Eslovenia y la Copa Davis, un puente para el progreso y un reencuentro
tomás Lipovsek Puches es un obrero del mundo de las raquetas. Nació en Vicente López hace 26 años. Comenzó a jugar al tenis en forma recreativa, en la “escuelita”. Se desarrolló en distintos clubes; en el Asturiano, en Florida Tenis, en Harrods Gath & Chaves. Los Futures –la 3ª categoría del profesionalismo– fueron, en mayor medida, su mejor ecosistema. Allí logró siete títulos individuales. Según la ATP, el dinero que embolsó fueron 138.715 dólares. Ahora se encuentra en El Cairo, en un lujoso hotel montado en un palacio del siglo XIX. Viste la indumentaria del equipo de Copa Davis de Eslovenia, que mañana y pasado mañana se enfrentará con Egipto, por la 1ª ronda del Grupo II Europa/África. Comparte entrenamientos, comidas, charlas (en inglés) y momentos de recreación con Aljaz Bedene (finalista del ATP de Buenos Aires 2018; actual 75º) y Blaz Rola (78º en 2015), entre otros. Pero, ¿qué hace allí? Su sangre es la responsable. Sus abuelos paternos nacieron en Eslovenia; los maternos, en Croacia. Sus padres son argentinos. Lipovsek Puches viaja con pasaporte esloveno y hace unos años, en medio de las limitaciones para perfeccionarse en el profesionalismo, halló, en la posibilidad de actuar en la Davis para ese país de la antigua Yugoslavia, una oportunidad para progresar y obtener sponsors (hoy, por ejemplo, solamente tiene el patrocinio de raquetas; la ropa se la compra él, pero un par de zapatillas no le dura más de tres meses).
Hace tres años, Lipovsek Puches estaba
compitiendo en Europa y, charlando con un amigo, cuando surgió la idea de contactar al capitán de Eslovenia, que en aquel momento era Blaz Trupej. El argentino consiguió el correo electrónico y le escribió. “Me respondió muy bien. Me dijo que le encantaría que me sumara. Pero pasó el tiempo y no pasó nada. Hasta que el año pasado me escribió el actual capitán de la Davis (Miha Mlakar), que se había enterado de aquel contacto y me dijo si podía ir al Challenger que ellos organizan, en Portoroz. Me dieron un wild card y fui. Tuvimos una reunión, en la que también participó el presidente de la federación de tenis”, le cuenta Lipovsek Puche a la nacion desde Egipto. Aquella fue una experiencia muy movilizante y no solo por lo deportivo. “Mi papá, Silvio, vive en Eslovenia hace como diez años. No tenemos relación. No lo veo desde hace cinco, seis años. Tampoco hablamos. A los de la federación de Eslovenia les conté. Cuando fui allá, mi papá me escribió porque salí en las noticias y se enteró, pero no le respondí, no pude. No me salió”, confiesa, sensible. Tomás vive en Vicente López con Ana, su mamá.
En agosto de 2018, el tenista se marchó de aquella porción de Europa Central con la palabra de que volverían a contactarlo y que lo querían para integrar la pareja de dobles, ya que era un punto que deseaban reforzar y en él veían una valiosa opción. Lipovsek Puches, actual 642º en singles y 276º en dobles, se embarcó en el proyecto esloveno, pero no fue una decisión sencilla. Sabiendo que “cambiar de nacionalidad” le prohibiría actuar para la Argentina, lo evaluó: “Lo pensé. Porque jugar para Argentina debe ser lo mejor, pero no sé si lo hubiera logrado. Me faltarían muchos años de desarrollo, quizás, y yo necesitaba algo pronto. A mi mamá no le cerraba al principio, pero después se puso contenta. Jugar para Eslovenia lo vi como una opción para mi futuro, para hacerme conocer, para tratar de conseguir un poco más de apoyo. Ya de por sí, jugar en el equipo me representaría un ingreso económico y poder practicar en un centro de entrenamiento”, explica. Desde ese primer viaje a Portoroz siguió en contacto periódicamente con el capitán del equipo y, con la esperanza de ser citado para la serie frente a Egipto, intentó potenciarse en las competencias de dobles. Hasta que hace poco más de dos meses le confirmaron que sería convocado.
En agosto pasado regresó a Portoroz para jugar el Challenger y volvió a salir en los medios de ese país, aunque con mayor difusión ya que habían oficializado su citación. “Mi papá se enteró de que estaba allá otra vez y me llamó por teléfono, atendí, pero me puse nervioso y corté. Alcanzó a preguntarme si podía ir a visitarlo, pero yo no tenía tiempo porque al otro día ya viajaba para otro torneo”, exterioriza Lipovsek Puches. Antes de sumarse al equipo esloveno en El Cairo tuvo una oportuna actuación, al ganar el dobles del M15 de Tabarca (Túnez), en pareja con el argentino Matías Zukas. Todavía no sabe, pero confía en que este sábado jugará el punto de dobles ante los egipcios, quizás, en pareja con Bedene. “En el equipo todos me preguntaron cuál era mi vínculo con Eslovenia y les conté. Son buenas personas, amantes de los deportes. El otro día cuando jugaron Argentina y Serbia en el Mundial de básquetbol, por ejemplo, se pusieron todos a verlo; yo no tenía ni idea. Hice un entrenamiento con Bedene y me contó que el año que viene vuelve a la Argentina, que posiblemente juegue en Córdoba, Buenos Aires y después en el ATP de Río de Janeiro. Dice que le gustan las condiciones, la cultura y la comida”.
Lipovsek Puches representa a un sector austero del tenis. Cuando viaja para competirsuelealojarseendepartamentos compartidos, se cocina la comida y carga con la máquina portátil para encordar (pesa unos 7 kilos). También está expuesto ante las mafias de los partidos arreglados y las apuestas: “Nunca me ofrecieron hacerlo –aclara–. Pero sí vi a muchos apostadores en los torneos, encapuchados y con el celular. Por redes sociales me llegaron amenazas y uno no sabe si responder o no. Es muy feo”.
Su foco está en otro lado. Hoy, al menos, en vivir una “experiencia única” en la Davis, que también lo conectará con sus orígenes y, probablemente, reencontrarse con su padre: “Imagino que esto nos hará juntarnos y hablar. No es mi idea seguir sin responderle”.