El pacto del miedo entre el Presidente y su rival
AMaurici oMacriy Alberto Fernández costó 48 horas comprender que la insólita geografía política que dejaron las PASO los empuja, por su propio bien, a ensayar un pacto de gobernabilidad tácito que trastoca la campaña que volverá a enfrentarlos el 27 de octubre.
El tembladeral financiero que empezó tras el escrutinio expuso a Macri a la evidencia de la transfusión de poder en curso desde la Casa Rosada hacia las oficinas de su rival. Acusarlo de la crisis, el lunes, agravó el fenómeno. Fernández parecía decidido a sentarse a ver el derrumbe. Sus asesores financieros habían sondeado a inversores en Wall Street, que les rogaron una intervención del candidato para llevar calma. “Solo si Macri se lo pide públicamente”, fue la réplica.
Lo que parecía una partida de póquer en el Titanic terminó cuando Macri “invitó” a Fernández a dialogar, en medio del discurso en que repudió su propia reacción tras la derrota y anunció las primeras medidas para afrontar el golpe devaluatorio. Algo descolocado, el postulante kirchnerista primero dijo que no tenía sentido hablar con Macri y horas después recalculó. Estuvo a punto de actuar contra sus propios intereses.
Entonces hablaron y saltaron a la vista los hilos que los unen. El Presidente necesita que su rival lo ayude, con gestos sensatos, a anclar el tipo de cambio y moderar el traspaso a precios de la devaluación. Se asemeja bastante a una claudicación ante el candidato al que debe enfrentar en 70 días. Le está reconociendo una capacidad de influir sobre la economía que a él se le escurre. Y blanquea que antes que soñar con ganar una elección la prioridad de Cambiemos es llegar con dignidad al 10 de diciembre.
¿Qué gana Fernández con ayudar a su adversario? Macri, a través del Banco Central, tiene bajo su órbita los cerca de US$65.000 millones de las reservas, un cañón inmenso para actuar contra una corrida o para revolear medidas electoralistas. Al candidato kirchnerista lo aterra llegar al gobierno con las arcas vacías, en medio de una espiral inflacionaria y sin crédito externo. Otra expectativa, que aún no le planteó al Presidente, es que la actual administración negocie con el FMI una reprogramación de los vencimientos del stand-by vigente.
Ayer, Alberto probó el peso de su palabra. Dijo que era “razonable” el dólar a $60 y la cotización bajó (aunque con una importante ayuda del Central). Macri cumplió su parte: ante su equipo evitó hablar de Venezuelas por venir, no echó culpas afuera y se declaró al frente del combate de la crisis. Llamó a revertir el resultado electoral, pero sin estridencias. Le dejó a Elisa Carrió la bandera de la batalla de vida o muerte. Un “permitido”.
El pacto no escrito regirá mientras las condiciones electorales se mantengan inalterables. Es decir, la certeza de un triunfo kirchnerista en primera vuelta. ¿Querrá Macri atenerse a la campaña positiva, sin apelar al terror a una restauración K? ¿Se ajustará Fernández a la moderación de las últimas 48 horas y contendrá a sus aliados más radicalizados?
Lo único seguro es que se avecina una campaña nunca vista, con dos candidatos que caminan atados por un campo minado.