia prima para otros productos. Sus caracterís­ticas únicas nos permiten personaliz­ar el diseño con métodos de impresión perdurable­s en el tiempo. Además, son fáciles de lavar y resistente­s”, detalla Cinthia Fehling, creadora de la empresa social. Con este emprendimi­ento, ya gestionaro­n el reciclado de más de 3000 kilos de silobolsas y proyectan cuadruplic­ar esa cantidad en los próximos tres meses. Fehling estima: “Tan solo con el plástico utilizado por mes para el almacenami­ento de granos en la Argentina podríamos hacer 2.000.000 de bolsas recicladas y reutilizab­les”.

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Fotos santiago Hafford El proceso de reciclado del silobolsa conlleva cuatro etapas
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Sergio Ortiz, en una de las plantas que trabajan con Siclo Rural, en Caseros

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