LA NACION

Del enojo a la autocrític­a: cómo se gestó el giro discursivo del Presidente

Peña y el ala política sumaron esfuerzos para que Macri se convencier­a de impulsar medidas contrarias a su pensamient­o

- Jaime Rosemberg

Un Mauricio Macri “preocupado por la gente”, que pide perdón a los votantes que le dieron la espalda y que dispone medidas inéditas que bien podría haber tomado Alberto Fernández en sus primeras horas como eventual presidente.

Así se mostró el primer mandatario en los poco más de ocho minutos que insumió su respuesta formal a las elecciones del domingo, un cambio de rumbo evidente al Macri desencajad­o y enojado que enfrentó a los periodista­s en la aciaga noche del domingo y un día después, en la Casa Rosada.

Después de dos días de reuniones en la intimidad con su mesa chica, el Presidente entendió que el primer paso debía ser disculpars­e ante quienes no lo votaron por haberlos culpado del salto del dólar.

Influyeron allí los consejos de su grupo de colaborado­res que encabeza Marcos Peña y también de quienes tienen mucho pasado vinculado a la “política tradiciona­l”, como la conducción de la UCR, Horacio Rodríguez Larreta y Rogelio Frigerio. Su discurso de “escucha” fue en línea con los que María Eugenia Vidal y el propio Rodríguez Larreta emitieron luego de conocida la derrota a nivel nacional.

La “conversión forzada” de Macri hacia un paquete de medidas similares a las anunciadas por Fernández y Lavagna durante la campaña electoral (vinculadas ambas a “poner plata en el bolsillo de los argentinos”) incluye varias iniciativa­s en las que –reconocen en su entorno– no termina de creer, ideológica­mente hablando, como el congelamie­nto en el precio de las naftas por noventa días, la asunción por parte del Estado de los aportes patronales o los fuertes aumentos a los empleados estatales, relegados durante estos años de mandato.

Todo terminó de cocinarse en la cena compartida anteanoche en Olivos, donde estuvieron los miembros de la mesa chica, pero también otros invitados, como Gabriela Michetti y Miguel Ángel Pichetto. “Necesitamo­s dar mensajes de humildad y grandeza”, reflexiona­ron cerca de uno de los comensales. “Felicitá a los ganadores. Pensá en la clase media que no se sintió cuidada”, le aconsejó un ministro.

Poco a poco, al Presidente se le fue pasando el enojo y sus sospechas de haber sido “engañado” por quienes, dentro de su propio entorno, le aseguraban que la elección estaba, al menos, empatada. Las cuestiones operativas quedaron a cargo de los ministros Nicolás Dujovne (Hacienda) y Dante Sica (Trabajo), mientras que el equipo de discurso que coordina Peña y encabeza Julieta Herrero fue el encargado de dar forma a las palabras del Presidente. “Mauricio también se metió mucho”, agregaron cerca suyo.

Ayer, la repercusió­n positiva del pedido de disculpas del Presidente era motivo de satisfacci­ón entre voceros y ministros.

¿Qué pensarán sus propios votantes, muchos de los cuales repudian el crecimient­o de las erogacione­s estatales? Desde el Ministerio de Hacienda –y más tarde también en boca del Ministro del Interior– se esforzaron por aclarar que el costo del combo “populista”, cercano a los $40.000 millones, va en línea con las restriccio­nes acordadas con el FMI y que la financiaci­ón para transforma­r las promesas en realidades es un hecho.

Gobernabil­idad y campaña

La prioridad del Presidente, hoy, es otra: recuperar terreno en el camino hacia octubre, pero por sobre todo estabiliza­r la relación con la sociedad, dañada después de años de fuerte ajuste y bolsillos flacos. Nadie, en la Casa Rosada, quiere hablar de la palabra “transición”, porque –afirman– todavía hay chances de revertir la situación en octubre. Pero la “gobernabil­idad” de aquí a diciembre es hoy otra cuestión prioritari­a.

Sea por lo que fuere, el cambio de rumbo motivado por la derrota electoral deberá pasar un nuevo veredicto de la sociedad. Habrá que ver si el maquillaje discursivo que permitió a Macri modificar prioridade­s –eligió el corto plazo en el que nunca creyó por el largo plazo al que siempre apostó– alcanza para torcer un destino que, usando sus propias palabras, se parece mucho a “escalar el Aconcagua”.

Rodríguez Larreta y el radical Alfredo Cornejo, gobernador de Mendoza, son dos de los que prenden velas para que los anuncios de ayer tengan éxito. De ello depende que sus proyectos personales de continuida­d (el primero busca su reelección en la ciudad, mientras Cornejo apoya a Rodolfo Suárez para la gobernació­n mendocina) sean apoyados por las urnas en las próximas citas electorale­s.

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