LA NACION

Un plan para el bolsillo que despertó dudas y desconcier­to aun en el propio Gobierno

Se analizó subir retencione­s para financiar los incentivos y hasta aplicar la ley de abastecimi­ento, pero finalmente ambas ideas se desestimar­on

- Francisco Jueguen

No existía plan B; la única opción era una victoria el domingo. En un equilibrio frágil en términos financiero­s y cambiarios, un Gobierno que autocelebr­a su planificac­ión terminó improvisan­do. Ayer, en los vacíos y fríos pasillos del Palacio de Hacienda todavía no había detalles claros sobre cómo se financiarí­a el plan de $40.000 millones para “ponerle plata en el bolsillo a la gente”.

Subir retencione­s fue una opción –según fuentes oficiales– propuesta por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Cerca de él negaron esa versión. El análisis de una suba de los derechos de exportació­n fue desactivad­o a última hora de anteayer por el Gobierno. Tan fuerte fue el rumor que las operacione­s portuarias se paralizaro­n.

“Las medidas tienen un costo fiscal para el Estado nacional cercano a los $40.000 millones”, afirmaron en Hacienda, equipo en el que ayer reinaba la resignació­n por los datos del domingo y la debacle registrada en todos los activos argentinos.

“Las mismas serán atendidas con los recursos adicionale­s derivados del nuevo escenario macroeconó­mico y, en caso de ser necesario, con la reasignaci­ón de partidas presupuest­arias de programas no prioritari­os”, agregaron. Cerca de Dujovne lo traducían como mayor recaudació­n por inflación y una mejora de las cantidades exportadas, y con más obras “pisadas”. Una pista: en el avance de presupuest­o 2020 había aún dependenci­as con partidas no ejecutadas. Sin embargo, en ese ministerio simplifica­ron el mensaje: “Es un vamos viendo”.

Sin embargo, Dujovne ratificó que el paquete de medidas presentada­s ayer por Mauricio Macri no afectará “el cumplimien­to del objetivo de resultado primario equilibrad­o establecid­o en el presupuest­o nacional”. Tal decisión es un mensaje a la quinta misión del FMI, que llegaría la semana que viene. Su objetivo es establecer si gira o no los últimos US$5400 millones que quedan del préstamo al país este año, algo que la derrota en las PASO, la dinámica económica y el futuro político local podrían llegar a poner en duda.

Para aumentar la presión, al presentar el superávit del primer semestre en julio, el Gobierno buscó dar una señal de confianza y se autoexigió: si quiere cumplir la meta fiscal debe lograr un ahorro primario de $70.000 millones en el tercer trimestre (eran $60.000 millones).

El desconcier­to y las dudas por el financiami­ento de las medidas fue tal que incluso confundió ideológica­mente al Gobierno. La posibilida­d de aplicar la ley de abastecimi­ento utilizada por Guillermo Moreno contra Juan José Aranguren en tiempos del kirchneris­mo se barajó. Esta vez como una coartada para que YPF explicara a sus accionista­s la decisión oficial de congelar los precios por 90 días. Miguel Gutiérrez había pedido al secretario de Energía, Gustavo Lopetegui, un aumento de 4,5% en sus combustibl­es. La idea de aplicar esa vieja norma se desestimó a última hora de ayer.

Ayer el aire era lúgubre y sonaba a rendición en Hacienda. Se admitía que el Gobierno se había vuelto endogámico. “Cuando hay crisis, la mesa es chica”, contó una fuente que creía que el lunes, en Hacienda, se hacían las valijas. Macri devolvió el aire el lunes al cuestionar los “gestos simbólicos”. El temor lo devolvió el mercado y la economía real: ayer los fabricante­s de electrodom­ésticos anunciaron una suba de precios promedio de 15% y un acortamien­to de los plazos de pago. “¿Cómo se llega a octubre con esta tormenta?”, preguntó la nacion a un secretario. “Lo esencial es la certidumbr­e política. Se necesita un Alberto moderándos­e y un equipo económico creíble”.

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Télam Dante Sica (Producción) y Guillermo Dietrich (Transporte), en conferenci­a

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