LA NACION

La espiral de los Rojos: cambiar para que nada cambie

La caída en la Sudamerica­na reavivó el debate; un margen reducido en el futuro

- Rodolfo Chisleansc­hi

Cambió el director técnico, apareciero­n algunas caras nuevas en el plantel, se modificó la línea de juego, se afirma que mejoró el ánimo general del grupo… Pero en el fondo, todo continúa más o menos igual que en el último año y medio en independie­nte: en instancias decisivas que implican el ser o no ser, el equipo flaquea, falla en los detalles, acumula contraried­ades y termina tropezando, enredado en esa medianía de la que no logra escapar.

El “ciclo Beccacece”, que se había iniciado con una angustiosa clasificac­ión a cuartos de final de la Copa Sudamerica­na ante Universida­d Católica, de Ecuador, sumó su primera mancha apenas un par de semanas después en el mismo escenario del estadio Atahualpa. independie­nte del Valle completó su particular trilogía ante los clubes más laureados de la Argentina –ya había eliminado a Boca y River en las Libertador­es 2016 y 2018– cumpliendo a rajatabla lo que indican los libros: marcar un gol de visitante y esperar que la altitud de Quito haga sentir sus efectos en el rival.

“Nos duele porque teníamos mucha ilusión”, deslizó el capitán Martín Campaña durante la conferenci­a de prensa postpartid­o. Son exactament­e las mismas palabras que utilizó luego de la caída ante Argentinos en la primera rueda de la Copa de la Superliga en abril pasado. Y muy semejantes a las pronunciad­as antes.

La ilusión es un material etéreo que, se supone, comparten todos los deportista­s antes de afrontar un reto, pero que precisa de otros condimento­s para alcanzar los objetivos propuestos, y desde el Maracanazo de diciembre de 2017 independie­nte no los encuentra.

Cada cachetazo recibido a partir de entonces ha sido explicado con una amplia gama de coartadas, algunas más razonables que otras, para disminuir la decepción.

La dirigencia alienta la idea de una persecució­n política que origina un maltrato de la Conmebol, expresado en discutible­s y generalmen­te perjudicia­les aplicacion­es del VAR, o en el manejo arbitrario de las fechas. Esto ocurrió en la serie perdida el martes, que iba a disputarse dentro de dos semanas y fue adelantada de manera inesperada, impidiendo entre otras cosas la inscripció­n de Lucas Romero, el último fichaje del presente mercado.

Sebastián Beccacece señaló la “falta de contundenc­ia” como elemento determinan­te de la derrota. Algunos culparon a la mala suerte, al recordar la grave lesión sufrida en el partido de ida por Pablo Hernández, el futbolista de rendimient­o más alto. Y otros, a la crueldad de un fixture que además de llevar al Rojo a jugar por encima de los 2000 metros todas las series de esta Sudamerica­na, obligó a viajar dos veces a Quito en quince días en los primeros compases de la temporada.

La falta de definición es un problema repetido del equipo, y fue el propio Beccacece quien eligió afrontar la revancha con Silvio Romero y Cristian Chávez en el banco de suplentes. Del mismo modo que se repiten errores puntuales en los partidos claves, como el cometido por Martín Benítez que costó el gol en contra en Avellaneda.

El futuro a corto plazo queda restringid­o al escenario local, ese en el que independie­nte lleva 17 años sin brillar. Si una de las metas propuestas era volver a luchar por los títulos de entrecasa, el semestre le presenta una oportunida­d inmejorabl­e al Rojo. También servirá para exponer más que nunca la auténtica categoría del plantel y, por supuesto, el trabajo del técnico.

Tanto en la Superliga como en la Copa Argentina, única opción restante para ganarse una plaza en la Libertador­es 2020 (juega 16os. de final contra Patronato, el miércoles 28, en San Luis), Beccacece puede contar con todos los refuerzos, Domingo Blanco y Alexander Barboza incluidos. Además, la falta de actividad internacio­nal le brindará al entrenador rosarino varias semanas extras de trabajo para ir aceitando el funcionami­ento del equipo.

La Sudamerica­na 2019 ya es agua pasada para independie­nte. El nuevo desafío es sacudir el tablero y romper el sino del pasado más reciente. En otras palabras, ejecutar de una vez esos cambios de fondo que que se imponían desde el día después del Maracanazo.

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