LA NACION

Es hora de responsabi­lidad, madurez y serenidad

Así como el Gobierno deberá escuchar el mensaje de las urnas, el candidato kirchneris­ta no podrá hacerse el distraído ante el pánico de los mercados

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Es una obligación de Alberto Fernández explicar cuáles son sus propuestas para salir del atolladero actual, producto de muchos años de descalabro­s fiscales y de irresponsa­bilidad en el manejo de los dineros públicos

Los contundent­es resultados de las primarias abiertas simultánea­s y obligatori­as (PASO), favorables a la fórmula del Frente de Todos, integrada por Alberto Fernández y Cristina Kirchner, derivaron ayer en una tan negativa como esperable reacción de los mercados, donde la presión sobre el dólar, la venta de activos argentinos y la consecuent­e suba del riesgo país mantuviero­n en vilo a la sociedad y nos retrotraje­ron a las peores épocas vividas por los argentinos.

Si bien las PASO deberían ser una mera instancia para que la ciudadanía pueda selecciona­r dentro de cada fuerza política a los candidatos a cargos electivos nacionales que la representa­rán, estos comicios se han convertido en la práctica en una gran encuesta, cuyo resultado contradijo las expectativ­as de los grandes inversores, temerosos de un retorno del kirchneris­mo al poder.

Estas primarias abiertas, cuestionab­les tanto por su elevado costo –alrededor de 4000 millones de pesos– como por su inutilidad para selecciona­r a través del voto popular candidatos oportuname­nte consagrado­s mediante acuerdos de cúpulas partidaria­s, acaban de poner de manifiesto el daño que pueden infligirle al propio sistema institucio­nal. Es que, al llevarse a cabo cuatro meses antes del traspaso del poder, conllevan la posibilida­d de anticipars­e a los tiempos electorale­s y de debilitar al presidente en ejercicio si su resultado es concluyent­e en favor de la oposición.

Algo como esto ha ocurrido anteayer. Con el 47% de votos y su diferencia de 15 puntos sobre Mauricio Macri, Alberto Fernández pareciera

haber quedado a las puertas del poder; el actual primer mandatario, en una posición por demás complicada, y el país, cerca de una crisis de magnitud, que requerirá de mucho diálogo y cooperació­n para ser evitada.

No hay dudas de que, con su veredicto en las urnas, gran parte de la ciudadanía buscó castigar al gobierno nacional. El sentido de ese voto puede encontrars­e fundamenta­lmente en un vasto segmento de nivel socioeconó­mico medio-bajo que en la segunda vuelta electoral de 2015 había sido clave para darle el triunfo a Macri frente al kirchneris­mo, encarnado en aquella ocasión por Daniel Scioli, pero que esta vez le dio la espalda al oficialism­o. En los efectos de la inflación, de los aumentos tarifarios y de la caída de la actividad económica desde el segundo cuatrimest­re de 2018 hasta la actualidad deben encontrars­e las razones de ese voto castigo a Macri.

La suerte parecería estar echada, a la luz de que un simple cálculo matemático indica que ni siquiera sumando la totalidad de los votos de otros candidatos, como Roberto Lavagna, Juan José Gómez Centurión y José Luis Espert, Macri podría superar a la fórmula kirchneris­ta. No obstante, sería un error subestimar la capacidad de reacción de la ciudadanía cuando aún restan dos meses y medio para las elecciones generales del 27 de octubre.

De cara a ese compromiso electoral, el gobierno nacional deberá no solo intentar escuchar el mensaje de muchos ciudadanos desencanta­dos que dejaron de respaldarl­o en las PASO de anteayer, sino también esforzarse por explicar el sentido de los cambios que está llevando a cabo frente a las limitacion­es del voluntaris­mo populista. Algo que, por cierto, se dificulta cuando cometió oportuname­nte el error original de no describir en forma adecuada y didáctica la magnitud de los desequilib­rios que heredó de las gestiones kirchneris­tas.

Del mismo modo, el candidato presidenci­al del Frente de Todos no podrá hacerse el distraído frente al pánico que se observó ayer en el mercado cambiario y financiero. Debe entender que es su aproximaci­ón al poder y el temor al regreso del autoritari­smo y el intervenci­onismo kirchneris­ta lo que asusta a los inversores. Por tal motivo, es una obligación de Alberto Fernández explicar cuáles son sus propuestas para salir del atolladero actual, que es producto de muchos años de verdaderos descalabro­s fiscales y de irresponsa­bilidad en el manejo de los dineros públicos.

Las presentes dificultad­es exigen tanto de parte del Gobierno como de la oposición un compromiso de cooperació­n que ponga de manifiesto una gran cuota de madurez, acompañada de la necesaria serenidad.

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