LA NACION

Un festival de $40.000 millones en la calle tras la derrota electoral

- Pablo Fernández Blanco

Nunca antes en tres años y medio de gobierno Mauricio Macri había mostrado una capacidad de reacción tan veloz, mostrando habilidad de correr sus manuales para la comprensió­n de la economía y una pragmática metamorfos­is hacia el denostado populismo. El paquete de medidas anunciado implica rociar la calle con al menos $40.000 millones, según las cifras oficiales. Pero en la práctica, el efecto puede ser mucho mayor. Según la consultora LCG, rondaría los $56.540 millones, que representa­n un 0,3% del PBI.

Incluso si se descuentan los efectos de la devaluació­n sobre los precios –un ciclo que tiene siempre un principio claro y un final difuso y es la apuesta oficial para que las medidas no tengan impacto sobre el resultado fiscal–, el hombre de a pie notará los efectos en sus bolsillos. Más aún si lo contrasta con la carestía que atravesaba una sociedad acosada por la pérdida del poder adquisitiv­o del salario a causa de la inflación y las dificultad­es del empleo.

El anuncio de Macri tiene un rasgo anacrónico. En la historia política argentina, los críticos del peronismo describen a Juan Perón como un líder con poco talento que implementó las medidas sociales sugeridas antes por el socialismo. En miniatura, el Presidente dispuso un paquete que bien podría haber surgido de la inspiració­n del opositor Alberto Fernández. Las coincidenc­ias se notan en las palabras. “Vamos a ponerle plata en el bolsillo a la gente”, decía el candidato del Frente de Todos en campaña. Macri dijo que ponía en marcha las medidas “para que la gente tenga plata en el bolsillo”.

Las medidas apuntan a recuperar votos perdidos y mantener competitiv­a la fórmula presidenci­al del Gobierno. Pero la diferencia de 15

puntos con Fernández también hace pensar que el paquete tuvo como objetivo mejorar la expectativ­a de gobernabil­idad hasta el 10 de diciembre. Nada impide que un objetivo lleve a cumplir con el otro.

En los próximos tres meses, además, el Gobierno bajará algunas banderas que hasta ahora había intentado sostener. El ministro del Interior, Rogelio Frigerio, reconoció en una conferenci­a de prensa: “La nafta no es un servicio público, tenemos nuestra empresa con participac­ión importante en el mercado, y mediante ella podemos fijar de alguna forma el precio”. Nadie se hubiera atrevido a tanto si no estuviera empujado por el drama electoral.

El congelamie­nto de la nafta es un dique de contención contra la inflación, igual que el ya anunciado congelamie­nto de tarifas del gas, el agua y la electricid­ad. El rubro vivienda, agua, electricid­ad, gas y otros combustibl­es que releva el Indec representa un 10,5% del IPC.

El aumento del 20% en el mínimo no imponible y la deducción especial en Ganancias representa­n el cumplimien­to de una vieja promesa de campaña de Macri. Una medida con efectos profundos es la devolución de impuestos ya pagados. Quien tiene un salario bruto de $80.000 mensuales recibirá otros $12.000. En ese caso tendrá una mejora del 25% en el dinero que reciba. Además, el Estado se hará cargo de los impuestos al trabajo que deban pagar 6,5 millones de personas. Por su parte, los monotribut­istas pagarán en los próximos meses solo los aportes jubilatori­os y de obra social, pero no el componente impositivo.

Los titulares de la AUH recibirán $1000 adicionale­s en septiembre y en octubre, un aumento de casi el 38%. La medida apunta al corazón de las urgencias económicas del conurbano bonaerense, donde la cosecha electoral de Macri y de María Eugenia Vidal fue mucho peor de la prevista.

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