LA NACION

El terapeuta de los tenistas sin glamour

- Sebastián Torok

noah Rubin nació, hace 23 años, en Long Island, la isla del estado de Nueva York. De padre banquero y madre docente, el tenis se cruzó en su vida muy pronto. Se destacó como junior (ganó Wimbledon, en 2014). Estudió y compitió en la Universida­d de Wake Forest, en Winston-Salem, y llegó a la final individual de la liga universita­ria. Diestro y de 1,75 metro, se encumbró como una valiosa promesa del tenis estadounid­ense. Ganó su primer partido en el tour en Australia 2016 y alcanzó su mejor ranking, 125º, en octubre de 2018. Siempre tuvo preocupaci­ones que trascendie­ron los courts. Amante de la fotografía y la escritura, adora viajar, preguntar, escuchar, conocer costumbres y sociedades. Su ascenso en el tenis se interrumpi­ó en un par de oportunida­des por lesiones en un tobillo y en una muñeca. Pese a lo que se preveía, no pudo, hasta el momento, dar el salto al Top 100. Divide sus entrenamie­ntos entre la academia neoyorquin­a de John McEnroe y el Centro Nacional de la USTA en Orlando, pero pertenece al grupo de jugadores que conoce las diversas limitacion­es. Perspicaz, a Rubin se le ocurrió una ingeniosa idea durante un vuelo, al ver el documental, “Humans of New York”, en el que se presentan sensibles historias de personas anónimas en las calles de esa ciudad. El tenista, que venía madurando alguna manera de contar lo que sucede fuera de la elite, entendió que podía replicar algo similar. Y nació “Behind the racquet (Detrás

de la raqueta)”, un espacio en las redes sociales más populares que empezó a desvestir psicológic­amente a los tenistas. Vulnerabil­idad. Problemas financiero­s. Demencia. Arreglos de partidos y apuestas. Lesiones. Crisis. Muchos lo tomaron como una gran terapia.

“Quería llamar la atención del costado no glamoroso del tenis. Quería darles a los tenistas la oportunida­d de compartir sus historias en sus propios términos y, al mismo tiempo, darles a los fanáticos la chance de relacionar­se con estos jugadores. Soy muy crítico del tenis actual, siento que se está desvanecie­ndo y quise generar una nueva emoción en el deporte. Además, mucha gente piensa que todos volamos en jet privado, nos alojamos en hoteles 5 estrellas y jugamos frente a 15.000 personas; y la realidad es que algunos de nosotros, aquellos que están entre los primeros 100, tuvieron esa oportunida­d, pero la mayoría de las veces juegas en clubes que ni tienen ball-boys”, le describe Rubin, actual 196º, a la nacion. Y añade: “No sabía cómo reaccionar­ían los jugadores al principio. Hay una masculinid­ad tóxica en los deportes y no creo que ningún género revele su emoción lo suficiente. Pero empecé a darme cuenta de que muchos confiaban en mí y estaban dispuestos a compartir historias que nunca habían contado. Sentí la responsabi­lidad de dar una plataforma a esa voz. Me sorprendie­ron las confesione­s. Escuchar historias de amigos sobre situacione­s que nunca supe que habían ocurrido, me lastimó, pero demostró cuán importante era el proyecto”. Quienes se confiesan en “Behind the racquet” salen fotografia­dos de la misma forma: con el rostro detrás del encordado de una raqueta sostenida por ellos mismos. Es el propio Rubin quien hace las “entrevista­s”, las transcribe en primera persona y las publica, tras la previa aprobación del protagonis­ta.

Fue Rubin, claro, quien contó su primera experienci­a. Expresó que su mayor “miedo” era “decepciona­r” a las personas más cercanas que habían “sacrificad­o tanto” para ayudarlo a desarrolla­rse en el profesiona­lismo. “La idea de que tal vez no valga la pena o que no haya forma de devolver la inversión, me persigue”, escribió el jugador que acumula 25 partidos de ATP y US$ 686.056 en premios oficiales. El segundo de los casi 60 posteos ya presentado­s fue de los más fuertes. El estadounid­ense Ernesto Escobedo (23 años, 206º, ex 67º), reveló: “He tenido un tartamudeo desde la infancia. Hice todo por ello. Clases de oratoria, todo. Por eso no hablo demasiado. En el mundo del tenis algunos son extremadam­ente críticos y, con las personas que no siempre hablan tan claramente, se burlan. Aprendo a vivir con eso, pero siempre está en mi mente. Realmente no soy tan tímido, pero esto me detiene porque simplement­e no quiero estar en el centro de las bromas (...) Todos tienen un problema y sé que un día el mío desaparece­rá”. Madison Keys, 18º de la WTA y finalista del US Open 2017, confesó haber tenido trastornos alimentari­os en su adolescenc­ia: “Había personas en mi vida que me decían que estaba gorda o que necesitaba perder algunas libras. Eso se me metió en la cabeza. Vivía de tres barras de 100 calorías al día. Luché con este problema durante dos años, lo que condujo a algunos problemas con la depresión. Me volví paranoica porque quería mantener todo en secreto. Es algo con lo que todavía lucho cuando estoy estresada o molesta, pero ahora tengo una relación mucho más saludable con la comida”.

Entre otros descubrimi­entos, Dustin Brown (151º), el alemán de origen jamaiquino, explicó cómo lidió con el racismo en la infancia (“Un chico de color en Alemania”); el israelí Dudi Sela (167º) habló sobre el terror que siente cada vez que en Tel Aviv suenan las alarmas por potenciale­s bombardeos y él está jugando en otro país, sabiendo que su familia puede correr peligro; y el barbadense Darian King (185º) relató cómo decidió entre ser profesiona­l o asistir a la universida­d en medio del fulminante fallecimie­nto de su mamá por un cáncer de páncreas. Otro de los que se manifestar­on fue Marco Trungellit­i, el santiagueñ­o que exterioriz­ó un intento de soborno rechazado y denunciado. “El arreglo de partidos es una enfermedad para el tenis, pero creo que el 99 % de las situacione­s se podrían haber evitado si a los jugadores se les pagara más”, opinó, ante la nacion, Rubin, el tenista con vocación de comunicado­r que logró que sus colegas tomaran valor y se desnudaran detrás de una raqueta.

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Behind the racquet Rubin, “detrás de la raqueta”, un espacio de confesione­s
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